¿Nos pone el verano más ‘calientes’?
Sexualmente hablando, el verano es la estación más excitante pero, ¿se debe esto a cambios químicos u hormonales o a las vacaciones, la ausencia de estrés y los cuerpos bronceados y ligeros de ropa? Los expertos opinan.
Siempre he tenido predilección por el verano y las historias al estilo de las de Tennessee Williams, en las que el calor es uno de los principales protagonistas, catalizador para desatar las pasiones y los instintos menos domesticados. La ventana indiscreta, Fuego en el cuerpo, La tentación vive arriba, Un tranvía llamado deseo, Últimas tardes con Teresa… Las largas noches de insomnio y las altas temperaturas parecen tener el poder de desenmascarar al más pintado y la vida se vuelve más extrema, sin medias tintas. Las auténticas personalidades afloran en el patio de recreo que supone el verano, ese paréntesis a la rutina anual, en el que tenemos la sensación de que la vida es mucho más fácil de lo que parece o de lo que nos han hecho creer. It’s summertime and the living is easy –es verano y vivir es más fácil- como decía la canción compuesta por George Gershwin y reinterpretada mil veces por los grandes del jazz.
Gran parte de los argumentos de esas maravillosas historias tienen su base en la teoría de que el calor enciende nuestro deseo y hace subir nuestra libido con consecuencias a veces maravillosas, a veces nefastas. La ropa más ligera e insinuante, las ganas de refrescarse, los largos días de vacaciones por delante, sin nada que hacer, son mucho más efectivos en nuestro apetito sexual que el más potente de los afrodisíacos. La gran mayoría de los mortales coincidiría en que todo esto es cierto y que, en general, los caribeños demuestran más interés por el sexo y más pasión que los funcionarios de Dusseldorf, y que cuando estos últimos viajan a un país más cálido experimentan una leve trasformación de su personalidad –aunque los calcetines los sigan manteniendo- . La duda está en si todos estos cambios que el verano produce en nuestra libido tienen una base científica o responden, más bien, a factores medioambientales.
La luz del sol y su mayor duración en los inacabables días estivales parece que ejerce una importante influencia en ciertas sustancias que juegan un papel clave en la vida sexual de muchas especies, ya que la primavera y el verano son las épocas más propicias para el apareamiento. Estudios del Boston State Hospital, llevados a cabo por el doctor Abraham Myerson, que falleció en 1948, encontraron que los rayos ultravioleta incrementaban el nivel de testosterona en los machos en un 120%, mientras que en las hembras liberaban estrógenos, lo que favorecía la ovulación. Por una vez, la naturaleza parece que predispone a los dos sexos para que coincidan y hagan juntos cosas sucias, con el fin de perpetuar la especie.
Los científicos no parecen ponerse de acuerdo en si esto es del todo cierto y a que especies afecta. Para el sexólogo Manuel Lucas, miembro de la Sociedad Española de Intervención en Sexología, la única evidencia del aumento del deseo en tiempos de calor se encontró en los rumiantes silvestres (bovinos, caprinos, camélidos…). A los ejemplares de esta especie les sube la actividad testicular durante el verano, provocándoles un mayor crecimiento de la cornamenta. “Aunque la mayor parte de los estudios se han realizado con animales, parece que también en el hombre el efecto solar podría aumentar los niveles de testosterona, sobre todo al final del verano. Esta estación, por tanto, predispone a la mayor liberación de estas hormonas de una manera natural”, sostiene Lucas en su trabajo.
La serotonina es un neurotransmisor que se produce en el cerebro y que nos hace sentir bien, nos proporciona sensaciones de placer y aumenta con el ejercicio físico, la luz solar y la buena alimentación. La luminosidad tiene un efecto directo en la producción de esta sustancia, que además de hacernos ver la vida de color de rosa, también incrementa nuestra excitación sexual, como sentencia Ray Sahelian, experto en ciencia y nutrición por la Drexel University y autor del libro Mind Boosters -Potenciadores de la mente- (St. Martin’s Gritin).
El calor también relaja los músculos, y al tener la piel más al descubierto intensifica las sensaciones receptivas. En una palabra, nos vuelve más sensuales, estando más en contacto con nuestro cuerpo y sus demandas, como comenta la psicóloga y terapeuta sexual norteamericana, Stella Resnick, en su libro Reencontrar el placer (Urano). Las capas de ropa que nos vemos obligados a llevar en invierno son los mejores aliados de los defensores de la castidad, aunque un calor excesivo puede provocar también un efecto antilujuria y causar irritabilidad y agresividad.
Sin embargo, no todos creen en este determinismo endocrino, la sexóloga Pilar Cristóbal, sostiene que la mayor predisposición que tenemos en verano a disfrutar del sexo no se debe a sustancias químicas, sino a que variamos nuestro estilo de vida. “El deseo se genera en el cerebro y este es el que debe dar permiso para que haya interés en el sexo”, comenta Cristóbal. “Si estamos estresados y sin tiempo libre no habrá excitación. Es verdad que la luz del sol hace que se produzcan una serie de neurotransmisores que nos hacen sentir mejor, pero tienen más que ver con el ánimo y la alegría de vivir que con el deseo sexual, claro que estas dos cosas van muy ligadas”. Esta experta tampoco cree en el mito de que los caribeños sean, por determinantes geográficos, más sexuales que los noruegos. “Recientemente se ha hecho un estudio en Brasil llevado a cabo por colegas de ese país, en el que se pone de manifiesto que los niveles de deseo sexual han disminuido y se cree que se debe a la introducción de la forma de trabajar y el modelo de vida europeo”.
La sexóloga y ginecóloga Francisca Molero, del Institut Clinic de Sexología, de Barcelona, opina que “el hecho de que nos apetezca más en vacaciones, es resultado de un conjunto de factores. La mayor cantidad de luz tiene un efecto bioquímico importante, sobre todo en la producción de serotonina, que nos levanta el ánimo. No hay más que ver como en los países nórdicos las enfermedades relacionadas con la depresión son más comunes. Pero yo creo que en los humanos, que no tenemos un sexo tan instintivo, tiene más peso la motivación. El tiempo libre, la falta de responsabilidades laborales, la mayor exposición de unos cuerpos más cuidados –la gente vigila más su alimentación y el bronceado suele favorecer a todo el mundo- y el hecho de que se está más tiempo en la calle y se interactúa más con la gente, hace que nuestras ganas de sexo y las oportunidades aumenten considerablemente”.ç
Ya sea por la química o por el efecto del físico, en verano los portales de contactos y de búsqueda de pareja registran más socios y las ventas de condones aumentan, aunque a veces sean solo meras expectativas y se vuelva de las vacaciones con el paquete –en ambos sentidos- intacto. Pero esa energía generalizada de pasarlo bien, aprovechar el día y hacer algo que podamos contar a los nietos, cuando cumplan la mayoría de edad, siempre estará ahí cada año, con la llegada del calor.
Hasta Olivia Palermo, siempre tan ‘recatadita’, se deja llevar por la pasión veraniega.
Cordon Press
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.