Historia de la milagrosa resurrección de La Samaritaine, el centro comercial más polémico de París
Fundado en 1830, este “Escorial francés” está ahora llamado por el Presidente la República y el de LVMH a representar todos los valores de la Francia post-coronavirus. Desde la ONG Attac creen, sin embargo, que simboliza las desigualdades económicas que la pandemia ha ahondado.
Si el Escorial fue en su día una obra magna de la hispanidad defendida por Felipe II y se hizo célebre por lo mucho que tardó en finalizarse su construcción, la rehabilitación de La Samaritaine, uno de las tiendas departamentales más famosas, queridas y representativas de París, situada en la Rue Rivoli, junto a celebérrimo Pont Neuf, se puede considerar una especie de Escorial francés, pues han hecho falta quince años para que la ciudad de la luz pueda contarlo de nuevo entre sus tesoros patrimoniales; ahora que por fin se ha inaugurado de nuevo el pasado 23 de junio, las grandes fuerzas vivas galas, con Emmanuel Macron a la cabeza de una iniciativa tomada por Bernard Arnault, el hombre más rico de Francia, a la sazón presidente de LVMH, el holding que aglutina a muchos de los grandes nombres del lujo (aunque no a Chanel), quieren convertirlo en el emblema de una nación que busca argumentos que le hagan resurgir de las cenizas de ese incendio llamado Coronavirus.
Fue precisamente por el riesgo que corría de ser pasto de las llamas al estilo del edificio Windsor y por el hecho de que no cumpliera con ninguno de los requerimientos de seguridad que el siglo XXI exigía a edificios destinados a grandes masas que este coloso, nacido en 1830, tuvo que cerrarse en 2005.
La decisión fue polémica desde el primer momento, no solo por el enorme coste que iba a suponer la restauración sino porque implicaba el despido de 1.450 empleados que recibieron la promesa de ser reubicados o recibir compensaciones. Los sindicatos consideraron en aquel momento que el argumento del peligro de fuego era un ardid para facilitar el despido de empleados muy longevos. Cuando las obras por fin se pusieron en marcha, entonces la controversia se produjo por la oposición de las asociaciones de protección del patrimonio que consideraban que estos trabajos iban a dañar profundamente la identidad arquitectónica de la ciudad. Dichas asociaciones, que contaban con el respaldo del ayuntamiento, no pudieron impedir el derrumbe de dos edificios históricos del París pre-hausmaniano ni la demolición de tres de las cuatro fachadas más icónicas, pero se opusieron radicalmente a la destrucción de una cuarta. De todos los cambios que incluía el proyecto, el que más escocía era la inclusión en una gigante plancha ondulante de cristal diseñada por el estudio japonés Sanaa, premio Pritzker 2010; irónicamente, es justo esta solución decorativa la que ahora se erige en joya de la corona: en su superficie se reflejan todos los edificios históricos del entorno, lo que, según defienden sus creadores, favorece su integración total.
Sin embargo, y a pesar de las evidentes cualidades arquitectónicas y urbanísticas del proyecto, hay quien considera su puesta en marcha en estos momentos una obscenidad. Hace solo dos días activistas de la ONG altermundista ATTAC abrieron una enorme pancarta sobre edificio renovado con los retratos de Arnault, su socio e inversor en telecomunicaciones Patrick Drahi, el fundador de Kering, el otro gran grupo de lujo, Francois Pinault y Francoise Bettencourt, la hija de la última heredera L’Oreal, Liliane Bettencourt. Sobre sus rostros se podía leer un enorme titular que rezaba: “La banda de beneficiados. ”
Este negocio fundado por un viajante llamado Ernest Cognacq con la ayuda de su esposa, Marie-Louise, al lado de una fuente de agua potable conocida precisamente como la Fuente de La Samaritaine no siempre fue así de grande. Nació como una pequeña tímidamente inspirada era el Bon Marché, otro de los centros comerciales más conocidos de París, junto con Lafayette.
Este tipo de establecimientos, que inauguraron el comercio tal y como lo conocemos hoy en día eran el lugar donde llegaban las mejores mercancías de las rutas coloniales, se convirtieron en símbolo de prosperidad y vida social en la Belle Époque. No es extraño que Emile Zola los bautizase como “catedrales del ocio moderno”: todos ellos ofrecían a las mujeres -su principal público- la posibilidad de deambular libremente entre las mercancías, cosa que en su momento fue una novedad revolucionaria y que generó una gran afluencia de clientas que no solo iban a comprar, sino también a pasar el rato, cosa que antes de la llegada de este modelo de consumo no se hacía. A la altura de 1925 La Samaritaine estaba compuesta ya por cuatro edificios diferenciados que el arquitecto belga especialista en art nouveau Frantz Jourdain transformó en una espectacular unidad.
En 1933, la tienda pasó por otra gran reforma dirigida por Henri Sauvage quien añadió un toque art-decó. El lugar, a la manera del londinense Harrods, fue sinónimo de abundancia en los peores años de la Guerra, donde, según cuentan, jamás dejó de haber suministros (algunos prisioneros liberados por Vichy fueron a hacerse trajes a medida allí para regresar a sus lugares de origen). En los sesenta, la moda más avanzada y chic se podía encontrar allí. El lugar solo entró en declive hacia los años ochenta, cuando los centros comerciales destinados a clases medias hicieron su aparición en el extrarradio de las ciudades de todo el mundo. A pesar de que su terraza seguía ofreciendo una de las mejores vistas de París, empezó a hacerse evidente su deterioro estructural y las mercancías a la venta comenzaron a perder la pátina de sofisticación que siempre las había caracterizado. En esta rehabilitación ha sido un objetivo primordial preservar y dar brillo a su estructura de hierro abalconada en varias alturas tipo Eiffel, a sus increíbles escaleras y a su espectacular cristalera rectangular de armazón metálico que inunda de luz el hall principal. De todo esto se ha hecho cargo el estudio canadiense Yabu Pushelberg. Otros grandes logros de esta reapertura ha sido la recuperación íntregra de los frescos multicolores de pavos reales sobre esmaltes de lava de Volvic que en su día diseñaron Francis Jourdain y Eugène Grasset.
La reapertura de La Samaritaine estaba prevista para mediados de 2020, pero el mundo se paró en marzo de ese mismo año. LVMH ha invertido en esta obra una cifra (750 millones de euros) tan faraónica como el proyecto que incluye un hotel de lujo, la Cheval Blanc (que abrirá en septiembre de este año), tiendas multimarca y, paradójicamente, 95 viviendas de protección oficial que el Ayuntamiento de París ofrecerá a personas en riesgo de exclusión social. Arnault le ha prometido a la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, que creará al menos 2.000 empleos, cifra que sobrepasa a los que se destruyeron en su día. De momento, los que le aplaudieron a él y a Macron el día de la inauguración asomados a las barandillas de este prodigio de hierro y cristal que aspira a convertirse en un gran nodo de compras turística (cuando los turistas de verdad regresen) eran 700. En las protestas de ATTAC los activistas, que sostienen que esta nueva vida del proyecto comercial es símbolo de las tremendas desigualdades económicas que está generando la pandemia, exigían a los principales beneficiarios de este negocio que paguen impuestos. Por su parte, el Presidente de la República el día del acto oficial, cuando aún todo eran sonrisas, dijo: “Hay veces que las cosas que haces son una metáfora perfecta del momento”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.