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La ‘paradoja Corberó’: cuando tener millones de seguidores no es suficiente para vender entradas

Algunas de las mayores decepciones del curso cinematográfico en España están protagonizadas por los actores más mediáticos de nuestra industria. ¿Cuáles son los motivos de este divorcio?

Es un secreto a voces en la industria. Ni los cursos de Corazza, ni el videobook montado con Avid, ni las referencias de tal o cual conocido sirven hoy de mucho a la hora de conseguir un papel en una audición. El mero talento o el nepotismo han dejado paso al nuevo requisito estrella para conquistar a los directores de casting: los seguidores de Instagram. El alcance en redes sociales de los protagonistas de cualquier película o serie se ha convertido en un apartado más dentro de la estrategia de marketing y, a pesar de ser una práctica condenada por entidades como la Unión de Actores, contar con este requisito decanta la balanza a la hora de lograr un contrato. Lo confirmó Sophie Turner, Sansa Stark en Juego de Tronos, al afirmar que gracias a su fanaticada virtual le habían dado un rol por encima de “otra actriz mucho mejor”; o el español Aitor Luna (La catedral del mar), que sostiene que a los actores jóvenes les piden “20.000 seguidores como mínimo” y tildó a Instagram de “nueva dictadura”. Sin embargo, los datos de taquilla de algunos de los filmes españoles estrenados durante 2018, con rostros tan mediáticos en sus carteles como los de Úrsula Corberó o Mario Casas, ponen en duda la efectividad real de esta práctica. No, ser una estrella en las redes no llena las butacas.

El ejemplo más sangrante del cisma entre seguidores y espectadores existente en nuestro cine quizá sea el de Úrsula Corberó. Gracias a su personaje Tokio en la serie La casa de papel –todo un fenómeno internacional al ser emitida en Netflix–, la intérprete se convirtió en la artista nacional con más seguidores en Instagram, superando los seis millones. El pasado 31 de octubre se estrenó en los cines su último trabajo como protagonista, El árbol de la sangre, acompañada de otro de los actores jóvenes más conocidos (Álvaro Cervantes) y dirigida por un realizador reputado (Julio Medem). Corberó tiró de su red social para promocionar el filme, subiendo hasta tres fotografías temáticas (cada una rondando los 150.000 ‘Me gusta’) en los días previos al estreno y anclando en la descripción de su cuenta el enlace al tráiler y el aviso de su llegada a los cines. El número de impactos conseguidos gracias a las redes sociales de su protagonista serían el sueño húmedo de cualquier ejecutivo de marketing, pero su eficacia parece lejos de marcar la diferencia. Tras un mes en las salas, El árbol de la sangre no ha logrado entrar en el top de las 25 películas españolas más vistas del año, con poco más de 50.000 entradas despachadas según los datos ofrecidos por el Ministerio de Cultura. “¿Sirven de algo los seguidores?”, se preguntaba en Twitter el crítico televisivo Borja Terán al conocerse los datos del fin de semana de estreno de la película. La duda es lícita y existen más ejemplos para darle respuesta.

Corberó, en una de las escenas de ‘El árbol de la sangre’.
Corberó, en una de las escenas de ‘El árbol de la sangre’.Arcadia

Ni la suma de otros dos talentos emergentes del cine español como Berta Vázquez y Chino Darín, que entre ambos superan el 1.800.000 seguidores en Instagram, lograron que Las leyes de la termodinámica superara las 55.000 butacas vendidas. Y peor incluso le fue a otra de las caras más representativas de nuestro cine: Mario Casas. El intérprete de taquillazos como A tres metros sobre el cielo se involucró por completo en la promoción del filme Bajo la piel del lobo, estrenada el pasado marzo. Además de la gira habitual por los medios de comunicación, también publicó varias fotografías de su personaje, el recordatorio del día de estreno y hasta el póster del filme en su Instagram, próximo a los cuatro millones de seguidores. Bajo la piel del lobo ha sido uno de los fracasos más sonados del año en la taquilla, con apenas 15.000 espectadores y 93.000 euros de recaudación. Un dato llamativo: Verano 1993, que se estrenó en julio del pasado año, ha llevado más gente a las salas este curso. Casas consiguió resarcirse de la decepción gracias a la acogida posterior de El fotógrafo de Mauthausen, que sí ha cumplido las expectativas.

