Playgirl: el regreso de la revista que desnudó a los hombres y empoderó a las mujeres
La publicación, considerada el reverso de Playboy, vuelve a editarse en papel en un solo número anual que podrá encontrarse en tiendas especializadas. Por supuesto, trae desnudos. Pero su compromiso con el feminismo va mucho más allá de mostrar penes.
Ahí estaba él. Sonriente. Luciendo bigote y con un cigarrillo en la boca. Desnudo sobre la piel de un oso… aunque, eso sí, tapando su pene con el brazo izquierdo. Burt Reynolds tenía 36 años y ocupaba el desplegable de la revista Cosmopolitan en lo que, sin duda, era pura hirsutofilia hecha fotografía. Pero, sobre todo, constituía la primera muestra de lo que después sería una revolución. Corría el año 1972 y era la primera vez que un hombre famoso posaba desnudo para una revista. Él estaba a punto de estrenar Deliverance junto a Jon Voight y aceptó ponerse ante la cámara de Francesco Scavullo, que después se especializó en fotografía de semidesnudos. Aquello fue idea de Helen Gurley Brown, la directora de Cosmopolitan. Se lo propuso al actor durante una pausa publicitaria del programa The Tonight Show en el que ambos habían coincidido. Antes se lo había comentado a Paul Newman, pero él declinó la oferta. Más tarde, Gurley Brown explicó: “En aquella época había hombres a los que les gustaba ver a mujeres desnudas. De lo que nadie hablaba era de que a las mujeres también les gustaba ver a hombres desnudos. Yo sí lo hice”.
En efecto, el desnudo de Burt Reynolds marcó un hito y abrió unas puertas hasta ese momento cerradas. La revista vendió un millón y medio de ejemplares. En los últimos años de su vida, el intérprete fallecido en 2018 llegó a arrepentirse de aquella sesión de fotos porque, según él, había dañado su reputación como actor serio. Lo explicaba muy bien en My life, sus memorias: “Lo que eran ovaciones se convirtieron en algaradas y silbidos. Se preocupaban más de mi pubis que mi interpretación”.
Más que hombres desnudos para mujeres
Burt Reynolds experimentaba así en sus carnes algo parecido a lo que muchas mujeres vivían desde hacía décadas. Por entonces, Playboy llevaba ya veinte años en el mercado y Penthouse contaba tres. Pero algo estaba a punto de suceder gracias a ese (exitoso) desnudo. Al año siguiente, en 1973, nació Playgirl. Y no, no tenía nada que ver con la empresa que editaba Playboy. De hecho, esta la demandó el mismo año por infracción de marca registrada, pero el asunto terminó resolviéndose por la vía amistosa.
Playgirl, que se editó hasta 2016, era una respuesta desde el punto de vista femenino (de hecho, su claim era The magazine for women, es decir, la revista para mujeres) al auge de las revistas masculinas con desnudos de mujeres. La idea nació de Jenny, la esposa de Douglas Lambert, el propietario de un club nocturno en Garden Grove, una ciudad del área metropolitana de Los Ángeles. El desnudo de Reynolds abrió el camino y demostró que había una audiencia para ello, pero en realidad el proyecto de Playgirl comenzó a gestarse antes que las fotos de Cosmopolitan; en concreto, durante el verano de 1971. Fue entonces cuando Lambert y su socio, el publicista William Miles Jr., invirtieron 20.000 dólares para echarlo a rodar. Dos años después, el primer número de Playgirl llegaba a los quioscos. En su portada, un hombre joven y lampiño abrazado desde atrás por una mujer aparecía desnudo, pero con las piernas cruzadas y la entrepierna convenientemente oculta en sombras. Un cierto pudor que también impregnaba las páginas interiores de aquel primer número. Cero penes. Pero vendió 600.000 ejemplares en cuatro días.
