Charlotte Tilbury: en los dominios ibicencos de la reina del maquillaje
La maquilladora de las estrellas hoy trabaja con Nicole Kidman, Jennifer Aniston, Penélope Cruz, Jessica Chastain o Kate Moss, pero su historia comenzó en una playa de Ibiza.
Por el sillón de maquillaje de Charlotte Tilbury han pasado Nicole Kidman, Jennifer Aniston, Kim Kardashian, Jessica Chastain o Kate Moss, que se encuentra además entre sus amigas más cercanas. Para ella preparó durante años una alquimia de antiojeras con pigmentos que la modelo utilizó como labial de cabecera. Maquilló a la top el día de su boda con Jamie Hince, a Amal Alamuddin para su enlace con George Clooney o a Penélope Cruz en los Oscar. Blake Lively ha confesado en varias ocasiones que no sale de casa sin su corrector, «un Spanx para los ojos», y Jennifer Lopez bebe los vientos por sus polvos compactos. Pero el furor por la británica no afecta solo a celebridades: desde 2012 con su canal de YouTube (que acumula más de 60 millones de visualizaciones) y desde 2013 con su propia línea cosmética, la experta encandila a un público global.
Crecer en Ibiza avivó mi propia creatividad.
Todo empezó en Ibiza, donde vivió hasta los 13 años y adonde regresa cada verano, a la residencia que hoy comparte toda su familia: «Es mi rincón favorito del mundo, aquí crecí y aquí me siento en casa. Es un lugar que alimenta mi espíritu y que asocio con felicidad, alegría, libertad y diversión», reconoce Tilbury. En la playa conoció a la que sería su mentora, Mary Greenwell, entonces maquilladora de la princesa Diana de Gales: «Era amiga de mi familia y veraneaba en Ibiza. Fue una de las primeras personas en abrirme los ojos a la industria de la belleza. Me animó a formarme en el Glauca Rossi Makeup School y en los noventa me convertí en su asistente».
Su padre era artista y su madre, productora. ¿Cómo recuerda su infancia en la isla, en un entorno tan creativo?
Siempre pienso en Ibiza como un sitio mágico y bohemio, un lugar lleno de bellos matices, de rincones inspiradores y de gemas escondidas. Normalmente digo que crecer aquí fue como hacerlo en una cazuela de creatividad, rodeada de visionarios que avivaron mi propia inventiva. Mi talentoso padre, Lance, era pintor; él fue el que me enseñó cómo funciona la base de colores, tonalidades y contrastes.
Desde pequeña tuvo claro que quería ser maquilladora. ¿Cómo fue su encuentro con el mundo de la belleza?
Mi madre, Patsy, siempre me decía que un lápiz de labios es glamour instantáneo. Me gustaba verla, con aquella manicura impecable, aplicándose su labial rubí. Ella ha sido una de mis mayores referencias, la que me descubrió el maquillaje en su acepción más positiva: esa que tiene que ver con su poder de aumentar la confianza. Pero mi relación personal con el color se inició con 13 años, cuando probé la máscara de pestañas. Enseguida me sentí magnética y fascinante; notaba que la gente me trataba de otra manera. En el colegio empecé a hacer cambios de imagen a mis amigas, a aconsejarles sobre qué ropa usar, qué tonos se adaptaban a su cabello…
Lleva en el sector casi 30 años. ¿Cómo ha cambiado su trabajo en este tiempo?
Desde que empecé profesionalmente, a principios de los noventa, no he tenido dos días iguales. De ser una joven ansiosa por aprender y desarrollar mis habilidades pasé a colaborar con algunas de las superestrellas más bellas de la industria, disparar portadas para las cabeceras más importantes, trabajar en pasarelas o, por supuesto, lanzar mi propia revolución de belleza. Sé que soy afortunada por levantarme cada día con un oficio que amo: hacer que mis increíbles fans sientan la mejor versión de sí mismos. Mi mantra es: «Dale a cualquiera el maquillaje adecuado y podrá conquistar el mundo».
¿Y cómo hace para mantener esa ilusión intacta?
A la hora de desarrollar nuevas colecciones, colores o fórmulas me inspira la necesidad. Siempre busco maneras de facilitar la vida a hombres y mujeres, crear productos que les permitan verse bien, pero que sean simples y fáciles.
