Quim Gutiérrez: “Es incómodo cuando tienes que besar en un rodaje y tienes la sensación de que el otro busca otra cosa”
Natalia Tena y Quim Gutiérrez dan la vuelta a los estereotipos de la comedia romántica en ‘Te quiero, imbécil’, que se estrena el 24 de enero. Aquí nos hablan de citas ‘online’, los límites al rodar escenas de sexo y cómo es el hombre del siglo XXI.
A Natalia Tena (Londres, 1984) y a Quim Gutiérrez (Barcelona, 1981) no les interesan las citas online. De hecho, los dos dicen que nunca han tenido una. Ahora ambos protagonizan Te quiero, imbécil (en los cines el 24 de enero), donde Marcos, el personaje de Gutiérrez, es un treintañero abandonado por su novia de toda la vida que busca la solución a su crisis personal en gurús de Internet y aplicaciones de citas. Al contrario que Marcos, el catalán no es muy dado al mundo digital. “Estoy haciendo un proceso de desconexión, si pudiera volver al 3G, mejor que el 5G. No me interesa nada estar conectado de forma permanente. El cerebro no puede estar eternamente entretenido, nos estamos cargando los procesos de silencio que necesita para metabolizar las cosas. Los daños que eso provocará no se verán hasta dentro de un tiempo”, argumenta. Tena, pese a haber participado en fenómenos como Harry Potter –fue la bruja Nymphadora Tonks en cuatro películas– y la serie Juego de tronos –donde era la salvaje Osha, que acompañó más allá del muro a Brandon Stark–, permanece ajena a la fama de las redes. Utiliza su Instagram para hablar de viajes, amigos y mascotas, vive desde los 27 años en un barco que mueve por los canales de Londres cuando siente que su espíritu nómada necesita una mudanza y afirma que solo se da cuenta de la magnitud de algunos de sus proyectos cuando ve hordas de fans en los estrenos.
Anda descalza por el estudio fotográfico, cuenta que viene de hacer el Camino de Santiago con su mejor amiga y que lloró al pisar la plaza del Obradoiro, en Santiago de Compostela: “Fue raro, es algo que te sale. Soy completamente atea, pero soy humana, me emociono”. Quiere repetir la experiencia, pero por otra ruta, descubrir a fondo España, el país del que sus padres emigraron rumbo Londres durante el franquismo. “Mi madre, que trabajaba en Naciones Unidas, siempre habla de cómo una persona, un político, puede afectar muchísimo a una sociedad”, reflexiona, y luego subraya su postura anti-Brexit: “Me considero europea, es una locura lo que está pasando”. En su español con acento inglés recuerda los veranos en Hornachos (Extremadura), donde “pensaban que era la guiri” y que en Inglaterra, a su vez, la veían como “un bicho raro, una chica regordita, con piercings y rastas piojosas”.
Ese bicho raro llamó la atención de uno de sus profesores en Bedales School, un prestigioso internado situado a una hora y media al sur de Londres, célebre por fomentar las artes y la creatividad en un entorno natural, también escuela de Daniel Day-Lewis, Poppy y Cara Delevingne o Lily Allen. «Me pillaron fumando. Si se acumulaban las faltas te podían expulsar. Mi profesor de teatro me mandó a una sala y yo creía que era un cuarto de castigo, pero era un casting. Ahí conseguí mi primer papel». De esa forma, por pura casualidad, a los 16 años rodó su primera película, Un niño adulto, adaptación de la novela de Nick Hornby protagonizada por Hugh Grant y Rachel Weisz. No pensaba seguir en ese mundo, su idea al acabar en Bedales era irse a estudiar Filosofía en Australia o a desarrollar su carrera musical en la universidad especializada de Berklee, en Boston. Cuenta que tenía becas para hacer cualquiera de estas dos cosas, pero de la noche a la mañana sus prioridades dieron un giro. “Se me cambiaron todos los planes por amor”, afirma. Permaneció en el Reino Unido, empezó a hacer teatro y audiciones, creó el grupo Molotov Jukebox… Y en 2007 llegó Harry Potter y la Orden del Fénix. Tena no había leído los libros ni era consciente de lo que esto iba a suponer. “Fue una prueba más, como pasó con Juego de tronos. Es cuestión de suerte, creo que los trabajos surgen justo en el momento de tu vida que tienen que venir”, sentencia ella, que también ha participado en series como Origen o Black Mirror y ahora quiere trabajar más en el cine español, donde se estrenó de la mano de Carlos Marquet-Marcet con 10.000 kilómetros en 2014 y en 2020 estrenará Baby, de Juanma Bajo Ulloa.
