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Quvenzhané Wallis, la niña nominada al Oscar a Mejor Actriz

La protagonista de ‘Bestias del sur salvaje’ se convierte en la nominada más joven de la historia y sigue los pasos de Anna Paquin o Tatum O’Neal.

niña cover
Picasa

"¿Qué cara pondrías si te despertaras de la anestesia y descubrieses que te han amputado las dos piernas a la altura de la rodilla?". El reto no debió ser fácil para Marion Cotillard, que tuvo que abordar esa escena escalofriante y muchas otras de igual calibre emocional en De óxido y hueso. La francesa, que de Oscars sabe un poco, debió pensar: ésta es la clase de cosas que se recompensan en el Kodak Center, llegado febrero. 

No será así. Ni Cotillard, ni Rachel Weisz, que está inconmensurable en The Deep Blue Sea, ni Keira Knightley, que se ha metido en la piel de Anna Karenina, ni Nicole Kidman, que sin duda activó el "modo galardón" cuando le practicó una lluvia dorada a Zac Efron en The Paperboy, ni Helen Mirren por Hitchcock… ninguna de ellas irá encargando el vestido para la alfombra roja, porque son algunas de las grandes olvidadas de las nomnaciones de los Oscar. Y es probable que más de una exclamase ayer "¿¿¿Quven….quién???". Porque la que sí está nominada, y nada menos que como Mejor Actriz (principal) es la pequeña Quvenzhané Wallis, de nueve años de edad. 

Wallis, que se presentó a las pruebas para Bestias del sur salvaje cuando apenas tenía cinco años, se convirtió ayer en al nominada al Oscar más joven de la historia, batiendo los récords de Tatum O'Neal, que tenía 10 años cuando ganó por Luna de Papel, y Anna Paquin, de 11 cuando se llevó la estatuilla por El Piano. Aunque Wallis, que no está nominada a los Globos de Oro, estaba en las quinielas de los Oscar, su nominación fue una de las sorpresas del día, tanto o más que la del realizador de su filme, Benh Zeitlin, que ha arrebatado el hueco a Paul Thomas Anderson, Kathryn Bigelow y Quentin Tarantino en la categoría de Mejor director.

Pero hay múltiples precedentes históricos, más allá de los citados: La Academia de Hollywood siempre ha tenido tirada a reconocer las interpretaciones de niños y preadolescentes. Lo hizo con Keisha Castle-Hugues, que tenía 13 años en 2004 cuando estuvo nominada por Whale Rider,  y con Hailee Steinfeld, que sumaba 14 cuando fue candidata al Oscar por Valor de ley, de los hermanos Coen, en 2011. Aun más joven que Quvenzhané era el niño Justin Henry, de ocho años cuando le nominaron por Kramer contra Kramer

Wallis, que se desenvuelve en las alfombras rojas con la soltura de una Willow Smith, no podría haber optado al Goya, ya que, como es sabido, la Academia del cine español vetó el acceso de los menores a los premios justo después de nominar y premiar a los jóvenes protagonistas de Pa Negre. En aquel momento se argumentó que se hacía por proteger a los menores, que al ganar un premio quedan sujetos a obligaciones con la institución (pagar cuotas, votar), y pensando que un premio podría “condicionar su desarrollo profesional y personal sin el criterio y la responsabilidad que se le debe exigir a un profesional con la madurez deseable”. Aunque también, claro, generó un debate que la nominación de Wallis ha vuelto a poner de actualidad: ¿lo que hacen los niños es actuar?, ¿tiene mérito profesional o se trata de una especie de juego?.

Anticipándose a la posible nominación, el periodista Scott McDonald escribía hace un mes en The Atlantic: "Wallis no tenía ni siete años cuando rodó la película. Esa es la edad a la que los psióclogos del desarrollo se refieren como 'la edad de la razón', cuando los niños empiezan a tomar decisiones basadas en la causalidad (…) Actuar requiere intencionalidad, un esfuerzo consciente por parte del intérprete. Un niño pequeño, sin embargo, probablemente no esté pensando en cómo ser ella misma ni mucho menos un personaje". En otras palabras: dejen los galardones para los mayores. McDonald argumenta además que no se les hace ningún favor. Cuando crecen, los niños actores raramente mantienen el carisma que tuvieron de pequeños (el periodista pregunta nada inocentemente: "¿han visto alguna película reciente de Haley Joel Osment?") y si ya es poco sano para un adulto someterse a varios meses de adulación, regalos y homenajes, a un niño pequeño probablemente le suponga años de terapia en la edad adulta. Los agoreros pueden citar el caso de O'Neal, que, tras ganar el Oscar, fue adicta al crack y pasó por varios intentos de suicidio. 

En tiempos pretéritos, la propia Academia de Hollywood encontró una solución al problema. Después de que, en 1931, la estrella infantil Jackie Cooper le arrebatase el Oscar (que entonces no se llamaba así) al veterano Lionel Barrymore, se instauró un premio llamado Juvenile Award, pensado para reconocer a actores infantiles y adolescentes. La primera en llevárselo fue Shirley Temple y la última, Hayley Mills, ya en los años sesenta. 

En cualquier caso, Wallis ya está ahí, codeándose con Jessica Chastain, Jennifer Lawrence y la magistral Emmanuelle Riva, con suficiente edad como para ser su bisabuela. Su director en Bestias del sur salvaje asegura que, tras verla en el casting, no le quedó la menor duda de que ella sería la protagonista e incluso modificó el guión para incluir reflejos de la personalidad "indómita" de la propia Wallis. El director de fotografía del filme, Ben Richardson, aseguró a la web Hitfix que la presencia de la niña era tan poderosa que su trabajo se redujo a "documentar el palpable poder que generaba en el set". Su magnetismo le ha valido ya otro papel, nada menos que bajo las órdenes de Steve McQueen (Hunger, Shame). En Twelve Years a Slave comparte protagonismo con Brad Pitt, Michael Fassbender, Paul Giamatti y Benedict Cumberbatch. Si no fuera por la probada adorabilidad de la niña, esa compañía también podría escocer a Marion, Keira y las demás. 


Quvenzhané le ha cogido el gusto a las poses en la alfombra roja y a las fotos de paparazzi, vaso portátil incluido.

Getty

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