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El bañador que quieres este verano ya lo diseñó Rudi Gernreich hace más de 50 años

A punto de cumplirse 31 años de su muerte, reivindicamos la figura del diseñador que inventó el primer traje de baño que dejaba al descubierto el pecho femenino. Así fueron sus controvertidos diseños y su polémica vida.

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Clara Ferrero

En 1976 la revista Time le dedicó una portada presentándolo como “el diseñador más excéntrico y más vanguardista de Estados Unidos” y el mismísimo Tom Ford ha insistido muchas veces en la importancia del legado que dejó a la moda. Pero el público general no tiene ni idea de quién fue Rudi Gernreich. Si tuviésemos que definir su obra en una sola palabra no cabe duda de que sería provocación. Gracias a él podemos llevar sujetador sin aro o hacer topless en la playa. Gernreich inventó el monokini, el primer bañador que dejaba el pecho femenino al descubierto, y también el No Bra, una suerte de antisostén semitransparente similar a los que podríamos encontrar hoy día en cualquier tienda de lencería. Fue un adelantado a su tiempo, capaz de vaticinar el furor de la ropa unisex, de elevar a la andrógina maniquí Peggy Moffitt a la categoría de supermodelo y de mostrar el cuerpo femenino con menos pudor en los años 60 de lo que permite Instagram en 2016. Su carrera estuvo llena de polémicas y la historia de su vida no se queda atrás.

Al igual que diseñadoras de la talla de Coco Chanel, Madeleine Vionnet o Jeanne Lanvin, la complicada infancia de Gernreich marcó su relación con la moda. A pesar de ser recordado como símbolo de la moda estadounidense de los años 60, el diseñador nació en Viena en el seno de una familia judía. Su padre se suicidó cuando tenía ocho años y tuvo que huir poco después junto a su madre, cuando Hitler tomó el poder. Al llegar a Estados Unidos trabajó en una morgue, tarea que influyó en su amplio conocimiento de la anatomía humana. Más tarde se convirtió en bailarín y empezó a diseñar vestidos para llegar a fin de mes. Sus primeros desfiles siempre acababan en boca de todos: monjas, payasos y gángsteres poblaban sus pasarelas y llamaron la atención de la reputada editora Diana Vreeland. Su particular imaginario y las ganas de revolucionar la época pueden entenderse mejor atendiendo a su vida personal: Gernreich era homosexual y fundador de la Matachine Society, una asociación gay clandestina en Estados Unidos que pasaría a la historia como la primera en defender los derechos del colectivo. La moda fue su mejor arma para romper con lo establecido.

Mucho antes de que a Zara se le ocurriera la idea de lanzar una colección unisex, él ya mezclaba elementos masculinos y femeninos. Fue el primero en combinar colores inesperados (¿se acuerdan del color block que tanto triunfó hace unos años?) y materiales como el vinilo y el plástico. Pero su mayor revolución tuvo que ver con los trajes de baño y la lencería. Sus bañadores con escotes infinitos plagados de tiras aún continúan inspirando los diseños contemporáneos de marcas como Agent Provocateur, Melissa Odabash, Asos o Nasty Gal por citar algunos ejemplos. Pero el invento que le otorgó una fama planetaria fue el topless swimsuit, un traje de baño con tirantes que dejaba el pecho totalmente descubierto. También conocido como monokini, no sería exagerado afirmar que es una de las creaciones que más ha conmocionado la opinión pública en la historia de la moda.

“El pecho se exhibirá en menos de cinco años”, declaró en 1962 al Women Wear Daily (WWD). El modisto fue el encargado de adelantar su propia premisa para evitar que Emilio Pucci (que también había vaticinado el destape) se le adelantara. Antes incluso de crear el monokini, la periodista Susanne Kirtland ya le había prometido un reportaje al controvertido bañador en la revista Look. La sesión se disparó en las Bahamas pero solo llegó a publicarse una foto de la modelo posando de espaldas. El diseño resultó demasiado atrevido. Gernreich, después de vengarse gritando a los cuatro vientos que la modelo de la sesión era en realidad una prostituta, decidió repetir las fotos con Peggy Moffitt para intentar colocarlas en otras revistas de moda. Todas tuvieron miedo de publicar las imágenes frontales y solo WWD se atrevió a mostrar el rostro de Moffitt.

