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De los suburbios y las colas de los supermercados a las pasarelas: cómo el chándal se ha convertido en prenda de lujo

Vilipendiado durante décadas como sinónimo de lo hortera, el uniforme deportivo es, en realidad, una señal de estatus.

“El chándal es un signo de derrota. Cuando pierdes el control sobre tu vida, te compras un chándal”. Entre los muchos talentos de Karl Lagerfeld estaba el de soltar frases lapidarias. También el de contradecirse constantemente. Antes de proferir esta había colocado a Linda Evangelista uno de tela gris y joyas para una campaña de Chanel en los noventa. Después, para su colección de invierno de 2015, el creador alemán diseñó varios chándals rosas que combinaban con las chaquetas de tweed marca de la casa. Para mostrarlos convirtió el Grand Palais en un supermercado; una metáfora para ilustrar que esta prenda, además de asociarse al mundo deportivo, está muy ligada a lo cotidiano: chándal para estar en casa, pasear al perro o ir a hacer la compra. Poco más.

Aunque hace años que eso ya no ocurre. De hecho, ese mismo invierno en que Lagerfeld se atrevió con el sport más literal, el diccionario Merrian-Webster incluía la palabra ‘athleisure’ entre sus páginas para referirse a la ropa deportiva usada para todo tipo de actividades diarias. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿cómo una prenda vilipendiada y ridiculizada por los árbitros del buen gusto ha acabado siendo una pieza de pasarela, un comodín para vestir en cualquier situación y hasta un objeto de lujo?

Desfile de Chanel otoño/invierno 2015
Desfile de Chanel otoño/invierno 2015PATRICK KOVARIK (AFP via Getty Images)

Con la fiebre fitness de los ochenta, el ‘chandalismo’ tuvo un intento de convertirse en macrotendencia global, pero no fue hasta el auge del hip hop cuando la prenda adquirió popularidad más allá de las canchas y los gimnasios. La década está cuajada de imágenes de Puff Daddy o Jay Z yendo en chándal a cualquier parte. El hecho de que así sea, y la subcultura del rap se apropiara de él tiene un sentido oculto: la idea de arreglarse y respetar códigos estrictos de indumentaria tiene que ver con la necesidad de agradar y encajar en el trabajo o las fiestas. Si se va en chándal es porque hay (o había, en este caso) tanto ocio como para poder permitírselo y tanta fama como para no tener que pensar en sentirte parte del entorno. El ‘porque yo lo valgo’ tan de los raperos (expertos en conjugar la sastrería más extrema con el sport más de andar por casa) es, de algún modo, también el de tantas celebridades fuera de alfombras rojas, paseando o yendo al aeropuerto. El chándal, al contrario de los que argumentaba Lagerfeld, no es un signo de derrota, sino de todo lo contrario (a no ser que seas Chenoa). Por eso algunos ricos y muchos poderosos en la sombra van con sudadera o pantalón deportivo, aunque la alta moda tardara en aprobar la evidencia.

Puff Daddy, el rey del chándal.
Puff Daddy, el rey del chándal.

La industria rechazó durante décadas el enorme status prescriptor de los raperos (salvo excepciones como Tommy Hilfiger o Ralph Lauren, que supieron hacer caja con ello). También, de algún modo, la influencia estética que tuvo en la calle el brit pop, siempre vestido con chaqueta de Adidas y hasta a la Spice deportista. Hasta que, hace más o menos una década, Riccardo Tisci (entonces en Givenchy) o Alexander Wang dejaron entrar el chandalismo en la pasarela y, con él, entraron las Kardashian a los front rows y A$AP Rocky o Rihanna a las campañas. A fin de cuentas, con el cambio de siglo, marcas como Juicy Couture se forraron haciendo chándals de terciopelo para Britney o JLo y las grandes marcas deportivas ya habían inventado el chándal de diseño: Alexander McQueen y Husseyn Chalayan trabajaron para Puma y ahí está la longeva colaboración de Adidas con Yohji Yamamoto, Stella McCartney o Raf Simons, entre muchos otros. El lujo llegó tarde, pero llegó con tantas ganas al chándal que parece que llevan diseñándolo toda la vida.

La maquinaria de la industria de la moda sacó toda su artillería para sintonizar con la calle y, durante el periodo entre 2015 y 2018 no había firma de lujo que no diseñara un chándal en sus colecciones. Ni celebridad que no lo llevara en cualquier situación, de Pharell yendo a los Oscar a Armmie Hammer promocionando ‘Call me by your name’ pasando, por supuesto, por Rihanna en cualquier circunstancia.

Hoy, que las reglas indumentarias se están quedando obsoletas y las tendencias están muriendo en favor de la individualidad, el chándal no solo es o puede ser una prenda para cualquier circunstancia, la verdadera clave está en ser lo bastante audaz como para mezclarlo con vestidos, tacones, o abrigos de vestir (si es que la expresión ‘de vestir’ tiene sentido actualmente). “La moda urbana ha muerto”, contaba recientemente a SModa Francesco ragazzi, creador de Palm Angels, la marca de ropa deportiva de lujo más exitosa del último año. No lo decía porque el chándal haya sido una tendencia pasajera sino por que “hoy toda la moda es urbana. No tiene sentido etiquetarla más”. En definitiva, la conquista del chándal, como la de las zapatilas, es una conquista más social que estética.

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