Los penes no tardaron en aparecer, aunque las erecciones sí. El actor Don Stroud fue el protagonista del desplegable de noviembre del 73. Aseguró que, para él, el desnudo no era un problema, ya que había crecido en las playas de Hawai y estaba acostumbrado. Pero tuvo que contratar a un maquillador para que disimulase la marca blanca de su trasero y sus testículos. Todavía eran momentos de penes flácidos en las fotos, entre otras cosas porque no existían referentes de poses o actings para hombres desnudos. Sencillamente, se limitaron a reproducir los de las mujeres en Playboy; esto es, sujetos pasivos de un deseo, con un cierto aire lánguido o, en el mejor de los casos, jugueteando con una pareja sexual. Era una cuestión que el propio Ira Ritter, el editor durante los primeros años, calificó como problema y que estuvo discutiéndose internamente hasta la década siguiente. Retratar la erección causaba bastante desacuerdo entre sus responsables, pero en los 80 todo se volvió mucho más explícito. Los siguientes años trajeron cambios en la propiedad de la revista, que corrían paralelos a la representación masculina cada vez más musculada que domina nuestros días y que estuvieron influidos por el auge de la estética gay, un público muy numeroso para la publicación desde el comienzo.
“Playgirl conseguía empoderar a las mujeres porque su mensaje iconográfico, sencillo y cuidado, nunca representaba violencia”, afirma Miryam Rodríguez Monter, doctora en Sociología con especialidad en Psicología Social. “La mujer, como observadora, tomaba el control de su sexualidad. Al mismo tiempo, presentaba a un hombre que conservaba su masculinidad y nunca estaba sometido a la mujer (recordemos que un gran porcentaje de su público y por tanto de compradores, eran hombres gays). La cosificación masculina no era tal, muy lejos de las imágenes mostradas en las publicaciones hermanas de su editorial, Blue Horizon Media”.
Pero el desnudo masculino no era el único gancho con el que contaba Playgirl en sus inicios. En su portada también había titulares como “Motivaciones sexuales: las obsesiones de la mujer promiscua”. Los artículos y reportajes en profundidad sobre temas de actualidad, como el aborto, la sexualidad, la política o el control de natalidad formaron parte de su ADN desde el principio, sobre todo por voluntad de Ira Ritter. Él fue quien quiso darle a la revista un cierto aire intelectual, y lo consiguió. Era habitual leer en sus páginas análisis sobre si Jimmy Carter era un candidato feminista, artículos que animaban a las lectoras a pedir la igualdad salarial que en efecto merecían, reportajes sobre la voz ignorada de las indias nativas americanas o firmas como Joyce Carol Oates, Bella Abzug, Maya Angelou, Margaret Atwood y sí, también hombres como el poeta Raymond Carver.
El momento perfecto
La revolución sexual que vivía Estados Unidos desde finales de los 60 (con el Verano del Amor en San Francisco en 1967 o los disturbios de Stonewall en Nueva York en el 69) y a lo largo de los 70, junto a hitos como la píldora anticonceptiva o un movimiento feminista apuntalado en los 60 con obras como La mística de la feminidad (1963) de Betty Friedan, por la que obtuvo el Pulitzer, fue el caldo de cultivo perfecto para el nacimiento y el éxito de Playgirl. Con el SIDA a una década de su eclosión, el país hervía en sexo libre. A más de 3.000 kilómetros de Los Ángeles, en Cincinnati, un tal Larry Flynt regentaba un club de strip tease en horas bajas llamado Hustler. En 1974 se le ocurrió crear una revista mostrando a las mujeres desnudas del local… y el resto es historia.
“Hace 45 años, la revolución sexual estaba en plena efervescencia en Estados Unidos y la publicación contribuyó, precisamente, a poner encima de la mesa cuestiones como el aborto, el control de natalidad, el propio feminismo o la sexualidad”, dice Rodríguez. “Voces como Anaïs Nin (el erotismo en las mujeres), de no haber sido por la revista, probablemente no hubieran tenido el profuso calado y difusión que consiguieron. Playgirl consiguió mezclar contenido pornográfico muy cuidado y muy light, como suele gustar a los medios (es lo que permite vender y es lo que busca cualquier negocio), con cierto mensaje feminista sin grandes problemas, ya que el gran público tampoco quiere grandes dicotomías. No fue un símbolo de rebeldía, sus desnudos no lo fueron… Sí novedosos, sí distintos, pero no rompedores”.
“Supo representar una de las máximas feministas de la época: el placer y el deseo de las mujeres importa”, asegura Loola Pérez, sexóloga y autora de Maldita feminista (Seix Barral, 2020). “El hecho de que muchas mujeres se atrevieran abiertamente a desear provocaba reacciones muy diversas: escándalo, asco, rechazo… La revista rompía con las normas culturales tradicionales, pues admitía que las mujeres no eran un sujeto pasivo en la sexualidad, no estaban hechas meramente para ser miradas o para sonrojarse ante el cuerpo masculino. Si bien la revista tuvo también un notable éxito entre el público gay, lo cierto es que funcionó como una especie de pedagogía erótica para las mujeres. A través de sus páginas, muchas de ellas, cautelosas y llenas de dudas, ser acercaron a la sexualidad y exploraron otros significados más allá de la función reproductiva”.
