La vida de puntillas
El ballet de Nueva York se gasta medio millón de dólares al año en zapatos. Un mini documental explica por qué.
Parecen vestigios de cuentos de hadas, caprichos de niñas soñadoras. Esas zapatillas de satén rosa sobre las que giran bailarinas. Pero además de un objeto bonito son unas herramientas de precisión de las que depende el éxito de un ballet. Procuradoras de gloria y de una cuota de dolor. Tan fundamentales para las bailarinas como las ruedas para los ciclistas.
En Pointe shoes, un mini documental de Galen Summer explora la estrecha relación de las bailarinas con sus zapatillas de punta. Su protagonista, Megan Fairchild del New York City Ballet, demuestra la travesía que tiene recorrer una bailarina antes de encontrar su calzado perfecto.
Se calzó su primer par a los once años: “un gran acontecimiento para una chica”, comenta en el vídeo. Desde entonces, cada vez que llegan a sus manos unas nuevas zapatillas tiene que seguir exactamente el mismo procedimiento: un ritual que antecede a la actuación y consiste en doblarlas, coser los lazos, raspar la suela, aplicar resina y vendarse dedos del pie con esparadrapo. Lo que a las bailarinas novatas puede llevar una hora, las más experimentadas lo dejan zanjado en cinco minutos.
Una bailarina del English National Ballet cose sus zapatillas antes de salir a escena
Getty
Como primera bailarina Fairchild asegura que usa un nuevo par al día. Llega a sostenerse en ellas hasta ocho horas diarias y necesita el máximo apoyo de unas puntas nuevas. En temporada de representaciones usa un par por cada ensayo y otro por cada actuación.
Cada par cuesta al ballet de Nueva York 67,50 dólares, lo que al final de temporada supone a la compañía medio millón de dólares en zapatillas. Ni Anna Dello Russo y sus 4.000 parejas de tacones.
Las zapatillas están confeccionadas a medida por artesanos según las especificaciones de cada bailarina. En Freed London, cada experto tiene un símbolo: una corona, una llave, un trébol… Según Tamara Rojo, bailarina y nueva directora creativa del English National Ballet, nunca pueden conocer personalmente al zapatero detrás del emblema.
Las zapatillas de ballet han sobrepasado el ámbito de la danza, capturando el interés de la industria de la moda. Pocos pueden resistirse a su encanto. A la manera que tienen de realzar el empeine y a su combinación de simplicidad, candidez y coquetería. Las bailarinas color maquillaje son un clásico que sigue arrasando en las calles de todo el mundo; Repetto, la casa de los zapatos favoritos de Brigitte Bardot, es una firma súper ventas con prestigio más allá del baile, Courtney Love hace de las puntas un elemento decorativo y Amy Winehouse usaba las originales de raso de Freed London. Además trabajan duro sobre el escenario.
Que nadie las llame cursis.
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