Historias que salen del armario
Dos libros en los que participan figuras como Lena Dunham, Greta Gerwig y Kim Gordon utilizan la ropa como poderosa herramienta de storytelling.
Juliet Landau-Pope trabaja como declutter coach, algo así como «asesora anti-Diógenes». Cobra por ir a las casas, abrir los armarios y decir a la gente lo que tiene que tirar. Landau-Pope es también una de las entrevistadas en Women in Clothes (Penguin), el compendio de entrevistas, relatos, fotos e ilustraciones que han recogido las escritoras Leanne Shapton, Sheila Heti y Heidi Julavits. En el libro, la coach le cuenta a Julavits que a sus clientes les resulta prácticamente imposible enseñarle sus cosas sin contarle de dónde vienen, su significado. Cada vestido, un recuerdo. Cada bolso, una aspiración o el símbolo de alguna derrota. La bloguera Emily Spivack detectó algo similar y hace años empezó a coleccionar historias asociadas a prendas de ropa. Ha hecho talleres en el Museo de Arte Contemporáneo de Filadelfia y el MoMA neoyorquino, a los que los participantes acuden con una prenda y un relato, y en su web, Worn Stories, anima a hacer lo mismo.
Ally Lindsay / Princeton Architectural Press
Ahora recoge algunos de estos textos en un libro del mismo título y en el que intervienen personas anónimas y otras muy conocidas, como la artista Marina Abramović, quien habla de las botas que utilizó cuando caminó por la Muralla china; la actriz Greta Gerwig, quien escribe sobre una camisa que le legó uno de sus primeros amantes, o Piper Kerman, la mujer real que inspiró Orange is the New Black, quien describe el traje de chaqueta que llevó en el juicio en el que la sentenciaron.
Ambos libros están curiosamente hermanados: Julavits escribe uno de los miniensayos de Worn Stories –una fábula sobre las zapatillas de lona que llevaban las niñas pijas de su barrio y cómo conseguían lucirlas como si fuera calzado de ballet, algo que ella jamás logró– y Spivack, quien también es autora del aclamado blog de historia(s) de la moda del museo Smithsonian, Threaded, es una de las más de 600 mujeres entrevistadas para Women in Clothes, que muy probablemente se publicará en español el año que viene y en el que también interviene gente como Miranda July, Lena Dunham o Kim Gordon, de Sonic Youth.
En Worn Stories, el chef Marcus Samuelsson cuenta por qué usaba unas Converse azules al principio de su carrera.
Ally Lindsay / Princeton Architectural Press
Más allá de las coincidencias, los dos títulos tienen en común el deseo de tratar la moda de una manera que no es la más frecuente, de reconocer la importancia que le damos a lo que nos ponemos y de aprovechar ese punto de partida para tratar temas como el dinero, el trabajo, la herencia cultural, la edad o el cuerpo. Al fin y al cabo, como resume Spivack, «es fácil identificarse con el tema. Nos vestimos todos los días, así que la ropa es una herramienta muy útil para contar una historia».
Para su experimento, casi todos los participantes suelen escoger una pieza muy corriente, zapatillas, camisetas, mochilas… Pero casi todas son íntimas y muy reveladoras: «Es algo que noté cuando empecé el proyecto. Les pedí a mis amigos más cercanos que me hablasen de una prenda y me acababan contando cosas que yo no sabía sobre ellos, que nunca habían confesado», cuenta. Muchos son relatos de construcción de la identidad. El crítico musical del New Yorker, Sasha Frere-Jones, habla de una chaqueta que se compró de adolescente en Camden Market y llenó de parches, en su intento de parecer el chaval rebelde que en realidad no era. El chef Marcus Samuelsson, de origen sueco-etíope, decidió al principio de su carrera que, ya que iba a ser siempre diferente (era el único negro en las cocinas con estrellas Michelin), ¿por qué no destacar también por sus Converse azules?
La diseñadora de moda Cynthia Rowley narra la historia de su banda de Girl Scout.
Ally Lindsay / Princeton Architectural Press
El estigma de la frivolidad. Las tres autoras de Women in Clothes encontraron en sus entrevistadas las mismas ganas de expresarse. No les costó conseguir que las participantes rellenasen un largo cuestionario (que cualquiera puede contestar en la web del libro) con preguntas como «¿Se fija en otras chicas por la calle?» o «¿Sigue algunas reglas a la hora de vestir?». Según Julavits, editora de la revista literaria The Believer y autora de novelas como El palacio mineral (Mondadori), «las mujeres nos decían muy a menudo que estaban encantadas de poder charlar sobre ropa de una manera seria. Al principio, les preocupaba admitir que era algo importante para ellas, temían que eso les hiciera aparecer como frívolas. Pero ha sido como superar un estigma».
A Shapton le sorprendió lo «elocuentes y abiertas» que se manifestaron. Y eso que a las autoras del libro nunca les ha preocupado admitir que les importa la estética, algo que queda bastante patente en sus obras. En la novela Cómo debería ser una persona (Alpha Decay) de Sheila Heti, dos amigas íntimas tienen una importante pelea cuando una le copia el vestido a otra. Shapton incluso publicó un libro, Artefactos importantes (Duomo), en el que explica la historia de una relación amorosa a través de sus objetos y las prendas que se prestan y se regalan. Pero matiza: «La moda es una cultura muy rica y completa, llena de artistas, historia y revolución. Que te interese la ropa es compatible con que te interese la moda. A mí me importan las dos».
En Worn Stories, la cantautora Rosanne Cash habla sobre la camisa de su padre.
Ally Lindsay / Princeton Architectural Press
De los cientos de microhistorias que recogen los dos títulos se puede deducir que la moda le produce al común de los mortales placer y ansiedad a partes casi iguales. Para Sheila Heti, una de las piezas más reveladoras del libro fue el exhaustivo diario de compras de la periodista Emily Stokes. «Leyéndolo, te das cuenta de cuánto espacio ocupa esto en nuestra mente. Es una pieza muy ilustrativa de cómo intentamos, al adquirir ropa, llegar a ese sitio utópico y difícil de alcanzar, que nos representa y nos hace sentir bien. En realidad, es una búsqueda sin final».
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