«Ni amo, ni Dios, ni marido ni partido»: la historia del incendiario lema del premio Nacional de Narrativa
O por qué Cristina Morales es congruente con sus ideas cuando dice que siente «alegría» al ver en llamas las zonas turísticas de Barcelona en los disturbios recientes.
NI AMO
NI DIOS
NI MARIDO
NI PARTIDO
NI DE FÚTBOL
La pintada callejera que aparece en la ya inconfundible portada de Lectura Fácil (Anagrama, 2018) –premio Herralde 2018 y premio Nacional de Narrativa 2019–, sirve como poderoso resumen simbólico de lo que los lectores se encontrarán en el discurso político de sus páginas. He aquí un lema de las anarquistas, coreado sin descanso en las calles desde el siglo pasado e impreso en el primer periódico anarcofeminista argentino (La Voz de la Mujer), así como en el propio fanzine incrustado que incluye la multipremiada novela de Cristina Morales. Ni amo Ni Dios Ni partido es una proclama igual de célebre que dos de los frases de Emma Goldman, otra histórica anarquista con la que la granadina guarda muchos paralelismos: «Si no puedo bailar, esta no es mi revolución» (la danza libre es otro eje personal, político y trascendental en el universo de Morales) o el «Pedid trabajo, si no os lo dan, pedid pan, y si no os dan ni pan ni trabajo, coged el pan» (cambiemos aquí el «coger el pan» por la okupación que ejecuta una de las parientas de la novela, Marga, con la ayuda de su prima Nati).
Es perfectamente lógico que Cristina Morales afirme ante los medios estos días de felicitaciones y entrevistas que siente «alegría» al ver las protestas y disturbios montados contra la sentencia del 1-O en Barcelona. A El País confirmó desde Cuba, donde se encuentra, que le “encantaría” estar en la capital catalana y ver «vacías o ardiendo» las «zonas comerciales que los barceloneses no poseen porque están en manos del turismo». También defendió que el procés es «un aburrimiento, un contubernio entre élites». Ayer, en declaraciones a Europa Press, insistió en esa misma idea: «Es una alegría ver el centro de Barcelona, las vías comerciales tomadas por la explotación turística y capitalista, de las que estamos desposeídos quienes vivimos ahí. Es una alegría que haya fuego en vez de tiendas y cafeterías abiertas» y ha añadido que «la violencia es la de la policía; lo único que se puede esperar de la policía. Es un cuerpo violento ante el que solo cabe el sometimiento o la autodefensa».
Algunos, los que no han leído con anterioridad o escuchado a Cristina Morales, muestran su confusión y afean el galardón concedido tras verla señalar y culpabilizar a los estamentos de poder. No será así para sus lectores. Lectura Fácil transita entre asambleas okupas en Sants, referencias disciplentes a Colau y a las escisiones de la PAH, apodos de yayoflauta a Marx y nostalgia de las excavadoras que prendieron fuego en el desalojo de Can Vies. En resumen, aquellos que le han seguido la pista son conocedores de la poderosa huella política que impregna a sus textos y su propio discurso, motivo por el que, precisamente, ha sido premiada y reconocida. El jurado ha destacado en su fallo que Lectura Fácil merecía el premio «por tratarse de una propuesta radical y radicalmente original» y «por su lectura en el contexto político en el que se desarrolla». Un universo de rabiosa actualidad, donde ciudadanos jóvenes (mujeres y hombres en su mayoría menores de 30 años) han tomado las calles de la ciudad en la que reside la propia autora y han recurrido a la violencia, según afirman una y otra vez ante las cámaras, como «método de autodefensa». Una actualidad sociopolítica que ha vuelto a poner la ideología anarquista sobre la mesa y que se enmarca, precisa y oportunamente, en el universo de la escritora y de las anarcofeministas que la precedieron.
La violencia vista como «autodefensa»
Si Morales apela a la «autodefensa» frente a la policía, lo hace refrendando el uso estratégico de la violencia que ya defendía Emma Goldman el siglo pasado. La lituana era pacifista y antimilitarista, pero también defendió la necesidad de actos violentos en determinadas situaciones frente a la violencia estatal y policial o la explotación laboral que había llevado a gran parte del pueblo a la miseria mientras una minoría se enriquecía a su costa. Unas consignas que después sentarían las bases de las Mujeres Libres dentro del movimiento anarcosindicalista durante la Guerra Civil española. Goldman puso esos precedentes en En qué creo (1908), donde apuntaba que «fueron las terribles desigualdades económicas y las grandes injusticias políticas las que les indujeron a estos actos [violentos], no el anarquismo». Violencia sí, pero, en su opinión, derivada por opresiones mayores: los anarquistas no debían cometer actos violentos «en beneficio, enriquecimiento o provecho personal» y siempre se debían establecer «como protesta consciente contra alguna medida represiva, arbitraria o tiránica tomada desde arriba». Para ella, el poder estaba innegablemente corrupto: «Cada institución se basa en la violencia; nuestro medio social está saturado de ella».
