De quienes lo guardan en un cajón a quienes se lo ponen para ligar más: ¿tiene sentido llevar el anillo de casados en 2021?
Guillermo de Inglaterra ha vuelto a ser noticia por no llevar su alianza pese a que nunca lo ha hecho desde que se casó con Kate Middleton. Una muestra de cómo el rechazo a este símbolo universal del compromiso y la fidelidad sigue generando debate y sorpresa.
Cada aparición pública de Guillermo de Inglaterra se convierte en una nueva oportunidad para disertar acerca de por qué no lleva su anillo de casado. Después de que el pasado fin de semana acudiera junto a Kate Middleton a la gala de los premios Earthshot contra el cambio climático, algunos medios británicos volvieron a titular con la pregunta del millón: ¿Por qué el príncipe no se pone la alianza? La razón, en realidad, es de dominio público desde que los duques de Cambridge se dieran el ‘sí, quiero’ en 2011. El palacio de Kensington, adelantándose a posibles habladurías y rumores, aclaró entonces que se trataba de una “preferencia personal” ya que no era dado a llevar ningún tipo de joya. Basta con teclear su nombre en Google para comprobar cómo el enigma sigue siendo una de las búsquedas más populares vinculadas al príncipe una década después. Pero Guillermo no está solo y la lista de parejas, famosas y anónimas, que prefieren prescindir de este símbolo del compromiso desde tiempos inmemoriales –existen diversas teorías sobre su origen, aunque parece que el intercambio de anillos se remonta al Antiguo Egipto– es mucho más amplia.
«Hay varios motivos por los que he decidido no llevar mi alianza matrimonial», explica Enrique (nombre ficticio), director de marketing de 32 años. «El primero es que no me gusta llevar ningún tipo de joyas en mis manos, ni siquiera reloj. Nunca las he llevado y siento cierto agobio cuando me las pongo», cuenta uniéndose al club liderado por el príncipe Guillermo. La segunda tiene que ver con la negativa de ceder a la presión social de llevar alianza tras su boda. «No considero que la intensidad de mi amor o mi fidelidad hacia mi pareja tenga que ser subrayada con ningún objeto material, ni caminar por la calle toda mi vida con una marca que indica que estoy casado, como si fuera un inhibidor de infidelidades. Como aquel que lleva ajos para evitar la mordedura del vampiro. Respeto a quienes apuesten por llevarla –mi mujer lo hace– al igual que respeto a quienes se tatúan el nombre de su pareja en el brazo», termina.
Su testimonio resume los motivos más repetidos entre quienes deciden dejar la alianza en su caja. Otros señalan cuestiones más terrenales como alergias, miedo a perder el anillo o la prohibición de llevar joyas en sus trabajos. «Soy médico y no me resulta práctico estar poniéndome y quitándome el anillo», afirma Noelia, de 29 años. «Además a nadie le interesa si estoy casada o no», añade. Para la psicóloga clínica experta en relaciones de pareja Silvia Sanz, la interpretación que puede hacerse de este gesto varía según si es un pacto entre ambos o una decisión unilateral. «Si los dos le otorgan un significado de fidelidad y amor, el no llevarlo puede ser una señal de alerta porque quizás sea un modo de buscar otras relaciones. En cambio, si lo ven como un accesorio que carece de significado, prescindir del mismo no modifica la confianza», opina.
Will Smith y Jada Pinkett-Smith o Beyoncé y Jay Z encabezan las listas de matrimonios célebres que se niegan a ponerse la alianza y políticos como David Cameron o Donald Trump han protagonizado exhaustivos análisis en medios como The New York Times acerca de si un anular desnudo puede ser simplemente eso o esconde otras implicaciones relativas a las relaciones, la fidelidad o el compromiso. También sobre si son ellos más propensos a liberarse de una atadura de 18 quilates que empezó a dejarse ver en las manos masculinas gracias a los soldados de la Segunda Guerra Mundial, simbolizando el amor que esperaba en casa y por el que merecía la pena su contienda. A lo largo de la historia, por cierto, el anillo también ha tenido connotaciones sexuales al considerarse una representación de la penetración de la mujer virgen.
En un artículo publicado en Medium en 2018, la autora hace de su postura antialianza un alegato feminista. «El anillo es solo un anillo hasta que alguien te lo regala o coloca en un dedo concreto. Entonces se convierte en una atadura […] Creo que las alianzas ya no representan el amor moderno. Ya sirvan como recordatorio, señal de obligación o información para posibles pretendientes, siempre se trata de la otra persona. Cuando miro mi mano quiero verme solo a mí», escribió. Sandra, dependienta en una tienda de 39 años, coincide con su tesis: «Me compré un solitario con un diamante hace muchos años porque siempre me había gustado. Todo el mundo lo interpretó como un anillo de compromiso, incluso sabiendo que no tenía pareja. Fue entonces cuando decidí que si algún día me casaba no llevaría alianza. No entiendo que sea necesario dar esa información sobre ti misma en cuanto te miran las manos».
El momento en el que se decide dejar de llevar también tiene implicaciones: no es lo mismo acordarlo desde el comienzo del matrimonio que desprenderse de él de la noche a la mañana tras varios años de casados. «En este segundo caso puede significar un problema en la relación siempre que se descarten otras causas de ese cambio de hábito como puede ser algún problema de salud, alergias, cambios de peso, comodidad puntual o el modificar creencias respecto a la forma de expresar el compromiso hacia el exterior». Entonces sí es importante, recomienda, revisar la relación para entender si detrás del gesto existen causas más profundas que no siempre se perciben. «Es una forma sutil de expresar que algo no funciona, que el vínculo no se percibe del mismo modo o que el compromiso ya no es tan fuerte», apunta. Jessica Biel, por ejemplo, se quitó el suyo cuando se publicaron unas fotos de su marido, Justin Timberlake, dándole la mano a la actriz Alisha Wainwright.
Aunque la alianza simboliza el amor ‘sin principio ni fin’, significado que daban al círculo los egipcios, y es una forma universal y reconocible de decirle al resto ‘ey, ya estoy pillado», a veces provoca el efecto contrario. «Llevarlo puesto puede atraer otras relaciones más que ahuyentarlas», explica la psicóloga y sexóloga. Este fenómeno es conocido como mate-choice copying (copiar la elección de pareja de otras hembras, ya que también se da en el reino animal) y en la psicología popular recibe la denominación del «efecto del anillo de bodas». Es decir: las mujeres –en el caso de los hombres ocurre en menor medida y existen menos estudios– podrían elegir pareja en función del compañero de viaje que ya han escogido o rechazado otras mujeres. Un hombre que ya ha sido elegido resulta más atractivo y es uno de los motivos por los que también son muchos los que ocupan su dedo anular sin estar realmente casados. También es una forma de atraer relaciones esporádicas ya que la alianza puede ser interpretada como una especie de freno para que la cosa no vaya a mayores.
Si bien las relaciones y las propias bodas son cada vez menos convencionales, pocas parejas son las que se celebran su enlace, sea o no religioso, sin el clásico intercambio de anillos. Y, aunque según la psicóloga Silvia Sanz, el hecho de tender hacia las relaciones donde prima la libertad y el amor sano puede provocar que en el futuro el uso de este signo de pertenencia no esté tan generalizado como hasta la actualidad, la experta considera que no desaparecerá. «Su utilización, de hecho, también se ha adaptado para exaltar la amistad entre dos personas o el amor entre familiares, como pueden ser entre hermanos o padres con hijos. Por lo tanto, la alianza siempre tendrá un significado de amor y unión entre dos personas».
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