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No quiero sexo, mejor abrázame

Muchos priorizan los mimos y el cariño a las relaciones sexuales y ya hay empresas dedicadas a satisfacer sus necesidades de afecto.

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HBO

Un estudio de 2012 afirmaba que alrededor de un tercio de los hombres que pagan por sexo desean algo más, como una relación sentimental, con las trabajadoras sexuales. La investigación la llevaron a cabo Ronald Weitzer, profesor de sociología de la Universidad George Washington y la sexóloga Christine Milrod, y se basó en las opiniones recogidas, entre 2006 y 2011, en un foro donde los clientes y las prostitutas compartían sus experiencias. Al parecer, muchos de los que los pagan por sexo buscan un sentimiento más profundo de afecto. Es algo así como cuando uno compra una revista, pero realmente no está interesado en los artículos que puedan aparecer en ella, sino en el bolso, la película o el libro que regala. El estudio recogía también algunas declaraciones de los usuarios de estos servicios, como el de alguien que apuntaba: “me encanta el sexo, pero hace poco me di cuenta que lo hago por más que eso, por cariño, por cercanía y conexión emocional”. Weitzer y Milrod subrayaban también que últimamente se observaban cambios en la forma de los servicios sexuales, como la aparición de la modalidad llamada “experiencia de novia”, en la que la relación entre el cliente y la prostituta trasciende la mera transacción económica para incorporar elementos de amistad o afecto. Algo que el mundo inventó hace ya tiempo y que los cubanos bautizaron con el nombre de jinetera/o. Sexo aderezado con cariño.

Este estudio viene a demostrar lo que muchas y muchos profesionales han contado ya en libros, tertulias y documentales. Un segmento considerable de sus clientes paga única y exclusivamente para que alguien les abrace, les escuche, cene con ellos o para tener un hombro en el que llorar. Información que da una renovada perspectiva a la tradicional imagen del oficio más antiguo del mundo y de los elementos y personajes que lo integran.

¿Sexo o afecto?

Lo ideal es que ambos vayan unidos, pero no es tan común encontrar este binomio. Por eso en EEUU existen ya lo que se llaman 'cuddlers' o abrazadores profesionales, como Samantha Hess, ex coach personal, que ofrece contacto físico a 45 euros la hora. La idea de crear este tipo de ocupación se le ocurrió hace dos años, cuando atravesaba una mala racha tras la ruptura de una relación que había durado diez años, y vio en la tele un experimento. En la calle había un hombre con un cartel que decía “Abrazos de lujo a 2 dólares”. A su lado, otro chico publicitaba: “Abrazos gratis”. Curiosamente, la gente iba al que era de pago. Hess entendió que los que daban dinero tal vez esperaban un servicio más esmerado –habría también que ver como eran uno y otro 'abrazador'–, por lo que puso en marcha su empresa Cuddle Up To Me, en Portland (EEUU). Imagino acudiendo a ella a banqueros y peces gordos de Wall Street, de los que contribuyeron a crear la crisis incluyendo la fantasía y la ciencia ficción en el sistema financiero y preguntándose a sí mismos por qué nadie los quiere.

Samantha recibe en casa, donde cuenta con una cama y un sofá, se desplaza a donde lo requiera su cliente e incluye posturas como la Cuchara o Tarantino, está última especialmente indicada para aquellos que se muestran reticentes a acurrucarse junto a un extraño y se conforman con sentarse uno frente al otro y abrazarse solo con las piernas y los brazos. “Masaje para la mente” es el nombre que Hess usa para denominar a su terapia. De pequeños, si tenemos suerte y nacemos en un entorno positivo, recibimos caricias y carantoñas, pero a medida que nos vamos haciendo mayores estas se reservan única y exclusivamente para el sexo –suponiendo que éste sea bueno– así que, ¿por qué no comercializar también el afecto, empaquetarlo y lanzar ofertas tipo dos por uno?

¿Sobrevivir sin sexo o sin cariño?