Ni amo ni Dios… ni partido
Más allá de la guasonas y reveladoras interpretaciones que hace Morales sobre la liturgia y discurso de la nueva política visto en las asambleas okupas en el ateneo de Sants, es en el personaje de Nati donde se percibe el mayor hastío y oposición frontal frente al «corporativismo» del sistema democrático, de la cultura laboral, la del esfuerzo y la ilusión de meritocracia. «Un espíritu democrático, es decir un espíritu fascista» (este último adjetivo calificativo será el insulto-coletilla-comodín del personaje) dice la Nati. Su personaje desconfía del sistema, de «un espíritu democrático pensado en el espíritu de superación, axioma de una fórmula fascista no por clásica menos vigente». La Nati reniega de las jerarquías como dominio del otro y de todo aquello que nos vendieron para avanzar, supuestamente, en nuestras vidas: «El espíritu de superación es el eslogan urdido por el departamento de marketin del darwinismo social para hacernos creer en el esfuerzo como medio de consecución de la felicidad». Es este personaje el que mayor oposición al sistema ofrece. También dice que no folla «ni con españoles ni con nadie que haya votado en las últimas elecciones» porque «al votante le basta con la ilusión de posesión, del tener en un sobrecito con papeletita el destinito de algo» y que «la fiesta de la democracia es una misa en donde el festín se reduce a una oblea consagrada por cabeza».
La visión anarquista de la Nati es bastante paralela a los preceptos de Goldman, que estableció que «el gobierno, la autoridad organizada o el Estado, solo son necesarios para mantener o proteger la propiedad o los monopolios». Goldman renegaba de las instituciones de toda índole y consideraba que la Iglesia había sido creada «como impedimento del progreso». La religión vista aquí como «una superstición que fue creada por la incapacidad del ser humano de dar respuesta a los fenómenos naturales».
Si el personaje de Marga se lanza a okupar una vivienda saliéndose del sistema de tutelaje de la Generalitat, Goldman denunciaba hace más de 100 años a aquellos que nos habían negado el dominio de usar los objetos, es decir, del disfrute de la propiedad. «La productividad del trabajo en las últimas décadas se ha incrementado extraordinariamente, convirtiendo a la propiedad no solo en una traba para el bienestar de los seres humanos, sino en un obstáculo, una barrera mortal, para todo progreso».
Ni marido
Cristina Morales es posiblemente una de las escritoras que mejor escribe (y describe) el sexo hoy en día. Su afán por el goce, el disfrute de los cuerpos, se percibe en los diversos y variados encuentros de Marga, el personaje hipersexual de Lectura Fácil. A través de ella captamos una autoexploración de nuestros cuerpos sin tabúes, tapujos o moralismos. «Marga es lo que yo llamo la ‘puta gratis'», contaría la autora a propósito de su personaje en una entrevista en Brújula con Anna Maria Iglesia. «Marga representa la libertad de aquella mujer que solamente folla porque le gusta y le da placer, no por mantener un cierto tipo de contrato de fidelidad, un contrato de sexo-amor con un compañero, ni tampoco movida por el consumo de alcohol o drogas. Se trata de una mujer que es capaz de despegar el sexo de todo su attrezzo social y de fiesta y entenderlo como algo que le proporciona placer, sin considerarlo un lugar de estabilidad social de la pareja o de la fiesta».
De nuevo, Morales conecta con Goldman, propulsora del amor libre, contraria a la maternidad forzosa y al matrimonio («es lo contrario al amor; predispone a la mujer a una vida de parásita, una sirvienta dependiente e indefensa») y aquella que apodó a los celos como «el monstruo de ojos verdes». Esa visión del disfrute libre y sin imposición de género también las hace confluir en cierta oposición al movimiento feminista hegemónico de sus respectivas épocas. Tal y como recuerda Lola Robles en el prólogo de Emma Goldman, feminismo y anarquismo (Enclave de libros, 2017), la anarquista, que detestaba la idea de la guerra de sexos y cargó duramente contra las sufragistas, habló de «forma bastante despreciativa» de las feministas de su tiempo, acusándolas en cierta manera de ser «sexófobas». El suyo fue una especie de «idealismo utópico» que obviaba la violencia sexual estructural sobre las mujeres y que caía «en el tópico y prejuicio contra las feministas como amargadas, Rottenmeiers que odian a los hombres». Morales, por su parte, lamenta en Lectura Fácil la posición de «feministas castradoras», las del «si nos tocan a una, nos tocan a todas», aquellas que nos han llevado «del buen follar al mal follar» y que han quitado, supuestamente, toda la diversión al sexo.
El triunfo de Cristina Morales y su Nacional de Narrativa aporta nuevos caminos en esta poliédrica lectura feminista de la realidad actual. En la última década hemos pasado de ensalzar mediática y socialmente al (supuesto) feminismo corporativo neoliberal del Lean In a lo Sheryl Sandberg a la consecuente irrupción en contrapartida de textos de activistas feministas interseccionales, las del 99% a lo Angela Davis y de la marea del 8-M. Morales, con su particular visión política, se une a esta fiesta de forma autónoma, pero siendo premiada por esa radicalidad que bien resume su portada con el Ni Dios Ni Amo Ni Marido Ni Partido (Ni de Fútbol).
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