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Por qué es un mito decir que Cannes es un festival feminista

El certamen insiste en finiquitar el debate a base de cuotas y obvia los discursos y miradas de su sección oficial.

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“Si murieras, tendría estas fotos para recordarte”, le comenta el protagonista de Love a su novia. “No quiero morir”, contesta ella, pero él insiste en evocar la muerte de ella y añade que la lloraría. En otro momento, él la llama ignorante, le dice que no tiene talento y que no será una buena madre. La guinda la pone cuando, después de acostarse con otra, le espeta que es una puta.

Gaspar Noé, director de Love, debe pensar que ha creado una obra sobre sexo, pero con amor. En realidad, de lo que habla su película es de una manera insana de quererse. También, de una violencia tamizada hacia las mujeres. Love resulta una película masculina, incluso en su retrato del sexo. En ella, el orgasmo pertenece esencialmente al hombre y se materializa de la manera más explícita y burda posible, con un pene que, gracias a la tecnología 3D, eyacula en la cara del espectador.

Cuando en 2012 el festival de Cannes presentó una sección oficial sin ninguna directora, le cayeron las críticas. El año siguiente, Valeria Bruni-Tedeschi estrenaba Un castillo en Italia en competición. En la presente edición, hay dos directoras en la sección oficial, dos realizadoras inauguraron las secciones principales y el jurado de Un Certain Regard está presidido por una mujer. El festival insiste en finiquitar el debate a base de cuotas. Sin embargo, también se puede argumentar que son dos realizadoras las que han creado los discursos moralmente más dudosos en torno a la figura de la mujer.

Mi rey, de Maïwen, es el retrato benevolente de una situación de maltrato. Con la cabeza alta, de Emmanuelle Bercot, presenta a una chica que tras un violento encuentro sexual declara su amor al asaltante. Con la cabeza alta fue ensalzada por uno de sus personajes principales, la jueza de menores interpretada por Catherine Deneuve. Se trataba del primer personaje fuerte del festival, y era una mujer. La crítica Eulàlia Iglesias pone en duda la lectura feminista del personaje: “representa al Estado y el Estado aparece en la película como una madre cuidadora”. Deneuve encarna, en definitiva, uno de los arquetipos más manidos de la mujer en el cine.
 

Catherine Deneuve interpreta en ‘Con la cabeza alta’ a una jueza de menores.

Mi rey no condena al maltratador (Vincent Cassel en la película), sino que pone en escena una visión perversa del maltrato. Uno de los mitos que intenta argumentar la violencia contra las mujeres afirma que esas mujeres son enfermas. De este modo, el origen del problema se sitúa en la mujer y no en el agresor. El uso de la expresión “eres, estás, te pones histérica” por parte del maltratador siempre tiene carácter de insulto y de desvalorización. Se utiliza también como sinónimo de desquiciada y deja a la mujer como alguien inhabilitado para una vida autónoma. Para consolidar su dominio, el maltratador intenta que la víctima pierda la referencia de la realidad, y para ello qué mejor que contextualizarla en la locura.

Lo verdaderamente cuestionable de una película como Mi rey es que no es el personaje del marido el que llama histérica a su esposa, sino que es la propia directora la que la retrata como tal. La mujer grita, se agita, pierde el control sobre sí misma y, a la postre, mira con estima a su maltratador. El insulto y la desvalorización no vienen de un personaje, sino de la mirada de la cineasta.

“El discurso de Mi rey y de Con la cabeza alta es inquietante”, comenta la crítica Imma Merino. “Está bien que en la programación haya directoras”, añade, “pero también hay que mirar qué imagen dan las películas de la mujer y cómo son los personajes”.

Al final, resultará que la película que mejor ha sabido retratar a la mujer es Mi madre, de Nanni Moretti. La protagonista de Mi madre es directora y funciona como una especie de alter ego del autor. Mientras ella trabaja, su hermano, interpretado por el propio Moretti, se dedica a cocinar y a cuidar de la madre de ambos, que está enferma. Lejos de la visión maniquea de Maïwen y de Bercot, Moretti da la vuelta a los arquetipos. “No creo que Moretti invirtiera los roles como un acto de feminismo, sino que quería que el personaje principal fuese capaz de mostrar sin tapujos sus emociones y para eso era mejor que fuese mujer”, dice Alin Taşçiyan sobre la película. Taşçiyan es presidenta de la Federación Internacional de Prensa Cinematográfica. Es la primera mujer que ocupa este cargo en una institución con ochenta y cinco años de historia.

“Cannes no es un festival feminista porque el feminismo no está entre sus objetivos”, sentencia Iglesias. Queda claro: no es una cuestión de cuotas, sino de miradas y de discursos. En este punto, Cannes parece estar en el mismo lugar de siempre.

*Violeta Kovacsics es presidenta de la ACCEC (Asociación Catalana de Críticos y Escritores Cinematográficos)

Fotograma de ‘Mia Madre’, de Nanni Moretti.

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