En casa de Charlotte Olympia Dellal: el saber estar sobre tacones
A la diseñadora de zapatos le gusta acumular y exhibir objetos, y su casa de Londres, que abre para nosotros, refleja algunas de sus obsesiones: estampado de leopardo, complementos, pintura y fotografía.
¿Cuántos pares de zapatos tiene? «Demasiados», responde Charlotte Olympia Dellal. «No los guardo todos en casa, muchos están en almacenes. Pero en mi vestidor hay una pared entera dedicada a ellos. Allí tengo unos 130 expuestos, son parte de la decoración. Me gusta verlos, no solo usarlos. En mi casa hay zapatos, bolsos y accesorios por todas partes».
La diseñadora de calzado británica, nacida en Ciudad del Cabo (Sudáfrica) hace casi 35 años (los cumple en mayo), tiene una fijación con los tacones de vértigo. «Los primeros que tuve –un modelo de Tom Ford para Gucci– pertenecían a mi madre, y yo siempre me los ponía. Eran realmente altos, con plataformas; ella me los regaló y eso me hizo muy feliz», recuerda. Ahora, además de su pasión, son su negocio: creó la marca que lleva su nombre en 2008, después de trabajar para Ungaro y Giambattista Valli, y según Business of Fashion, en 2014 ya generaba 40 millones de dólares y sumaba 340 puntos de venta en todo el mundo.
Londres, su ciudad, y en concreto Maddox Street, fue la ubicación de su primera tienda propia en 2010. De origen cosmopolita –nació en África y ha vivido en Francia; su madre es la modelo brasileña Andrea de Magalhaes, quien desfilaba en los 70 para YSL y Valentino; y su padre es el magnate inmobiliario Guy Dellal, hijo del millonario iraquí Jack Dellal–, le gusta vivir en la ciudad del Támesis. Allí, entre Notting Hill y Paddington, reside con su marido, el banquero de inversión Maxim Crewe, sus tres hijos y sus perros en un luminoso chalet de cinco plantas con jardín.
«Nos instalamos aquí hace cuatro años… Queríamos encontrar un hogar en el que tener nuestra propia familia. Al mudarnos, solo teníamos un bebé; ahora tenemos tres niños y, definitivamente, van a crecer en esta casa. Es importante vivir el día a día en un vecindario que amas», explica. De ahí que cambiar de residencia no entre en sus planes. Allí se reúne con sus amigos y juega con sus hijos; su intención es «construirla» poco a poco: «Con el tiempo, puede que tengamos que darle un lavado de cara, pero en este momento somos felices en ella tal y como es. Tal vez cuando los niños crezcan un poco hagamos alguna reforma, pero de momento nos encanta así».
Cuando Charlotte decidió estudiar Diseño en el London College of Fashion, deseaba centrarse en la ropa, pero su tutor se dio cuenta de que lo suyo eran los complementos, se lo dijo, y ella acabó graduándose en Cordwainers, un centro especializado en marroquinería y zapatería. Podía haber sido modelo, siguiendo los pasos maternos, como hizo su hermana Alice: «En los 80, a veces iba a algún desfile con mi madre, así fui presentada en el ruedo de la moda. Pero lo que más me excitaba era el backstage. Adoro la idea de crear y diseñar. Yo ya solía vestir a mi hermana, que de alguna manera trabajaba como modelo para mí [ríe]. Estaba destinada a ser la maniquí de la familia». Podía haberse dedicado al mundo del arte, como su hermano Alex (exnovio de Carlota Casiraghi, un comisario que montó su propia galería). Pero Charlotte Olympia se inclinó por seguir el ejemplo de su padre y su abuelo, los emprendedores Dellal. «Comencé mi aventura empresarial en la universidad. Aprendí sola, desde cero… Saber en qué eres bueno y en qué no, y concentrarte en ello, es básico», reflexiona. Por eso su equipo resulta vital. «Muchos trabajan conmigo desde los inicios; las dos primeras personas que contraté siguen a mi lado. Es algo muy importante, especialmente cuando estás construyendo una marca. Hemos creado una identidad juntos».
Hollywood, sirenas y ‘pin-ups’
El glamour de los años 40 y 50; las divas de la edad dorada de Hollywood; el mundo marino con sus conchas, crustáceos y sirenas; los estampados de leopardo –presentes en su vestidor, una pasión heredada de su abuela y su madre, que también decoraban su armario con animal print– y los colores vivos conforman ese universo que Dellal ha creado bajo su nombre y un logotipo –una tela de araña grabada en la suela de todos sus modelos– basado en uno de sus libros infantiles preferidos, Charlotte’s Web.
