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Por qué Deborah Kara Unger, la protagonista de ‘Crash’, desapareció de Hollywood tras la polémica que levantó la película

La controversia que generó la cinta, que ahora se reestrena, hizo que la actriz canadiense decidiera apartarse de las grandes producciones.

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Lo primero que el espectador ve en Crash, que acaba de reestrenarse en cines coincidiendo con su 25 aniversario, es a Deborah Kara Unger. Nada de preliminares. Catherine, que así se llama su personaje, se abre la blusa negra, se saca un pecho con sujetador blanco y lo refriega contra el salpicadero de un coche. Después lame el coche mientras recibe a su amante por detrás.

Cuando protagonizó esa escena, Unger era una completa desconocida para los espectadores. Su estatus era muy distinto al de sus compañeros de rodaje. James Spader pertenecía al mainstream desde que interpretó al villano rico en La chica de rosa (1986) y encaró los noventa especializándose en yuppies depravados y en personajes perturbados con algún tipo de obsesión, como su voyeur en Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989). Normal que sus agentes se interesaran por el papel de James, el productor de cine que se excita con los accidentes de tráfico, cuando se supo que el canadiense David Cronenberg tenía previsto adaptar Crash, la novela J.G. Ballard. Al parecer, a Spader le gustaba el papel pero le preocupaba mucho qué otros actores y actrices formarían el reparto. “Al fin y al cabo, me follo a todo el mundo en la película”, ha dicho Cronenberg que le razonó. Por su parte, Holly Hunter estaba considerada en esos momentos una de las actrices de prestigio por excelencia, después de que en 1993 tuviese una doble nominación al Oscar: secundaria por La tapadera y principal por El piano, que ganó. Hunter, al parecer, persiguió a Cronenberg para hacerse con el papel de la doctora Remington, la viuda que sobrevive a un accidente y que guía al personaje de Spader en el submundo de los fetichistas de los siniestros de carretera. En realidad, lo que quería Hunter era trabajar con Cronenberg, al que admiraba, como fuese. En la película también estaban Rosanna Arquette en un papel menor aunque muy controvertido. Arquette ya disfrutaba entonces en la industria del estatus de “actriz a la que llamas cuando tienes un papel de rarita o de drogadicta o ambas cosas a la vez” y Elias Koteas, un actor canadiense de origen griego que sonaba en el circuito del cine independiente por su aparición en Exotica de Atom Egoyan (1996). Su papel, según se dice, se llegó a ofrecer a Michael Hutchance de INXS.

En ese cast de veteranos cayó Unger, una actriz canadiense hija de un ginecólogo y una especialista en energía nuclear que había estudiado arte dramático en Australia porque se obsesionó de adolescente con el cine de Peter Weir. Fue allí solo después de graduarse en Filosofía y Economía en la Universidad de Victoria, con dos años menos que sus compañeros, ya que de niña se saltó dos cursos. Unger hizo algunos trabajos en Australia, incluida una serie con una entonces desconocida Nicole Kidman, y se instaló después en Hollywood, donde sumó algunos créditos menores, el más interesante un papel pequeño en una serie creada por David Lynch, Hotel Room. El de Crash debería haber sido el papel que la lanzase a protagonizar los thrillers eróticos que definieron la era o películas neo-noir, también muy en boga en los noventa. Se esperaba que se convirtiese en algo a medio camino entre Sharon Stone y Linda Fiorentino, pero nada de eso sucedió.

Cuando se estrenó el filme, fue tal la conmoción que causó el tema y la osadía con la que Cronengerg había abordado la película, que apenas se mencionó a los actores en las críticas de la época, excepto para decir que estaban todos “glaciales”. A menudo se exagera cuando se dice que una película fue controvertida en su día, pero en el caso de Crash no es ninguna hipérbole. En Reino Unido, el Daily Mail hizo de Crash una de sus causes célebres, llevando en portada el titular a página completa “Prohibid la película del sexo y los accidentes”. El crítico Alexander Wagner dijo que la película iba “más allá de los límites de la depravación”, la calificó de “pornografía” y añadió que contenía “algunos de los actos más pervertidos y algunas teorías de desviación sexual nunca propagadas en el cine convencional”. Como dice el propio Cronenberg en un vídeo que ha grabado con motivo del reestreno de la película, “suena bien, ¿eh?”.

