Los ángeles de Victoria’s Secret regresan como si el movimiento por la diversidad de tallas no hubiese ocurrido
La revista More or Less vuelve a resuciar el rol tradicional de las modelos más conocidas de Victoria’s Secret y el fantasma de la cosificación reaparece.
Los ángeles de Victoria’s Secret regresan por segunda vez a la actualidad en menos de seis meses. Esta semana es Jaime Perlaman, director de la revista More or Less el que reivindica de nuevo el poder de las modelos de Victoria’s Secret, a las que ha colocado en la portada de su publicación bajo el argumento de la sostenibilidad: las maniquíes aparecen luciendo ropa interior de la firma de ropa interior Kezako, especializada en upcycling. El titular es muy explícito en intenciones: «Heavenly bodies». Cuerpos celestiales. Esos cuerpos son los de Alessandra Ambrosio, Candice Swanepoel, Stella Maxwell, Sara Sampaio, Marta Hunt, Elsa Hosk, Lily Aldrirge, Lais Ribeiro y Leoni Anderson.
El mensaje que propone esta portada ha sido muy cuestionado en la última década aunque fue en 2015 cuando por primera vez una voz desde el interior de la industria de la moda se atrevió a poner en tela de juicio los valores tóxicos promovidos por Roy Raymond, el CEO de la compañía e inventor de los famosos desfiles televisados que la crítica del New York Times llamó «pornografía de baja intensidad». La portavoz de esta disidencia era otra CEO, la de la marca Lane Bryant, que, bajo el eslogan «I’m no Angel» lanzó una campaña protagonizada por conocidas modelos de tallas grandes que le daba la vuelta a polémica definición de cuerpo perfecto que abanderaba históricamente Victoria’s Secret. Fue justo después de que la firma lencera lanzara una controvertida campaña que bajo el título The Perfect Body mostraba a varias modelos de supuestas medidas perfectas posando en ropa interior. El objetivo de Lane Bryant con su campaña era cambiar la conversación sobre los cuerpos. Su idea era una que ahora se ha convertido prácticamente en un mantra de la cuarta ola feminista: redefinir los tiránicos cánones de belleza. #ImNoAngel animaba a todas las mujeres del mundo a compartir fotografías de sus cuerpos a través del hashtag con el mismo título. Fue un éxito.
En 2018 la prensa internacional especializada se hacía eco de que por primera vez en la historia comercial de la firma, la oposición de las mujeres al canon impuesto empezaba a notarse en el rendimiento económico. “La sociedad ha cambiado. Victoria’s Secret no”, apuntaba The Business of Fashion, resumiendo en pocas palabras la raíz de un problema que había empezado a sentirse en 2916, cuando las ventas empezaron a caer junto con la cuota en el mercado norteamericano (un 2% en los últimos cinco años, según Forbes) a favor de firmas de la competencia más body positive. «La enseña propiedad del grupo L Brand se enfrenta –con su ejército de ángeles de medidas perfectas y rostros canónicos– a una clienta que ha dado pasos de gigante en su visión sobre su propio cuerpo y que ya no acepta dictados», contábamos desde S Moda.
Entonces agurábamos que el poder empoderador de las redes sociales o fenómenos como el movimiento #MeToo hacían incómodo el enfoque de una casa que nació en 1977 con la aspiración de crear tiendas de ropa interior en las que los hombres no se avergonzaran de entrar. ¿El resultado? Una marca que orbita en torno a una visión masculina de la sexualidad femenina. «Un cuadro que no encaja con los esquemas de la mujer de hoy, especialmente con los de las generaciones más jóvenes», explicaba Patricia Rodríguez. No era una afirmación sin fundamento: la etiqueta había desaparecido de entre las 10 favoritas de los jóvenes en los datos una encuesta de la consultora Piper Jaffray (un estudio bianual que mide la reputación en el mercado adolescente estadounidense y que entonces encumbraba a Nike, que aquel verano se posicionaba abiertamente contra el racismo). No solo eso: Victoria’s Secret aparecía entre las 10 enseñas a las que no volverían a comprar.
La caída en desgracia del modelo de negocio pareció confirmarse en 2020, cuando por segundo año consecutivo no se celebró el desfile que en otros tiempos hizo célebre a Alessandra Ambrosio, Candice Swanepoel, Heidi Klum, y Tyra Banks y sin embargo Rihanna promovió el desfile de su marca de ropa interior, Savage X Fenty, retransmitido para los 200 millones de suscriptores de Amazon Prime en todo el mundo, contando con las actuaciones de Rosalía, Travis Scott, Bad Bunny o Lizzo. La artista de Barbados proponía un espectáculo diverso e inclusivo en el que la idea de qué es sexy la definían las mujeres.
Sin embargo, aunque haya podido parecer que el modelo de negocio de Victoria’s Secret estaba obsoleto, lo cierto es que sus rostros más conocidos han regresado a la actualidad en varias ocasiones este año. Hace solo unas semanas porque Kim Kardashian las rescató para una campaña de su propia firma de marca interior, Skims, que mantiene una estrategia de comunicación consistente en llevar la positividad con respecto al cuerpo incluso a estas mujeres en otro tiempo supuestamente perfectas. Un ardid que puede tener sentido pero que no deja de recuperar para los medios masivos un canon corporal prácticamente imposible. La propia Kim Kardashian, cuyo cuerpo es objeto de polémicas una y otra vez, planteando también una y otra vez el debate sobre si cuestionar a una mujer que quiere que se cuerpo sea imposiblemente «perfecto» es de nuevo cuestionar la decisión individual femenina, formaba parte de la campaña.
Ahora, la portada de More or Less pone de relieve todo el camino andado en cuestiones de diversidad. Si uno de los mantras de la cuarta ola feminista es que ninguna mujer debe pedir perdón por su cuerpo, sea este cual sea, uno de los grandes retos a los que se enfrenta ahora el movimiento es no retroceder en un mensaje que parecía haber empezado a calar: no existen las figuras «sobrenaturales» ni «perfectas».
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