‘Killing Eve’: quiero todo el armario de esa asesina
El vestuario de Villanelle (Jodie Comer) en la serie de HBO levanta tantos suspiros como su arriesgado personaje. Molly Goddard, Erdem, Dries Van Noten o Miu Miu firman sus looks icónicos.
Cuando Villanelle se pone guerrera con ese psiquiatra sui generis que tiene se viste de princesa con un irónico vestido de tul rosa de Molly Goddard. Los Miu Mius los deja para pasear con su follavecino por los parques de París y jugar a ser una niña buena. La asesina mejor vestida de la televisión amanece con batín de Erdem, se infiltra en fiestas vestidas de Burberry y juega al gato y al ratón con el MI5 con dramáticas camisas de JW Anderson. Villanelle (u Oksanda), la asesina que ha desarrollado Phoebe Waller-Bridge –a la que no se le está prestando la atención que merece como una de las showrunners más frescas de la ficción actual– provoca en las telespectadoras el mismo efecto que esas féminas embobadas con Cate Blanchett: todas caen rendidas. Lo hacen aún a sabiendas de que se han colado por una sociópata bastante infantil; una amoral capaz de dormir plácidamente sobre las sábanas italianas de las que se encapricha mientras asesina a un anciano mafioso a pocos metros de un nieto adorablemente rechoncho.
Hablamos de Killing Eve, la serie que más alegrías está dando a la moda contemporánea tras la sobredosis de retronostalgia a lo Mad Men y The Marvelous Mrs. Maisel o la épica medieval de la vestimenta de Juego de Tronos. Villanelle, interpretada por Jodie Comer, se suma a esa venerada lista de flechazos de armario seriéfilos que engrosan otros girl crush televisivos, como las camisetas vintage de Mickey Dobbs (Gillian Jacobs) en Love o todo lo que se puso Francesca (Alessandra Mastronardi) en Master of None. El relevo llega con el exquisito (y caro) vestuario de una asesina que usa la moda como disfraz y reafirmación constante de un personaje obsesionado con su aspecto y de quienes la rodean (véase su filia por el pelo rizado de las mujeres o por cómo viste su némesis, Eve, una Sandra Oh que brilla hasta con las chaquetas de montañera de saldo y cierta obsesión por aburridas superposiciones sin aparente gracia que, francamente, le quedan como un guante).
Ese juego de poder entre aburrida funcionaria (Sandra Oh) y astuta asesina (Jodie Comer) se evidencia, aún más, con los contrastes entre la ropa que visten. Una jugada maestra urdida a cuatro manos por las dos Phoebes de la serie. Waller-Bridge indica qué busca en el guión (en la escena del psiquiatra pidió un vestido rosa holgado) y Phoebe de Gaye, la estilista de la serie, ejecuta dando en el clavo y demostrando que puede hacer mucho más por la moda que en una serie de época. De Gaye ya había vestido a Jodie Comer en La princesa blanca y aquí ha jugado a experimentar con un personaje al que ve como «una mujer extraordinaria que siempre tratará de sorprenderte con su ropa. Justo cuando creías que estaba vistiendo un modelito atroz, de repente aparecerá vistiendo algo muy clásico», explicó a Vulture.
«Quiero más disfraces», pide de cara a la (confirmada) próxima temporada Jodie Comer, fascinada con las elecciones estilísticas de un personaje que ha seducido a la audiencia. Por cierto, esa característica mirada que pone cuando asesina a sus víctimas la imitó de los animales cazando a sus presas. «Si ves a un gato, él jugará con el ratón antes de atacarlo». Sus preliminares felinos ya son adictivos entre una creciente legión de espectadores que ya la alza como serie del año.
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