Respeto e integración: así son los códigos de estilo viajero
Más allá de la comodidad y la seguridad, conviene reflexionar sobre las particularidades socioculturales del destino.
Hace unas semanas, el Museo de Bellas Artes de Boston canceló una actividad en la que los visitantes podían posar vestidos con un quimono frente al cuadro La Japonaise de Monet. La razón: protestas de ciudadanos de origen asiático que lo consideraron racista e irrespetuoso. Algunos nipones, sin embargo, mostraron su desacuerdo con esta susceptibilidad: el vídeo Can Foreigners wear Kimono? de los blogueros Rachel and Jun acumula más de 150.000 visitas en YouTube. Está claro que el choque por temas de vestimenta no es trivial, menos aún con el auge del turismo global. «Cada vez se solicitan más circuitos internacionales de tres o cuatro semanas», explica Jesús Rodríguez, de la agencia online exoticca.com, especializada en grandes viajes a precios asequibles. Aprovechar el tiempo en el destino pasa por una inmersión en el entorno. «Resulta curioso cómo ciertas personas aplican aquello de Donde fueres, haz lo que vieres», comenta Nuria Cortés, periodista de viajes (laloliplanet.com). «Hay quien se pasea por el templo de Hatshepsut, en Lúxor (Egipto), con minishorts y la espalda al aire. O por la ciudad iraní de Yazd, muy conservadora, en tirantes, pantalón corto y sin velo. Lo primero puede ser percibido como poco juicioso. Lo segundo, como una provocación», añade.
Marruecos. La diseñadora Sofia El Arabi propone en su blog bakchic.com una fusión de Oriente y Occidente.
Sofia El Arabi
1. CUESTIÓN DE FE
El mundo está lleno de zonas que se consideran sagradas. Modificar nuestro ‘look’ para visitarlas es la norma.
Respetar las costumbres locales «no solo evita situaciones incómodas, permite disfrutar en profundidad de la experiencia», dice Inés García, de Nuba. Esta agencia de autor propone una hoja de ruta para la sensibilidad religiosa: «Iglesias cristianas, nada de tirantes o pantalones cortos. Sinagogas, cubrirse la cabeza. Mezquitas, también, y además descalzarse. Y en templos hinduistas o budistas, quitarse los zapatos». En India, por ejemplo, no solo hay que hacerlo en el Taj Mahal, sino en cualquier lugar sagrado, teniendo en cuenta que en verano el suelo arde. Por eso (y por higiene), es buena idea llevar dos pares de calcetines.
La clave está en informarse bien de las peculiaridades de cada zona. «No se debe generalizar», comenta Natalia Andújar, de Educaislam. «Hay países de mayoría musulmana, como Senegal, donde la gente viste como quiere; no tiene nada que ver el Magreb con la África negra». La norma de oro para lugares como Turquía, Jordania, Emiratos Árabes o Egipto: «Evitar ropa demasiado ajustada y no mostrar los hombros y las rodillas. Es habitual olvidar estos consejos cuando se alcanzan altas temperaturas, pero conviene tenerlas en cuenta, salvo en los hoteles», destaca García. En Marruecos, la única indicación es no provocar. «Se puede ir en shorts y camiseta», subraya Nuria Amrani, de la Oficina Nacional Marroquí de Turismo. En Irán es obligatorio el hiyab para las iraníes y extranjeras. Además, «se recomienda el uso de pantalones, y la bata (mantó) y el pañuelo para las mujeres (color y forma, según gustos). No está prohibido el maquillaje, pero sí el pantalón corto y las bermudas en los hombres», señala Massoud Joleini, de la Embajada de la República Islámica de Irán en Madrid.
Este tipo de restricciones no solo se limitan a países árabes, asiáticos o africanos, sino también a enclaves europeos de religión católica, como la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. En Israel, pese a contar con ciudades tan abiertas y modernas como Tel Aviv, hay lugares ortodoxos donde los hombres no pueden enseñar las piernas y las mujeres deben lucir faldas largas y cubrir los hombros, e incluso el pelo.
Brasil. Camila Coutinho (garotasestupidas.com) o cómo llevar las tendencias en uno de los destinos de playa más populares.
Camila Coutinho
2. OBJETIVO: INTEGRACIÓN
No se trata de disfrazarse ni de abandonar nuestra identidad, sino de respetar a aquellos que nos reciben.
Vestir igual que nuestros anfitriones no es ni mucho menos obligado, ni siquiera aconsejable. «Podría resultar hasta ridículo, pero nunca hemos de perder de vista las tradiciones», comenta Elena Francia, psicóloga y nómada. «Al igual que ocurre con el lenguaje (en Sudamérica decir culo resulta muy malsonante), en cuestión de armario es buena idea adaptarse, a veces mediante sencillos gestos como comprar en el país al que viajas un pañuelo grande –que puede sacarte de más de un apuro–, con lo que contribuyes a su economía y te integras con sus gentes. Quienes se empeñan en mantener sus hábitos hasta el absurdo (por ejemplo, yendo con cazadora de cuero a la playa o con un short minúsculo a un lugar con especial sentido del pudor), no muestran más personalidad, sino que su ego no deja paso al sentido común», concluye.
