Simuero: «No queremos joyas livianas. Las nuestras pesan porque la intención es que no olvides que las estás llevando”
En solo un año, las joyas de esta pequeña firma valenciana se venden fuera de España. Sus diseños orgánicos, que resaltan el valor de lo imperfecto, y una cuidada manufactura artesanal son las claves de su vertiginoso éxito.
Jorge Ros y Rocío Gallardo compartían espacio de trabajo en la misma consultoría en Valencia: él como diseñador de producto y ella, aunque había dirigido sus estudios hacía el diseño de moda, formaba parte del departamento de comunicación. Saturados de los exigentes horarios y un estilo de vida en el que su creatividad quedaba mermada, comenzaron a buscar una alternativa de vida. “Necesitábamos salir de ese ritmo tan encorsetado, aprender algo que nos permitiera oxigenarnos de un mundo en el que el cliente te limita mucho”, cuenta la pareja.
Sin un plan definido y con la mente abierta a cualquier área creativa, el azar los llevo a descubrir a escasos metros de su portal un taller especializado en joyería . Ese fue el germen de Simuero: “decidimos lanzar una marca de joyas y crear formas orgánicas en un material sólido como la plata”, recuerdan. Poco a poco y al principio por mera afición, comenzaron a compaginarlo con su trabajo original, hasta que el veloz crecimiento de su proyecto (lanzaron su primera colección hace un año) les obligó a profesionalizarlo.
En su casa-taller, como definen su espacio de trabajo, confeccionan cada una de sus joyas de manera artesanal. “Todas las piezas las modelamos nosotros, lo que más nos llamaba la atención al inicio era tocar la materia”, señalan. La única fase que se han visto obligados a externalizar por seguridad es la fundición. “Para el paso del protipo de cera a la pieza de metal trabajamos con un proveedor local y después vuelve a nuestra casa-taller, donde terminamos de trabajarlo”, explican.
El carácter íntimo del proceso de fabricación, llevado a cabo de manera integral por la pareja, limita la capacidad de producción, pero permite que el azar y la espontaneidad jueguen el papel de hilo conductor. “Siempre tenemos una idea inicial pero el metal manda, no hay un diseño definido desde el principio, la pieza siempre cambia a lo largo del proceso”, explican. Al contrario que en la industria tradicional, en la que, según ellos mismos cuentan, «se persigue la perfección como sinónimo de belleza», Simuero plantea un cambio de paradigma. “Importa más el tiempo que un orfebre invierte en una pieza y la minuciosidad con la que trabaja que la belleza. Nuestra meta es buscar el flash, lo impactante”. Un rechazo a la búsqueda del acabado perfecto que se confirma en el carácter único de cada uno de sus productos, en los que el peso (nada ligero) es otra de sus señas de identidad. “En la imperfección hay la misma belleza o incluso más que en la perfección. Una arruga es igual de bella y sensual que una pieza pulida y totalmente perfecta. No queremos joyas livianas, las nuestras pesan porque la intención es que no olvides que las estás llevando”, añaden.
La pareja, que vive de manera conjunta el proceso creativo, señala como fuente de inspiración el carácter Mediterráneo o la obra del artista Joan Miró. “A diario bebemos de las mismas fuentes: el Mediterráneo, pero entendido desde su vertiente más salvaje. A la hora de sentarnos a bocetar, partimos de una recopilación de referencias de materiales y artistas”, resumen. La preocupación compartida por el cuidado del planeta y la huella de su actividad se traduce en la naturaleza de los materiales que utilizan. “Optamos por plata chapada reciclada, el packaging es de yute y biodegradable, intentamos no acumular stock… El hecho de que no busquemos un acabado perfecto es lo que nos permite que trabajemos con material reciclado, material vivo”, resumen. Su apuesta por el slow fashion asegura la calidad de su producción, pero conlleva un cambio en los tiempos de entrega que no siempre es comprensible por parte del cliente final. “El margen de producción de una pieza puede llegar hasta los 15 o 20 días y cuesta entenderlo. Estamos acostumbrados a comprar algo y tenerlo al día siguiente en la puerta, sobre todo en España. El cambio de paradigma es claro: tenemos que olvidarnos de la impulsividad”, sostienen. De ahí que el greuso de su facturación esté fuera de nuestras fronteras.“Vendemos mucho más fuera de España: Dinamarca, Australia, EEUU, Inglaterra o Italia”, detallan.
Si han crecido de forma vertiginosa y recibien pedidos de cualquier parte del planeta es gracias, en mayor medida, a las redes sociales. Instagram es el camino para llegar a un cupo de clientes que sería inviable a través de los canales de venta tradicionales. “Hace quince años alguien con la misma idea de negocio quizá no lo hubiera conseguido”, confiesan. Además, recalcan cómo gracias a las redes se están reinventando las relaciones cliente-marca. “Instagram está ofreciendo más transparencia: ahora las firmas se ven obligadas a explicar qué hacen y cómo, y al cliente le interesa”.
Jorge y Rocío no quieren que Simuero cambie su modelo de producción en el futuro, pero no descartan trasladar su visión a otras áreas. “Nos gustan mucho los objetos, quizá acabemos expandiéndonos a otros ámbitos como la decoración”.
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