Los beneficios de dormir desnudo
La ciencia asegura que hay más ventajas que inconvenientes: eleva los niveles de oxitocina y aporta felicidad a la pareja.
Marilyn Monroe estaba en lo cierto cuando usaba para dormir unas simples gotas de Chanel nº 5. Como comentaba en una entrevista sobre sus hábitos de vida, que recogía la revista Pageant, la estrella jamás gastó un dólar en ropa de noche, “duermo en una cama extra ancha, y uso sólo un enorme edredón para cubrirme en invierno o en verano. Nunca he podido dormir con pijamas u horripilantes camisones, disturban mi sueño".
La ciencia ha dado la razón a la rubia por excelencia y recientes estudios demuestran los beneficios de dormir en cueros, solo o acompañado. Malas noticias para los fabricantes de ropa para ir a la cama, pero según estas investigaciones, si tuviéramos algo de aprecio por nuestra salud y erotismo, abrazaríamos el nudismo entre las sábanas. Yo hace tiempo que no me paso nunca por la sección de saltos de cama y, créanme, no la añoro en absoluto. Empecé a prescindir de los pijamas por una cuestión económica, pero pronto descubrí que se dormía mejor sin ropas que limitaran el movimiento, costumbre que seguí practicando en invierno y en casas sin calefacción, en las que levantarse a las 7:30 de la mañana resultaba toda una hazaña.
No hace mucho que la Asociación de Algodoneros Estadounidenses, Cotton USA, ha dado la razón a Monroe con una encuesta que realizó entre más de 1.000 británicos, y de la que se desprendía que el 57% de las personas que duermen desnudas son felices en su relación de pareja, frente al 48% que duerme en pijama, el 43% que usa camisón y el 38% que usa body; en un país en el que, según un estudio de la National Sleep Foundation, un 30% de los ingleses duermen en cueros todo el año. ¡Vaya memez! dirán muchos que se reirán de que la felicidad dependa de lo que uno se pone encima para dormir. Sin embargo, la ausencia de ropa corporal durante la noche tiene algunos beneficios demostrados. Para empezar es más higiénico para las zonas genitales, ya que las horas de sueño pueden ser las únicas en las que nuestras partes no estén en estrecho contacto con la ropa interior, lo que muchas veces, sumado al calor, provoca la proliferación de bacterias. Recuerdo como en una ocasión una enfermera de la seguridad social me recomendó quitarme las bragas en verano nada más llegar a casa para que “corriera el aire”. Tal vez sea eso lo que buscan las celebrities cuando, últimamente, prescinden de la ropa interior en sus eventos, y no responda a un mero afán de provocar.
En el caso de los hombres, favorece también la fertilidad porque las células que producen los espermatozoides funcionan mejor a temperaturas ligeramente por debajo de la normal del cuerpo. Dormir sin ropa evita que el cuerpo acumule temperaturas altas y esto favorece la liberación de melatonina, una hormona que, entre otras cosas, combate el envejecimiento celular. Evitar un exceso de calor corporal también activa la hormona del crecimiento (HGH), que afecta a casi todas las células del cuerpo, y que es esencial para la reparación ósea y de los músculos.
Los niveles de cortisol se regulan mejor a temperaturas no demasiado elevadas y en las primeras horas del sueño, entre las 22.00 y las 02.00. Es en esta franja horaria cuando esta hormona desciende, evitando que se sitúe en rankings demasiado altos, causados por estados de estrés prolongados, lo que ejerce un beneficiosa influencia sobre la presión sanguínea, la tendencia a aumentar de peso y el envejecimiento prematuro.
Dormir ligero de ropa eleva los niveles de oxitocina, conocida como “la hormona del amor” y relacionada con los patrones sexuales. La oxitocina contrarresta el estrés y la depresión mediante la lucha contra los efectos nocivos de un cortisol demasiado elevado. Según Francisco Segarra, psicólogo y coordinador de la Clínica del Sueño Estivill, en Barcelona, “dormir con demasiada ropa no es saludable con respecto al sueño, y menos si ésta es ceñida, porque entonces impedimos la regulación de la temperatura corporal, que lleva implícita una serie de funciones relacionadas con la nivelación de determinadas sustancias y hormonas, que nos ayudan a poner en orden todo lo que se ha alterado durante el día. Esa es la función del sueño, regular el organismo”.