¿El abuso de polvos de sol a principios de este siglo? Gran parte de la culpa la tuvo Charlotte Tilbury, que en 2002 bronceó a Kate Moss en unas icónicas imágenes de Mert & Marcus. De la mano de Annie Leibovitz o Mario Testino ha trabajado en campañas para Burberry, Stella McCartney, Michael Kors, Giorgio Armani o Loewe y ha ejercido de directora creativa para las líneas de maquillaje de Tom Ford y Helena Rubinstein. Con su firma homónima encapsuló esa experiencia y dio la vuelta a la rueda, dialogando con sus consumidores antes de que lo exigiera el mercado. «Hasta hace no tanto las opciones de compra eran limitadas: las marcas y los distribuidores potenciaban las categorías que más beneficio les reportaban y tanto productos como tendencias o formulaciones estaban enfocadas a las marcas», explica Larissa Jensen, analista en la consultora NPD. Mientras el sector aprende a ser reactivo, la inglesa que supo prever la necesidad de cercanía recoge sus mieles. Se ha rodeado de las mujeres de su familia: «Mi sobrina Sofia, maquilladora, es parte integral del negocio y embajadora de marca. Mi hermana Leah y mi sobrina pequeña, Bella, también están muy involucradas».
El lanzamiento de su firma en 2013 fue todo un éxito. Con la perspectiva del tiempo, ¿a qué lo atribuye?
Inauguré cuando estaba 100% convencida de que la marca tenía todo lo que necesitaba. Apliqué los mejores ingredientes y las mejores fórmulas a mi experiencia y a la de un gran equipo. Vi un nicho en el mercado: me di cuenta de que la gente entraba con miedo al pasillo del maquillaje, que había mucha confusión, así que quise crear algo que no intimidara. Siempre me ha gustado compartir con el mundo los secretos de las estrellas, permitir que ese conocimiento resultara accesible a cualquiera fue la base de todo.
Ha trabajado en desfiles en Nueva York, Milán o París. ¿Cree que la pasarela sigue creando tendencias de belleza?
Está en mi ADN y por supuesto me parece que sigue moldeando tendencias. Es una plataforma creativa, tanto para los diseñadores como para los makeup artists, en la que pueden arriesgarse e innovar. Son propuestas mágicas que se trasladan fácilmente al día a día.
¿Y qué papel juega la alfombra roja?
Siempre ha sido, y aún lo es, un espacio para el glamour. Forma parte de esos momentos del año en los que el maquillaje toma protagonismo. Todos los focos se colocan tanto sobre los vestidos como sobre los looks de belleza y sí, sigue teniendo mucho poder. Ha influenciado la creación de muchos de mis productos. ¡No hay otro rincón con tanto encanto!
¿Qué otros factores están marcando las pautas en el mundo del color hoy?
Las novedades de belleza pueden venir de cualquier parte, en cualquier momento. De las pasarelas y las alfombras rojas a las revistas o, más recientemente, de las redes sociales. En la última década hemos asistido a un cambio en este sentido y las tendencias ahora son más accesibles que nunca a la gran audiencia. Con el inmenso poder de las nuevas tecnologías una imagen compartida en Instagram puede convertirse en una demanda viral en cuestión de horas.
Pero a la hora de la verdad, ¿qué mueve al consumidor? ¿Qué impulsa la compra de un lápiz de labios?
Hay muchas razones que pueden llevar a que alguien adquiera una nueva barra de labios: puede querer probar la última tendencia, repetir la compra de un tono favorito, catar un nuevo matiz para una ocasión especial o simplemente hacerse un regalo. Pero detrás de cada compra hay siempre una conexión personal y en ese sentido el labial es felicidad en un tubo. En mis más de 27 años de experiencia siempre he visto cómo este producto concreto es capaz de levantar el ánimo. Cuando lo usas cambias de perspectiva, te envalentonas… es capaz de modificar cómo te sientes y hacerte soñar.
Más que de cambiar para encajar en un canon imperante, hoy en día se habla de aceptarse. ¿Qué papel juega el maquillaje en este nuevo escenario?
Mi objetivo siempre ha sido compartir el poder de este cosmético con hombres y mujeres para hacerles sentir más empoderados y más seguros de sí mismos. Creo que maquillarse significa sintonizar otra frecuencia, entrar en otra dimensión en la que presentas tu mejor versión. Lo que busco con mis productos es que se atrevan, que sean ambiciosos, que jueguen y que sueñen.
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