Liza Minnelli en ‘Cabaret’: otra vez divina decadencia
Hay aterradoras (y bellas) resonancias de la Europa contemporánea en la obra maestra de Bob Fosse, que cumple ahora 50 años.
Ya hace medio siglo del estreno de Cabaret (Bob Fosse, 1972), pero las uñas verdes metalizadas de Sally Bowles resultan más elocuentes que nunca. Para presentar al personaje, Liza Minnelli, actriz que se convirtió en un icono de la cultura popular gracias a este musical perfecto, mueve sus finos dedos mientras se enciende un cigarro y, a modo de excusa por su excéntrico esmalte, pronuncia una frase que repetirá a lo largo de la película: “Divina decadencia”. Vestida con un mantón de Manila en forma de bata, la eterna aspirante a estrella de la UFA tiene una fotografía de Marlene Dietrich en su habitación, donde retoza con un estudiante británico llamado Bryan Roberts, mientras por las noches canta en el Kit Kat Club. Como Dietrich en El ángel azul, los bajos fondos son su hogar.
Estamos en Berlín en 1931, la hiperinflación lo domina todo y a los nazis solo se les considera unos molestos hooligans. La crisis humanitaria y económica de la Gran Guerra y la pandemia de la gripe española aconsejaban exprimir la vida. En la noche, la libertad del Kit Kat Club no conoce límites y los travestis se mezclan con un imaginario propio del arte que floreció en Alemania en los años veinte. Bob Fosse, director de Cabaret, caracterizó al público del Kit Kat como personajes sacados de los cuadros de Otto Dix, el de la extravagante periodista Sylvia von Harden, por ejemplo, o de las fotografías de August Sander. Como en sus retratos, la sociedad del cabaret es un espectáculo dentro de un espectáculo. La exposición del Centro Pompidou de París Alemania años 20. La Nueva Objetividad. August Sander invita a descubrir “las resonancias” de aquella Alemania en el contexto de la “Europa contemporánea de movimientos populistas y sociedades divergentes en plena revolución digital”. El eco es terrorífico. Como lo es en Cabaret, donde los abortos y la homosexualidad, cuando no pansexualidad, están a la orden del día, y donde Sally Bowles y el maestro de ceremonias que interpreta Joel Grey se burlan de lo que a todos les falta, el Dios dinero que hace girar el mundo de su célebre número musical. Mientras, en otra secuencia famosa, la del biergarten, los hombres, mujeres y niños acaban convertidos en el coro del enérgico y angelical joven de las juventudes hitlerianas que cantan que el futuro les pertenece. Con ellos se acabó trágicamente la divina decadencia.
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