Quim Gutiérrez: He hecho las cosas a mi manera, tal vez me habría gustado ser más gregario. La fórmula es no dar nada por sentado
Quim Gutiérrez también empezó actuar en su adolescencia. A los 13 años ya era conocido, desde los 12 salía en la tele catalana, como Martí en la serie Poble Nou y luego en su spin-off, Rosa. Pero decidió dejarlo, ya no se lo pasaba bien rodando. “Iba a la escuela de interpretación, me gustaba la idea de estar delante del público, que se rieran conmigo. Luego llegó un momento en que sufría mucho las consecuencias de la popularidad de la serie y quise ser un niño normal”, relata. Afirma que “entonces no había ese deleite por la celebridad de ahora, esa voluntad de conseguir notoriedad a cualquier precio, de que si no eres conocido no eres nadie”. Tras un parón de ocho años en los que estudió Humanidades en la Pompeu Fabra y teatro con Nancy Tuñón volvió a trabajar como actor. “Yo no recuerdo la idea de querer ser una estrella”, comenta. Pero en 2007 ganó el Goya a Mejor actor revelación por Azuloscurocasinegro y se convirtió en el rostro de una nueva generación de intérpretes españoles. A pesar de ello, dice que no se siente “símbolo de nada” y que mantenerse en esta industria no resulta sencillo: “He hecho las cosas a mi manera, tal vez me habría gustado ser más gregario. El camino particular está lleno de claroscuros y dudas, te planteas renunciar y te cuestionas si compensa. La fórmula es no dar nada por sentado”. El último año ha sido “el plan ideal” para él, porque ha combinado medios y realizado papeles variados (el 31 de diciembre estrena en Netflix El vecino, de Nacho Vigalondo, y en 2020 llegará a los cines Jungle Cruise, su debut en una superproducción internacional, dirigida por Jaume Collet-Serra, con Emily Blunt y The Rock en el elenco).
¿Notan los actores la influencia de movimientos como el Me Too o el Time’s Up en la industria? La londinense confirma que su trabajo se ha visto tocado de forma directa por sus efectos. En 2017 la cadena CBS canceló su serie Inteligencia colectiva tras una denuncia de acoso sexual a Jeremy Piven, que la protagonizaba junto a ella. La actriz Ariane Bellamar, que había trabajado con él en El séquito (HBO), lo acusó de arrinconarla y de tocamientos inapropiados. Entonces Tena no habló mucho del tema, pero ahora es tajante: “Era una causa más grande que la mía, la serie se tenía que cancelar. Aunque me había trasladado a Estados Unidos y perdí un trabajo, era importante que pasara. Obvio”. Gutiérrez sostiene que estos problemas no solo se dan en Hollywood: “Todos hemos escuchado hablar de rodajes chico-chica donde los límites de la seducción de chico con chica son ambiguos, y sabemos de casos donde se sobrepasa esa línea. Cuando compartiendo el camerino se dice ‘ven a cenar’, ‘ven a no sé qué’… Resulta extremadamente incómodo que tú vayas a comerte la boca con alguien y tengas la sensación de que está buscando otra cosa, o de que te están tocando más de lo que deberían”.