La mujer como observadora
Invertir el sentido de la mirada era, sin duda, parte del objetivo feminista inicial de Playgirl. Poner al hombre como el sujeto observado y a la mujer como la observadora tenía un carácter subversivo innegable, pero hay algunos matices en ello. “La idea que subyace detrás de las páginas del Playboy para mujeres, no tiene, ni tuvo, nada de moderno porque, siendo realistas, mostrar un desnudo masculino no tiene nada que ver con mostrar un desnudo femenino”, apunta Miryam Rodríguez. “La cosificación en ambos casos es totalmente diferente. Judith Butler y Simone de Beauvoir ya nos adelantaron lo que las imágenes recogidas en la publicación mostraban: significados que se han construido socialmente y que cosifican los cuerpos de mujeres y hombres de forma totalmente diferente. El modo en el que se representa eróticamente al hombre, siempre depende de subrayar su autonomía y su control, mientras que las representaciones de las mujeres siempre se han basado en subrayar la sumisión y la disponibilidad”.
La vuelta de Playgirl
Editar una revista en papel en el año 2020, cuando la prensa arrastra una crisis cuyo inicio ya se pierde en el horizonte y la pandemia está a punto de darle el golpe de gracia, es en sí misma una iniciativa revolucionaria. Si además se trata de Playgirl, la cosa puede generar unas expectativas por las nubes. Es lo que acaba de suceder. A finales de octubre, la que fue considerada el reverso de Playboy volvió a estar disponible en Estados Unidos. Sí, en papel… aunque con un único número impreso al año. Según la empresa, su distribución no se hace en quioscos, sino en “una cuidadosa selección de tiendas de revistas de gama alta, librerías, tiendas de diseño y tiendas de museos de todo el mundo, así como a través de suscripciones”. En sólo 12 horas vendieron más de 2.000 ejemplares, lo cual no está nada mal en la era digital.
Detrás del reflotamiento de Playgirl, cerrada en 2016, se encuentra Jack Lindley Kuhns. Adquirió los derechos de la revista en diciembre del mismo año que dejó de editarse. Su intención es devolverle el carácter de la publicación original (que en realidad sufrió muchas fluctuaciones a lo largo de su historia). Para ello, desde entonces ha ido formando un equipo mayoritariamente femenino. Pero, ¿es la nueva Playgirl feminista?
“Creo que el feminismo en la actualidad tiene un significado muy distinto al de los años 70”, nos expone Lindley desde Nueva York. “Nuestro objetivo ha sido es de coger esta publicación con 50 años de historia y hacerla acorde a nuestros días. Playgirl es una revista feminista en el sentido de que trata a todo el mundo por igual e incluye una increíble diversidad de culturas”.
He aquí un asunto bastante peliagudo, que le granjeó a la publicación original unas cuantas críticas: la cuestión racial. “La revista, con la perspectiva aventajada que proporciona estar ahora en 2020, dejaba fuera a mucho del público femenino, ya que estaba destinada fundamentalmente a mujeres blancas heterosexuales”, sentencia Miryam Rodríguez.
En un país como Estados Unidos, editar en pleno siglo XXI una revista femenina en la que no haya mujeres racializadas, así como de diferentes edades y con diversos tipos de cuerpos, podría considerarse prácticamente una provocación. De hecho, cuando el periodista le pregunta a Lindley por una persona que él soñaría para la portada, contesta: “Michelle Obama sería mi sueño. Pero tengo una lista completa, incluidos algunos hombres que nos gustaría tener en la portada”.