Nos cuenta que la han marcado las actrices de las películas que veía de pequeña con su madre: Rita Hayworth (Gilda es su filme preferido), Lauren Bacall, Marilyn Monroe y Carmen Miranda, «con sus mil y un complementos». Para ella, «más es más» –es uno de los lemas de su colaboración con Agent Provocateur– y «cuanto más altos son los tacones, mejor te sientes» –es su máxima en Twitter–. Una estética propia que parece salida de una postal de pin-up.
Estos iconos son precisamente los que han inspirado su línea junto a Agent Provocateur, en la que ha trabajado con Sarah Shotton, directora creativa de la marca. «Primero hice zapatos con ellos y ahora hago lencería. He sido su clienta, colecciono su ropa interior. Estaba interesada en el diseño de corsetería antes que en el de zapatos y me gusta su estilo porque es feminista, juguetón, alegre, festivo, colorido y glamuroso, como mi propia marca; tenemos sensibilidades muy similares», asegura. Su idea para esta colección cápsula ha sido «utilizar las siluetas características de la firma y añadirles mis elementos icónicos: la tela de araña, los gatitos, el trabajo en piel llevado al encaje y el estampado de leopardo».
Charlotte se reconoce nostálgica, pero a la vez innovadora, y eso se refleja en su vivienda londinense. Por los amplios ventanales de su edificio se cuela la luz, y repartidos por la pared se mezclan cuadros, dibujos, fotografías de Alex Prager o un traje de Versace con estampado de Andy Warhol enmarcado como una pintura de exposición. «Me gusta coleccionar arte. He traído piezas de muchos sitios. Desde Japón a Brasil, pasando por América o Francia».
Admite que es «una gran compradora online», pero cuando viaja le gusta recorrer mercadillos, encontrar piezas vintage, eclécticas, «no muy grandes, como si fueran un souvenir». Con ellas va dando coherencia a su hogar, donde conviven lámparas déco y artesanía latinoamericana. «A veces no son obras caras, compro un póster o una reproducción simplemente porque me atraen». Camuflados entre esas piezas, pueden verse dibujos de los niños. «Les gusta colgarlos en las paredes, algunos son verdaderas obras de arte, que se combinan con lo que nosotros adquirimos», asegura.
La palabra coleccionismo juega un papel muy importante en su vida. Le apasionan los objetos: verlos, acumularlos. «Insisto en que soy una persona bastante nostálgica. He tenido muchas prendas preciosas que no quiero que se apolillen en el armario, me gusta tenerlas cerca y verlas a diario, exponerlas. Hay objetos especiales que no tengo ganas de encerrar en una caja y guardar en el ático como hace la gente».
Cada una de esas piezas, para ella, tiene un recuerdo, cuenta una historia: sus primeros zapatos, de cuando tenía dos años, sirenas de cerámica –su obsesión, sobre todo de los años 40 y 50, las busca por todo el mundo–, jarrones encontrados en mercadillos, libros antiguos… No ha recurrido a ningún decorador para dar forma a este universo.
«Sentíamos que no podíamos construir nuestra casa soñada en un segundo. Hay que esperar, vivirla primero para saber qué quieres hacer realmente con ella», subraya. Por eso no se embarcó en grandes reformas. Es muy organizada, pero también le gusta que se note que su vivienda está llena de vida: «Mi armario está colocado por colores que combinan y zapatos a juego. Pero con los niños a veces se produce un pequeño caos agradable».
Fiel a sí misma
La imagen es fundamental para Olympia, como inspiración y como recuerdo. En las mesitas hay fotos de su familia; en el baño, retratos de sus hijos; y en el cabecero de su cama, imágenes de revista. «Crecí rodeada de fotografías. Mi padre está interesado en ella y me enseñó a apreciarla. Me gusta la de moda. No solo por los protagonistas, sino porque hay zapatos, y adoro esa imaginería: siempre soñé con diseñar calzado y estar en este mundo». Por coherencia con su estilo, Dellal usa solo su firma: «El único calzado que no es de mi marca son las Converse. Incluso me hago playeras. Además, ahora estoy colaborando con Havaianas, así que ya tengo incluso mis flip-flops. Soy diseñadora, sería un poco extraño que luciera las creaciones de otro. Me pruebo todo lo que hago y me gusta conservar cada modelo». Si tuviera que elegir uno, ¿cuál sería? «Hay unos cuantos importantes, como los Dolly, que definieron mi silueta estética, o los Paloma. También me gustan los Bananas is My Business y los Miranda, que fueron un juego de diseño por pura diversión». ¿Alguna gran marca ha intentado adquirir su negocio? «No». ¿Y se lo plantearía? «No. A no ser que lo necesitara y fuera lo correcto. Nunca digas nunca jamás».
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