Su relación con Peggy Moffitt bien merece un capítulo aparte. Si la supermodelo es recordada como símbolo de los 60 fue en parte gracias al modisto. Su maquillaje de estilo japonés y su famoso corte de pelo de cinco puntas la convirtieron en una suerte de antimodelo capaz de promover unos cánones de belleza muy distintos a los que imperaban en la época. El momento más importante de su carrera coincidió con la etapa en la que se convirtió en musa de Gernreich y pareja del fotógrafo William Claxton. Este trío se convirtió en un tándem muy potente firmando editoriales de moda que catapultaron a la fama a Moffitt. Ella siempre mantuvo una estrecha relación con el diseñador hasta su muerte en 1985, momento en el que se convirtió en heredera de su legado. Tanto fue así que hace unos años creó una colección inspirada en los diseños de Gernreich en colaboración con Commes des Garçons.

Pero volvamos a los 60. Después de lograr que la influyente WWD publicase las fotos de su musa y de su monokini, el diseñador se empeñó en comercializarlo. El escándalo fue mayúsculo. Las tiendas que apostaron por venderlo se enfrentaron a manifestaciones y amenazas y el Papa prohibió su uso. Según publicó The New York Times, el alcalde de Saint-Tropez declaró que recurriría a helicópteros para patrullar las playas y una joven fue detenida después de intentar bañarse con el diseño. Aún con todo, logró vender 3.000 bañadores, una cifra modesta pero que lo haría famoso a nivel mundial.

Rudi Genreich.
Rudi Genreich.Cordon Press

A partir de ese momento, el diseñador se dedicó en cuerpo y alma a lo que mejor sabía hacer: provocar. En 1965 lanzó el No Bra, el anti-sujetador, realizado en material transparente y similar a los diseños que triunfan actualmente tras la decadencia del push up. Fue una verdadera revolución y los vendió como churros. Un éxito comercial que no volvería a repetirse con sus siguientes invenciones. El trabajo de Gernreich empezó a convertirse en una autoparodia de sí mismo y su pasado trabajando en la morgue resucitó su necrofilia. Se tomó un año sabático después de que en 1968 la revista WWD escribiera que debería retirarse y después volvió con otras tantas locuras: un traje de baño con tanga y el pubikini, que dejaba el pubis semidescubierto y dictaba que el vello púbico debía teñirse haciendo juego con el bañador. Después de quedar en el olvido de la caprichosa industria de la moda se dice que acabó comercializando sus propias recetas de sopa. Hace casi 31 años, el 21 de abril de 1985, murió en Los Ángeles.

“La provocación utilizada como recurso para llamar la atención debe mucho a Rudi Gernreich”, escribía el sociólogo francés Guillaume Erner en su libro Víctimas de la moda. Cómo se crea por qué la seguimos (GG Moda). Y ciertamente es necesario reivindicar su figura como mejor ejemplo de la relación moda-escándalo y como precursora de las comerciales provocaciones de diseñadores como Calvin Klein o el ‘porno-chic’ que marcó la era de Tom Ford en Gucci. A pesar de que en 2012 se anunció que un empresario alemán había comprado los derechos de la firma para reflotarla parece que a día de hoy no existe rastro del relanzamiento. Solo hubo un Rudi Gernreich y su moda fue demasiado moderna. Incluso para el siglo XXI.

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Sobre la firma

Clara Ferrero
Es redactora en S Moda, revista en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera. También es cocreadora de 'Un Podcast de Moda', el primer podcast en castellano especializado en la temática. Es licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, y especialista en Comunicación de Moda por la Universidad Complutense.

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