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Cuando el sexo empieza por los pies

Se dice que el órgano más sexual es el cerebro pero hay muchos que prefieren centrarse en los pies. Un fetichismo que cada día cuenta con más adeptos.

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Los fans de las películas de Quentin Tarantino estarán acostumbrados a ver algunos ejemplos de culto a la podofilia, según el diccionario: pasión erótica o excitación sexual por los pies, que el director de cine incluye en sus cintas. La primera parte del cuerpo que le vemos a la señora Mia Wallace en Pulp Fiction es su base desnuda y el diálogo que mantienen Vincent y Jules sobre esa zona de la anatomía, antes de pasar a la acción, es toda una declaración de intenciones. Las referencias a este objeto de deseo son también palpables en Kill Bill y en Jackie Brown, con las adornadas extremidades inferiores de Bridget Fonda. Pero el culmen de cualquier podólatra se expresa en Abierto hasta el amanecer, en la secuencia en la que de la exótica bailarina, con serpiente incluida, interpretada por Salma Hayek.

El director de cine comparte este fetichismo con otros personajes conocidos como Marilyn Manson, Andy Warhol, que según dicen tenía un pie humano momificado en su mesilla de noche, Dostoyevsky y el actor Christian Slater que ha declarado:”siempre me gusta experimentar en la cama y probar y descubrir nuevas formas de pasarlo bien. Creo que los dedos de los pies son muy divertidos”. Para Elvis la diversión pasaba también por ahí, ya que sus ayudantes inspeccionaban a las chicas, descalzándolas, antes de que estas pudieran tener un encuentro romántico con El Rey. Por seguir en el mundo de la música, Ricky Martín y Carlos Baute han confesado su predilección por las “patas traseras” y Luís Buñuel dijo en una ocasión: “el fetichismo del pie constituye un ejemplo fascinante de la perversidad humana”.

Es mucho más difícil encontrar a mujeres “perversas” sin embargo también las hay: Brooke Burke, presentadora estadounidense de televisión y Britney Spears, que reconoce que le gusta que los hombres le besen los pies. ¿Y a quién no? Ya sea en el sentido literal o metafórico.

En el mundo de los fetiches decantarse por la parte del cuerpo que nos sostiene es tendencia y existen ya modernos burdeles en los que las chicas trabajan únicamente con sus pies. No hace mucho que el periódico británico Daily Mail publicaba la historia de una estudiante de Nueva York de 19 años, Olivia, que saca 800 dólares a la semana trabajando como prostituta “de pies” a tiempo parcial. Una ocupación a tener en cuenta ahora que con la crisis los políticos y las empresas insisten en que los trabajadores deben estar en continuo proceso de aprendizaje y reciclaje. Olivia tan solo tiene que llevar una perfecta pedicura y dejar que sus clientes besen, toquen, acaricien, laman, huelan o chupen sus patitas y si tiene más habilidades con sus extremidades inferiores, mejor que mejor. Además, el hecho de que no hay ni siquiera que desnudarse deja a salvo la moral y los sentimientos de culpa que parecen empeñados en querer centrarse siempre en ciertas partes de la anatomía.

Últimamente las webs de anuncios de contactos empiezan a tener mensajes de personas interesadas en “conocer a una chica con pies bonitos y que deje que alguien juegue con ellos” y solicitan una foto de tobillo para abajo. La industria de los juguetes eróticos ya ha sacado el Sifeet Pussy Foot , un objeto surrealista donde los haya, como salido de la cabeza de Dalí, que consiste en un pie de silicona con una vagina en el medio de su planta. Perfecto para matar dos pájaros de un tiro.

Sobre el trasfondo psicológico de este fetichismo se han barajado muchas teorías. La de Freud es que en muchas culturas, la experiencia del niño con su madre puede involucrar adoración por el pie. Si esto deja una huella en la conducta sexual puede trasformar esta parte del cuerpo en un referente erótico, porque además, es lo primero que ve el pequeño de la gente, cuando empieza a caminar. Jung afirmaba, sin embargo que el pie era el símbolo del alma porque es lo que sostiene al ser humano erecto ( y a unos más que a otros). El neurólogo indio, Vilayanur S. Ramachandran, sostiene que los genitales y el pie ocupan áreas contiguas en el córtex somático-sensorial, lo que posiblemente hace que haya enlaces inconscientes entre ellos. También están los que mantienen que la forma del pie, con sus numerosas curvas, es similar a la de las caderas femeninas. Sin olvidar que el sexo y los pies ocupan el mismo campo visual durante el acto sexual, cuando las piernas están alzadas. Muchos hombres estarían cerebralmente influenciados por esta imagen.

Pero la teoría más interesante es sin duda la del autor del blog La esquina del fetichismo de pies, que relaciona su obsesión con la serie de dibujos animados Los Picapiedra, que veía cuando era niño, en la que todos los personajes iban descalzos porque en la Edad de Piedra, los zapatos todavía no existían. Con la invención del calzado esta pasión se extendió en muchos casos a todos los complementos que adornan o visten este miembro: anillos, tatuajes, pulseras de tobillo, medias, stilettos, como plasmó el genial fotógrafo Elmer Batters (1919-1997) en sus maravillosas fotos eróticas donde los pies, las medias y los tacones son los protagonistas. En los fascinantes pero también puritanos años 50, sus trabajos eran rechazados y tuvo que especializarse en revistas de adultos, un género editorial que incluía imágenes de chicas con poca ropa y artículos de tono picante. Batters llegó a ser acusado de obscenidad y perversión y llevado ante los tribunales.

Pablo, madrileño, discípulo y admirador de Elmer, del que tiene todos sus libros de fotos, confiesa que no se siente muy cómodo hablando de su inclinación con ciertas personas. “Se supone que ahora todos somos muy abiertos y admitimos todo tipo de particularidades a la hora de entender la sexualidad, pero cuando dices que los pies te excitan la gente te ve, no tanto como un pervertido, sino como un friki. Con algunas de mis novias tuve problemas porque no entendían mis fantasías sexuales”.  

Joseph Weir, el fetichista de Brooklyn, también fue un incomprendido. Claro que él no tenía problemas para echarse literalmente a los pies de las mujeres que viajaban en el metro de Nueva York y empezar a dar rienda suelta a su pasión entre el 2003 y el 2006. “Solo quería hacerlas sonreír y que se animaran a hablar conmigo”, declaro Weir. Un consejo: si es usted podólatra no se tire al metro, visite la página fetichistadepies.com y descubra todo un universo de nuevas posibilidades con tan solo ejercitar un poco las extremidades inferiores, en plan mono.

Tarantino bebiendo del pie de Salma Hayek en Abierto hasta el amanecer.

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