Por el momento, en su número de vuelta, tanto la portada (sin apenas titulares, en línea con muchas de las actuales revistas impresas de moda o estilo de vida) como el desplegable interior los protagoniza Chloë Sevigny, desnuda y embarazada de nueve meses, fotografiada por Mario Sorrenti. El fotógrafo italoamericano, en cuyo portfolio destaca el desnudo, ha trabajado anteriormente para cabeceras como Vogue o Harper’s Bazaar. En su entrevista, Sevigny habla de la incertidumbre de la nueva maternidad. La escritora Brittany Newell, autora del libro Oola y colaboradora de revistas como Granta o Dazed, firma un artículo en el que habla de su mejor sesión BDSM. La actriz Ivy Elrod habla de familia e identidad. El escritor Carvell Wallace, colaborador de The New York Times Magazine, GQ, Esquire o The New Yorker y cuyo podcast Closer Than They Appear trata la identidad racial (y ganó el Radio Television Digital News Award) habla de amar a los hombres y odiar al patriarcado. Pamela Love, especializada en literatura infantil, explica cómo logró alcanzar su propia verdad después de sufrir un auténtico colapso mental. Korsha Wilson, experta en gastro, cuenta su comida más memorable en lo más alto del mundo. Mila Jaroniec, autora del libro Plastic Vodka Bottle Sleepover, escribe sobre la paternidad y el culto a la independencia. Ruth Reichl, especializada en libros de cocina, habla de la amistad entre mujeres. Aminatou Sow también habla de la amistad, feminismo y el monumental cabreo que todos tenemos en este 2020. La nueva revista nombra también a sus Playgirl’s Heroes: diez mujeres activistas, desde la fundadora de una alianza por las trabajadoras domésticas hasta una activista trans negra o la co-creadora de Black Lives Matter.
La nueva desnudez
¿Y qué hay de los desnudos? “La desnudez siempre será importante para Playgirl. Es lo que nos define como revista”, dice Lindley. “Pero también queremos cambiar la manera en que se muestra el desplegable central. No se trata de quién aparece o de su aspecto; se trata del artista y de su idea de lo que es el póster, así se inspiren en el pasado o aporten sus propias ideas sobre lo que es sexy”.
En efecto, en su primer número incluye reportajes fotográficos que rinden homenaje a la versión inicial de la revista y que abordan temas tan dispares como el poder, el juego, la crisis de la mediana edad, la verdad sobre envejecer o una revisión de las viejas ideas de la belleza, a cargo de artistas como Myla Dalbesio, Elinor Carucci o Harley Weir.
Otra de las grandes dudas es si volverá a estar impregnada de ese aire gay que siempre tuvo (a fin de cuentas, nació en los 70), pero que arreció en su última etapa. “En el primer número de esta nueva época era muy importante para mí volver a las raíces de la revista como entretenimiento para mujeres”, aclara su nuevo editor. “Hemos querido incluir a todas las razas, tipos de cuerpos e identidades de género, y hacer honor a todas esas comunidades que son parte del pasado de Playgirl. En el futuro añadiremos mucho más con la comunidad gay, y vamos a pasarlo muy bien con los próximos números”.
Su vuelta plantea muchos interrogantes, empezando por el papel que puede desempeñar una revista sobre desnudos en un mundo en el que la desnudez está literalmente en la palma de la mano de cada uno de nosotros, vía smartphone.
“¿De verdad es novedoso o necesario un nuevo Geoff Minger, mostrando una erección completa? Novedoso ya no y necesario, pues tal vez tampoco… Pero seguiría dando mucho de qué hablar, mucho. Y ahí está en realidad la dicotomía, falsa, de: penes sí o penes no, en la misma dimensión que pechos/pubis sí o pechos/pubis no. Es la doble moral que tiene siempre el hablar del feminismo y de los significados corporales”, reflexiona Rodríguez.
“Hablar de cuerpos, de representaciones corporales, de sexualidad, desnudez, cosificación y feminismo, es necesario siempre; aún es necesario. La gran diferencia y quizá la duda es saber cómo se ponen encima de la mesa esos enfoques en pleno siglo XXI, en una nueva ola del movimiento feminista, y en plena pandemia mundial. El retorno de Playgirl debe asegurarse que viene envuelta en un buen packaging, como las buenas reediciones de los perfumes: el contenido será el mismo (con toda probabilidad), pero si consigue que el embalaje esté cuidado, sea atrayente, con desnudos actualizados, con nuevos enfoques (light) del feminismo, todo lo demás, será una versión 5G de sus inicios”, concluye Loola Pérez.
Cuarta ola del feminismo, el #meToo, maternidad en tiempos de crisis, nueva masculinidad, revolución trans, Black Lives Matter, digitalización, diversificación de la belleza, pandemia… muchos son los retos y las oportunidades que se le plantean a la nueva Playgirl. Y, sin embargo, el desnudo sigue fascinando tanto como el de aquel Burt Reynolds sobre la piel del oso.
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