Wagner encabezó una campaña contra la película que hizo que se prohibiera en algunas zonas de Inglaterra. Varios miembros del Parlalmento y el presidente de la asociación de afectados por accidentes de tráfico se pronunciaron al respecto. Se instigó una campaña de boicot a los productos de Sony, que distribuía la película. Francis Ford Coppola, que encabezaba el jurado que le concedió un premio especial en Cannes, la detestó tanto que se negó a darle la Palma de Oro y, cuando otros miembros del jurado se rebelaron e insistieron en darle el premio especial, él rechazó entregárselo a Cronenberg en la ceremonia de cierre del festival.

De alguna manera, la única participante de la película que no salió indemne de todo aquello fue Unger, a la que los periodistas que la entrevistaban en 1996 trataban como si compartiese inclinaciones sexuales con su personaje, o bien como si fuera una rubia estúpida más.

A medida que la película iba restaurando su reputación para convertirse en un clásico casi incontestable –es interesante comparar el destino de las dos Crash. La de Paul Haggis ganó el Oscar a la Mejor película en 2004 y se recibió como una aguda reflexión sobre el conflicto racial y ahora es constantemente ridiculizada y tenida por una película fallida– también se ha revalorizado el papel de Unger. En la edición del DVD de Criterion, la colección de cine que canoniza a las películas que incluye, se destaca solo su interpretación de todo el cuarteto, y se dice que está “sublimemente desapegada”. Ella ha explicado que la experiencia de interpretar a Catherine, que está total o parcialmente desnuda en casi todas las escenas en las que aparece y tiene más gemidos que líneas de guión, casi la superó pero que le cambió “como individuo más que como actriz”.

Tras Crash, Unger hizo de Ava Gardner en una miniserie de HBO sobre el Rat Pack, apareció en Payback, con Mel Gibson, en Huracán, con Denzel Washington y en las películas de terror Silent Hill y Silent Hill: Revelation, pero se dedicó sobre todo al cine independiente, con títulos como Trece, en la que hacía de madre alcohólica de una adolescente. En las escasas entrevistas que ha concedido desde entonces se le adivinan muy pocas ganas de jugar al juego de Hollywood. Al parecer, concierta ella misma sus citas con la prensa, sin publicista ni agente ni asistente y es extremadamente educada y profesional. Asegura que jamás ha tenido un novio que pertenezca a la industria del espectáculo. “Soy un poco noir y fría y parece que me hayan metido una zanahoria por el culo”, le dijo a un periodista del periódico canadiense The Globe and Mail tras contarle lo avergonzada que se había sentido cuando un camarero le pidió una foto para su restaurante.

Escuchando sus respuestas, se entiende por qué Unger decidió no aceptar los papeles de bomba sexual con un filo homicida que seguramente le llegaron tras Crash. En una ocasión, cuando tenía que trabajar con Edoardo Ponti y su madre, Sofia Loren, en la película Between Strangers, le parecía que su papel, una violonchelista que ha jurado venganza contra un hombre, no tenía dimensión. “Me siento como en un anuncio de perfume. Estoy demasiado guapa”, dijo al director. Entonces le propuso engordar nueve kilos. “Fue perfecto. Ese mecanismo psicológico es muy normal para las mujeres. Cuando estás deprimida, buscar reconfortarte, buscas comida. Así que comí y comí. Qué fácil es ganar peso. Mi cara se puso completamente hinchada y la carga de mi personaje se volvió aparente”. Ese tipo de decisiones se suele reconocer con premios y buenas críticas a los actores, pero no a las actrices rubias. “De bote”, suele aclarar ella también en las entrevistas.

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