Laura Mañá, la directora de Te quiero, imbécil, es una de las fundadoras de la Asociación de mujeres cineastas y de medios audiovisuales (Cima), colectivo profesional que defiende la igualdad en el sector. Tena cree que la creciente presencia femenina en ciertos roles crea nuevas visiones de la mujer en la ficción: “Los personajes tienen más profundidad, antes era todo muy 2D, muy planos, novias, madres o putas. Ahora hay papeles mucho más complejos”. Recalca que el mundo avanza –”Hace no tantos años los hombres eran los machotes y los que trabajaban y las mujeres limpiaban en casa y tenían hijos”–, y subraya que todavía hay muchos problemas que deben abordarse, por lo que apoya causas como Orchid Project en su lucha contra la ablación. “Hasta que el mundo no vea a las mujeres sexualmente igual que los hombres no vamos a ser iguales socialmente”, asegura.
Natalia Tena: Hace no tantos años los hombres eran los machotes y los que trabajaban y las mujeres limpiaban en casa y tenían hijos
Según Gutiérrez, la clave para acabar con la masculinidad tóxica radica en la educación y en adaptarse a la transformación de la sociedad: “En el siglo XXI los cambios son muy rápidos, hay tantas cosas que si estamos atentos los hombres podemos utilizar para mejorar…”. Lo importante, apunta, es “la responsabilidad individual, lo que uno hace en su día a día, ajeno a agendas que envían desde fuera”. Pararse a reflexionar sobre los temas presentes en el debate social, como el feminismo que, defiende, “es una revolución necesaria después de muchísimo tiempo de un statu quo”. Películas y series están contribuyendo a modificar viejos patrones de conducta, opina Tena: “Las historias ayudan a la humanidad. Con más ejemplos se pueden conocer otras formas de ser. Yo de niña veía La sirenita. La comparo con Frozen y no tiene nada que ver, te das cuenta de que no necesitas a un hombre que te salve. Es importante que eso se cuente. El diálogo está cambiando poco a poco, pero falta muchísimo”.
Te quiero, imbécil sigue esa línea de acabar con los tópicos. Gutiérrez y Tena son Marcos y Raquel, dos amigos del instituto que se reencuentran cuando ella, un espíritu libre con las cosas muy claras, vuelve a Barcelona tras vivir en Londres. Esta vez, es el chico el que va de compras y hace un pase de modelos en la tienda, invirtiendo los papeles de clásicos del género como Pretty Woman, o el que se atreve con una coreografía y un streaptease ante la chica. “Me molesta el humor de trazo grueso. Laura, la directora, y yo coincidimos en las referencias: pelis de Judd Apatow, el tono de Seth Rogen como productor… Queríamos abordar de otra forma las relaciones chico-chica”, señala el actor, que huye de encasillamientos. “Durante un tiempo he sido muy reacio a las comedias románticas, por acumulación. Los personajes faltos de carácter, que son los que he interpretado más, me han dejado de interesar. Se puede ser perdedor y pringado, pero con carácter, como Marcos”. La pregunta que se hace este personaje durante toda la película es “¿Cómo es el hombre del siglo XXI?”, y para descubrirlo recurre a un caricaturesco gurú online interpretado por Ernesto Alterio. Gutiérrez insiste en que Internet no ayuda a saber cómo uno puede encauzar su vida: “Marcos busca respuestas y al final hace lo que hacemos muchos, que es hallar pegotes. Porque las respuestas, si las hay, están en ti, y consisten en descubrir qué cosas gustan de uno mismo y cuáles mejorar. Pero no es a base de ponerte cremas, ni de gimnasio o depilarte, ni de seguir las tendencias para vestirte de una manera diferente como vas a encontrar la solución”.
Tráiler de Te quiero, imbécil.
*Estilismo: Francesca Rinciari. Maquillaje y peluquería: Fer Martínez (Esther Almansa Management) para Mac y Sebastian Professional. Asistente de fotografía: Luis Iruela. Asistente de estilismo: Piluca Valverde.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.