Adoptar prendas propias del lugar es parte de la diversión y está bien visto en lugares como Marruecos, donde es frecuente hacerlo con el caftán o la chilaba. En India, basta con un shalwar kameez (un pantalón suelto con una camisa larga a modo de túnica) y un dupatta (fular) para protegerse del sol y cumplir con el recato requerido en determinados sitios. Myanmar también anima a los turistas a vestir sus faldas tradicionales, las longyi, que incorporaron en el siglo XIX los emigrantes del sur de India. Son faldas tubo, de tisú o seda, con tonos vivos que cubren el cuerpo desde la cadera hasta los tobillos. La llevan hombres (en ese caso se llama paso, se abrocha por delante y es de color discreto) y mujeres (htamein, con tonos más vivos y abrochada a un lado). «En Sri Lanka observé algo curioso hace unos meses en un hotel de lujo», recuerda el CEO de Exoticca. «Muchos comensales varones del restaurante no llevaban el pantalón largo que exigía el dress code y se les hacía cubrirse las piernas con un saaron, una falda larga de colores alegres».
Nadya Hasan
Emiratos Árabes. «Ropa ligera y shorts, sin olvidar la modestia» es el consejo de Nadya Hasan, de thefiercediaries.com.
3. HUIR DE LOS DISFRACES
Por desconocimiento, puede caerse en la farsa. La orientación por parte de los autóctonos es la mejor opción.
«En Irán, por querer ser muy prudente, me pasé la mayor parte de mi viaje con un pañuelo negro feísimo cubriéndome la cabeza casi al modo de Doña Rogelia, y no fue hasta casi el final cuando unas jóvenes me animaron a que me comprara uno muy colorido y me enseñaron a ponérmelo con gracia», recuerda la periodista Nuria Cortés. «Fue precisamente en casa de una de ellas donde aprendí que, en casi todo el mundo, lo folclórico es hortera y puede llevar a estilismos erróneos. Fuimos invitados a una cena y acudí a la cita con vaqueros y una túnica de medio cuerpo de estilo tradicional. Pensaba que así hacía un guiño a su cultura y no imaginaba, como luego me explicaron, que para ellas era un modelo poco afortunado».
En Egipto, que no pasa por un buen momento pero sigue siendo uno de los primeros destinos turísticos del mundo, «los viajeros no se marchan sin el clásico crucero por el Nilo, donde una noche de chilabas es obligatoria. Lo gracioso es que te la venden en el barco, pero no tiene nada que ver con la auténtica que utilizan los lugareños, mucho más sobria. Caer en el error de lucirla por la calle es una turistada que provoca las risas de los transeúntes», apunta Jesús Rodríguez. En cualquier caso, las ofensas suelen proceder más de la conducta que del guardarropa. Así lo ve Mahmut Zontul, responsable de prensa de la Oficina de Turismo de Turquía en Madrid: «Hay gente que no sabe viajar. Cuando salen de su país, se creen que son Dios, hasta descuidan su higiene. Sin duda, un trotamundos debe ir cómodo, pero hay que mantener unos mínimos».
4. FALSOS MITOS
Viajar requiere una actitud mental de acercamiento al otro y de abandono de los prejuicios.
Según la zona del globo, unas partes del cuerpo escandalizan más que otras y, en ocasiones, sorprende cuáles (y dónde). La periodista audiovisual Paloma Montes recuerda una anécdota en Manuel Antonio, zona de surf de Costa Rica: «Mis amigas y yo hicimos toples. Nos acompañaba un amigo costarricense y vimos que se sentía muy incómodo. Nos explicó que está muy mal visto y que, en cierto modo, lo estábamos comprometiendo». Algo similar ocurre en Brasil, donde está prohibido, o en Stone Town, la capital de Zanzíbar (Tanzania), destino de sol y fiesta donde son, sin embargo, más conservadores que en otras partes del país. «Muchas visitantes no son conscientes o no les importa, y se exponen a ser increpadas o reprendidas», cuenta Montes.
A veces pasa al revés: «En Turquía, donde el 99% de la población es musulmana, hay una mentalidad más abierta que en algunos países de Europa», sostiene Mahmut Zontul, de la Oficina de Turismo de ese país en Madrid. O circulan leyendas urbanas no justificadas. Es el caso de los tatuajes en Japón: muchos piensan que no se puede acceder con ellos a los baños públicos, pero Hajime Kishi, coordinador de Cultura y Prensa en la Embajada de Japón en España, asegura que en el caso de los turistas no se da esta circunstancia.
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