Número cero
Pasé cuatro años en la facultad de Ciencias. No en la de Ciencias de la Información, eso sería más tarde, sino en la de Ciencias, a secas. Allí, en la cafetería, también entre envidos y órdagos, los prospectos de biólogas hablábamos de temas tan concretos como las uñas que los investigadores cortaban a los ratones en los sótanos con goteras de la facultad o de la mosca del vinagre, una vieja conocida. Nuestros compañeros de Exactas, a pesar del nombre de su carrera, pasaban su vida académica en una dimensión abstracta. Allí, entre pinchos de tortilla y café torrefacto, comprendí por primera vez el significado del cero, la importancia de que un símbolo represente la nada o el vacío. El cero es el único número neutro. No es positivo ni negativo. El cero, por su carácter nulo, es también fuente de paradojas matemáticas, oscuros callejones sin salida creados por supuestos teóricos irresolubles que se enredan sobre sí mismos. El cero anula multiplicando y genera el infinito dividiendo. El cero es el origen.
El número cero es también el primer número que se hace de una revista, un ejemplar que sirve como prototipo, como ensayo, como esqueleto de lo que será después una cabecera. Es un término que se utiliza mucho en el sector editorial y que implica que todo está por crearse. En S Moda cada número es un pequeño número cero. Cada mes escogemos una temática que vertebra el número y que reinterpreta las secciones que lo componen en una nueva. En un contexto aterrador y desesperanzado, decidimos dedicar nuestras páginas al futuro, al origen, a la belleza de lo que brota nuevo a pesar de todo. También a la esperanza, a los comienzos y a todos los gestos y actos cotidianos que nos reconfortan.
Nuestra portada, Dora, recién cumplidos los 18, está a punto de lanzar disco y estrenar película. Fotografiada por Nico, autor de muchas de las grandes imágenes de su madre, Bimba Bosé, Dora encarna el arranque luminoso de un nuevo tiempo que convive cronológicamente con los estertores oscuros de un orden mundial que ya a casi todos nos resulta obsoleto. En conversación con la escritora Elizabeth Duval, ambas departen sobre su generación sin ser en absoluto conscientes de ella y, sin embargo, modelando el futuro. Pasolini decía de sí mismo que era una fuerza del pasado. Ellas también lo son. Dora contiene en su nombre, sin apellidos, la cultura emocional de un país entero, aunque no necesite perpetuarla. Elizabeth es una mente brillante en la que florecen pasos antiguos. Me lo dijo Topacio Fresh, siempre clarividente, una noche: “A mí me echaron de casa, a Valeria la arroparon y a Liz la han mandado a la Sorbona, mira si hemos cambiado”. Mira cómo empuja la fuerza del pasado, sin añoranza alguna.
Leticia García titula su reportaje sobre las firmas de moda que dan trabajo a refugiados con El derecho a empezar de cero, el mismo lugar desde donde se ha reinventado ya varias veces la supermodelo de los 2000 Irina Lazareanu. Musa de Karl Lagerfeld, exprometida de Pete Doherty, íntima de Kate Moss y compañera musical y sentimental de Sean Lennon, Irina vive retirada en el campo una vida tranquila lejos de los excesos de aquellos años. Ahora, en su primer libro, cuenta la primera vez que comenzó de cero, cuando subió a un avión para reunirse, en un campo de refugiados, con sus padres, rumanos huidos del régimen de Ceaușescu.
Berta Vázquez, nacida en Kiev de padre etíope y madre ucrania, nos cuenta cómo utilizó un poder nuevo para algo muy antiguo: organizar una red de apoyo a los refugiados que salen del país. Posts en Instagram, documentos colaborativos donde encontrar hogares, vehículos para llevar material, casas en el camino que pudieran dar alojamiento a los desplazados. Todo a través de internet, ese lugar creado por unos y ceros.
Durante más de 10 años llevé en la cartera una página que mi amiga A. arrancó de un libro para regalármela. Era un texto de Cioran, el escritor rumano que acabó renunciando a su nacionalidad para declararse apátrida, y dice: “Remontar hasta el cero soberano de donde procede ese cero subalterno que nos constituye”. Comprender el cero, cada uno el suyo, no es fácil.
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