Hacerlo sin cariño resulta algo más duro, por eso los japoneses, los que menos relaciones sexuales tienen del planeta, hace tiempo que separan muy bien estos dos conceptos y cuentan con establecimientos en los que acudir a comprar ambos servicios. El fuzoku (comercio del sexo) proporciona rápidas y asépticas relaciones sexuales, mientras que existe todo un negocio paralelo para satisfacer esa necesidad de calor humano: clubs donde los clientes charlan y hablan con las chicas, escorts, o novias de alquiler. Esta última idea es una actividad floreciente y cuenta con empresas como Moedate, que asegura que proporciona experiencias emocionales de romance real, aunque sus acompañantes, chicas –ya que la idea está pensada para clientes masculinos– tienen prohibidas las relaciones sexuales. Una cita de una hora cuesta alrededor de 4.500 yenes (32 €), pero las hay más largas y con declaración de amor incluida.

Aunque se tenga pareja, a veces la distancia hace imposible el contacto físico. El mercado ha pensado también en una solución a este problema gracias a LovePalz, un gadget creado por el taiwanés Oni Chan y destinado a producir sensaciones físicas a distancia y con dos partes, Zeus (para ellos) y Hara (para las chicas), que responden a los movimientos de la pareja. Si uno hace presión en un lugar, el otro la siente y viceversa.
 

El servicio ‘Moedate’ ofrece citas que simulan ‘el romance’ y en las que está prohibido el sexo.

Moedate.jp

Los beneficios del 'magreo'

Un término intermedio entre sexo y afecto es lo que ahora se denomina petting y antes se llamaba magrearse, el deporte preferido de los adolescentes que se inician en la sexualidad y que parece poco recomendable en la edad adulta, si una no quiere que la tachen de calientapollas –es curioso como no existe una equivalencia para el término en masculino, ¿calientacoños?–. Siempre he reivindicado esta práctica porque es un juego que nos ha proporcionado un enorme aprendizaje, que activa el deseo cuando este está algo decaído y que nos obliga a replantearnos nuestro proceder, en el caso de que un exceso de experiencia nos haga caer un poco en el mecanicismo y el metesaca y que tan bien reflejan las malas películas porno. Y, ¿por qué no?, a veces es interesante dejar las cosas a medias para retomarlas más adelante.

Los sexólogos utilizan a menudo esta estrategia, la de tocarse sin llegar a tener relaciones sexuales propiamente dichas, en casos de falta de deseo como un puente para llegar al sexo, pasando primero por el afecto y el contacto físico. “Cuando las parejas están muy mal, que ni pueden ni tocarse, yo les recomiendo que se acuesten juntos en la cama, uno al lado de otro, rozándose simplemente. La practica del petting está muy indicada para estimular la libido o para la edad más madura, cuando ya se han tenido historias previas y uno tiene la sensación de que cualquier cosa nueva tienda a acabar mal”, cuenta Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga y directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona.

Algunos se han preguntado sobre el motivo final y verdadero de por qué los humanos tenemos sexo y la respuesta no está en la reproducción, sino en el placer que éste conlleva. Pero lo curioso es que el placer no parece venir de la estimulación de los órganos sexuales sino de una interacción más sociológica, que busca el contacto, la emoción y la conexión con los otros, como se expone en un artículo de Psychology Today titulado ¿Por qué tenemos sexo?

Recuerdo la satisfacción que produce cuando un amante, a los que supuestamente, según el significado del término, solo se les ve para tener sexo, sugiere tímidamente que estaría bien verte con algo de ropa encima e ir al cine o a pasear por el parque, –señal de que se había establecido una conexión más profunda que la carnal–; mientras que cuando un amigo de toda la vida empieza a tirarte los tejos, es tiempo de presagiar que nada bueno saldrá de esa idea.

TIN CUP, Kevin Costner, Rene Russo, 1996. (c)Warner Bros. Courtesy: Everett Collection
©Warner Bros/Courtesy Everett C (©Warner Bros/Courtesy Everett C)

Kevin Costner y Rene Russo en ‘Tin Cup’ (1996).

Everett

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