Otra cuestión diferente es el eterno debate sobre si es mejor dormir con la pareja o en camas independientes y, últimamente, las voces se decantan más, no solo por la separación de bienes, sino también por la de los cuerpos durante la noche. Una cosa es el sexo y otra, muy distinta, el sueño. Déjenme que les cuente la historia del luchador de sumo, que leí hace tiempo en un libro de Itsuo Tsuda, un japonés que creó el Katsugen Undo, un sistema de trabajo corporal basado en series de movimientos regeneradores. Érase una vez un luchador de sumo que ganaba todos los torneos y que era el mejor del reino. Un día conoció a una mujer, se enamoró de ella y se casó y, tras el matrimonio, empezó a dormir junto a ella, en la misma cama. Su esposa era muy pequeña y delicada y el luchador de sumo tenía miedo a aplastarla de noche, con lo que, inconscientemente, su cuerpo dejó de moverse durante el sueño, como lo hacía habitualmente. Tras un tiempo el luchador empezó a perder su fuerza y sus combates y ya nunca más fue el mejor del reino. Lo que Itsuo quiere contar con esta historia es que durante la noche el cuerpo realiza movimientos inconscientes de descarga que sirven para relajar los músculos y liberar el estrés y que, si no se dispone de espacio para hacerlos, se está uno privando de esta beneficiosa terapia natural.
Un artículo de la BBC News titulado Bed sharing “bad for your health” hacía eco de los estudios del doctor Neil Stanley, que trabaja en uno de los principales laboratorios del sueño en la Universidad de Surrey, Reino Unido. Stanley asegura que las parejas sufren un 50% más de problemas a la hora de dormir si comparten la cama. La investigación revela que dormir mal está ligado a posibles depresiones, problemas de corazón, trastornos pulmonares, accidentes laborales y de tráfico y divorcios, a pesar de que esta relación ha sido ignorada como un aspecto importante para la salud.
Este investigador asegura que la tradición moderna de la cama matrimonial comienza con la revolución industrial, cuando las personas se mudan a ciudades masificadas y no tienen suficiente espacio para vivir. En la antigüedad no era raro que los matrimonios durmiesen separados. Incluso en la antigua Roma, la cama matrimonial se utilizaba exclusivamente para las relaciones sexuales, no para dormir. Stanley es firme partidario de que se retome la antigua tradición en aras de un mejor descanso y para evitar disputas entorno a los ronquidos, visitas nocturnas al baño, número de mantas que debemos echarnos encima o temperatura óptima de la habitación.
Los partidarios de una activa vida sexual, siempre a favor de dormir en el lecho matrimonial, pueden empezar también a reconsiderar su postura, desde el momento en que muchos especialistas aseguran que las camas separadas, contrariamente a lo que parezca, pueden avivar el erotismo. Es la teoría e la sexóloga francesa Ghislaine Paris, autora de varios libros sobre el tema, entre ellos L’importance du sexuel (Odile Jacob, 2013). En un artículo de Doctissimo.es, Paris afirma, respecto a la rutina de pernoctar cada día junto a la pareja, “llega un momento en el que el acto sexual no lo provoca el deseo real, sino la proximidad. El único objetivo es la búsqueda de la satisfacción”. El artículo continúa, “en estos casos la sexualidad es el resultado de una oportunidad, un poco como si cogiéramos cada día un bombón de una caja abierta, con la pérdida de entusiasmo que eso conlleva. El cuerpo del otro está al alcance de la mano, accesible. Paulatinamente el valor de la unión sexual se degrada y el deseo se apaga. En este sentido, dormir en habitaciones separadas puede reactivar la intencionalidad sexual y poner en marcha la seducción. Si uno decide visitar la habitación del otro es porque siente deseo y quiere mantener relaciones”.
Ahora toca dormir en habitaciones separadas –en el caso de que nuestras reducidas viviendas nos lo permitan–, cuando hace dos semanas les hablaba de tener sexo a diario, pensarán muchos. Si, la vida es complicada e incoherente, y la sexual todavía más. Pero yo veo igual de sexy hacerlo a diario que retirarse a sus aposentos y hacer una incursión o asalto nocturno al vecino de habitación, para luego volverse a la suya a dormir a pierna suelta ¿No les parece?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.