En ‘Bajo la piel del lobo’, Casas da vida a un ermitaño asalvajado.
En ‘Bajo la piel del lobo’, Casas da vida a un ermitaño asalvajado.Alfa Pictures

El ranking de las películas nacionales más vistas por el público en 2018 es explícito acerca del divorcio entre la popularidad de sus intérpretes y la venta de entradas. La película más exitosa del año es Campeones, de Javier Fesser, que llevó a las salas a más de tres millones de espectadores con un reparto protagonista completamente amateur a excepción de Javier Gutiérrez. El actor apenas supera los 70.000 seguidores en Instagram. No muchos más siguen la actividad de Belén Rueda, otra de las caras imprescindibles de nuestra industria, que ha colado hasta dos filmes en el top 5: Perfectos desconocidos y El cuaderno de Sara. La segunda película que más ha recaudado, la comedia El mejor verano de mi vida, cuenta con una pareja protagonista formada por Leo Harlem y Toni Acosta, dos intérpretes muy lejos de ser considerados como influencers. Las apariciones de La tribu, Yucatán o Sin rodeos entre lo más visto son otra prueba más de que los trabajos dirigidos al público adulto mantienen con vida la recaudación en taquilla de nuestro cine.

Por supuesto que la insondable fórmula del éxito de un largometraje es mucho más compleja que echar un vistazo al número de seguidores de su elenco. Una parte significativa de los mismos no residen en España, o prefieren obviar cualquier trabajo del actor que se distancie del género que les atrajo de ellos, o quizá solo sigan a estas celebrities por sus looks o vida privada. También influye el número de salas, la fecha del año en la que se estrena o si hay una cadena de televisión respaldándola con todos los canales al servicio de la promoción, pero los datos sí deberían servir para desmitificar el reciente reclamo de presencia en redes sociales por parte de directores de casting y productores, anteponiéndolo al talento.

Al otro lado del charco, actores muy populares como Dwayne ‘The Rock’ Johnson o Kevin Hart ya incluyen en sus nóminas partidas especiales (por un valor cercano al millón de dólares) como compensación por la promoción de sus trabajos en sus perfiles sociales. En el caso español, nuestro cine se ha encontrado con una inesperada cantera de intérpretes de fama internacional salidos del brazo de un agente externo (Netflix), gracias al éxito oceánico de La casa de papel o Élite. Esta docena de jóvenes actores deberán refutar ahora su posición de estrellas en la maquinaria nacional –que funciona a una velocidad muy diferente– si quieren que se les considere como algo más que instagramers y tener trabajo una vez que el actual llegue a su fin. Para la industria española, este grupo supone una potencial mina de oro al llegar con una de las principales asignaturas históricas ya aprobada –la de la difusión mediática–, pero que solo rentabilizará si consigue adaptarse y ofrecerles guiones atractivos para los millones de personas que les dan ‘Me gusta’ en cada imagen publicada.

Quizá la única estrella española que supera el millón de seguidores en Instagram y sigue atrayendo público a la sala sea el malagueño Dani Rovira, cuyo idilio con los espectadores comenzó con el boom de Ocho apellidos vascos. Ha conseguido hacer de Superlópez el mejor estreno nacional del año, acompañado una vez más por la potentísima maquinaria propagandística de Mediaset. La cadena de Fuencarral convierte cada una de sus producciones en un evento, utilizando todos los medios a su alcance: desde juegos de inmunidad en Gran Hermano con la capa del héroe de tebeo como McGuffin hasta la disposición de un córner promocional en Sálvame durante los días previos al estreno. El gran vendedor de entradas del cine español no se llama Úrsula, sino Jorge Javier.

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