Miriam Sánchez: “Me etiquetan de andrógina pero nací mujer”
Solo le han hecho falta 24 horas para ser una de las ‘tops’ más codiciadas de la pasarela internacional. Así es la meteórica carrera de la española.
Agencia de viajes. Tres palabras bastan para entender lo marciana que se siente Miriam Sánchez (Madrid, 1996) en la industria de la moda: cuando tenía 16 años, la pararon por la calle para preguntarle ‘en qué agencia estaba’. Ella, que pensó para sus adentros ‘agencia de qué’, entendió que más que con una modelo, la confundían con alguna chica del barrio que organizaba vacaciones para otros. Ahora, a sus 22, su postura de foránea recién llegada sigue latente. El día de esta sesión de fotos muere Karl Lagerfeld. Ante la conmoción del equipo, Sánchez confirma que no tiene ni idea de quién era el káiser de la moda. «Es que nunca sé quién es nadie», se disculpa algo abrumada. «Siempre digo que podría cruzarme con el diseñador más importante por la calle y no lo reconocería».
Su desconocimiento del medio durará poco. La suya es una de esas historias de fama meteórica con tintes de fábula. En un día se convirtió en top model internacional. Sin haber pisado una pasarela en su vida, fue la elegida para desfilar en exclusiva en la colección primavera-verano 2019 de Louis Vuitton y coprotagonizar la campaña de la temporada. Una experiencia que nunca imaginó esta madrileña que el pasado septiembre estudiaba en el instituto un módulo de administración y gestión de empresas y vivía en el anonimato en un pueblo. «Alguna vez lo pensé, tenía el runrún, pero tampoco como para llegar así y de esta forma». Ahora ya conoce a Nicolas Ghesquière («un hombre muy agradable, de trato muy bueno y al que agradezco la oportunidad que me ha dado») y a un buen puñado de pesos pesados de la industria. Ha posado para Purple, Self Service y desfilado para Givenchy, Dior o Paco Rabanne. No sabrá mucho de moda, pero su carrera no tiene freno.
Instagram, de nuevo, ejerce de catapulta de talento. «Seguía al fotógrafo Gorka Postigo y vi que pedía modelos para unas fotos de Davidelfin. Le escribí, vio las imágenes de mi cuenta y dijo que podía encajar. A raíz de eso, me contactó Traffic, mi agencia madre». Su despegue internacional fue inmediato. El mismo día que visitó París para conseguir representación fuera de España, todas las agencias que visitó querían ficharla. En la última de todas, Ford, empezó a escribirse su leyenda. Alexis Louison la vio entrar, cerró el ordenador de su acompañante y la envió en un taxi al casting del desfile de Vuitton con indicaciones en un post-it. «No me enseñes nada que ya la tengo aquí delante. En cuanto la vea Ashley Brokaw –la mujer que decide qué tipo de rostro mandará en la industria– la va a adorar», vaticinó. Así fue. Por el camino, Sánchez, sin entender la magnitud de lo que acontecía, dijo aquello de «nunca me he puesto tacones y aunque me lo pida Vuitton, no me los pondré». La propia Brokaw aplaudió esa audacia cuando después del desfile compartió en sus redes una foto de ella abriendo el show y la nota al pie: «Miriam Sánchez. No heels [junto al emoticono de un brazo marcando bíceps]».
Dazed la definiría como «una de las modelos andróginas que robó la atención del show» y la colocaría en el espectro de la nueva generación de modelos agénero. Ella entiende la necesidad mediática de etiquetas, pero pide contexto personal. «No he elegido ser andrógina, soy mujer y me siento mujer. Lo tengo muy claro. Puedo ser muy masculina de apariencia, esos son mis rasgos y facciones, pero no tengo ninguna duda, soy mujer. Tengo muchos amigos de género no binario o transgénero, pero ese no es mi caso. No quiero que se me encasille en algo que no he dicho o que no siento. Desde que nací he sido una niña y siempre lo he sido y lo seré», apunta con firmeza. Sin ídolos ni referentes en los que sentirse reflejada, Sánchez tampoco plantea una carrera haciendo hincapié en el activismo o la urgencia política, a lo Adwoa Aboah. «No soy de plantarme en la calle y manifestarme. Me cuesta verme en esas situaciones».
Tras jugar 12 años en un equipo de fútbol femenino, la madrileña contempla un nuevo universo donde el compañerismo y el juego grupal se estructura de forma distinta. «No digo que sea peor ni mejor, pero sí es muy diferente. En el fútbol te ves más a menudo con las chicas, varias veces a la semana incluso, siempre son las mismas. Aquí puedes coincidir con algunas, pero el ambiente difiere, todo el mundo está más pendiente de lo suyo y yo también soy muy introspectiva en ese sentido».
Ella, que nunca se ha gastado «nada excesivo» en un capricho de moda a lo largo de su vida («me encanta la ropa, pero como no me lo podía permitir, no entraba en mi cabeza pensar en algún bolso carísimo o unas zapatillas de edición limitada. En ese sentido nunca he visto la moda como algo aspiracional»), combina ahora sus estudios en Madrid con los posados para revistas o las pasarelas internacionales. Su actitud, siempre con los pies en el suelo. Y sin tacones, claro.
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