La inesperada invención de las Wayfarer: cómo una inclinación de 20 grados convirtió en símbolo de estilo y sexo a unas gafas de sol
Sinónimo de rebeldía en sus inicios y símbolo de los inconformistas, estas gafas convertidas en un clásico estuvieron a punto de ser descatalogadas hasta que la gran pantalla hizo de ellas un icono imperecedero.
En 1952, la película Cantando bajo la lluvia triunfaba en taquilla y Marilyn Monroe forjaba su propia leyenda al debutar en la portada en la revista Life como nuevo icono del star system. Mientras parte del mundo era testigo de estos acontecimientos, un desconocido diseñador óptico ideaba unas gafas de sol que desafiaron todo tipo de convencionalismos. Presentaban un diseño masculino y algo agresivo gracias a su montura angulosa, además sorprendían por el material con el que fueron fabricadas. Las gafas en cuestión eran las Wayfarer de Ray-Ban, un modelo cuya historia ha estado siempre vinculada al universo hollywoodiense. Igual que las estrellas del cine y la música que poblaban las colinas de Los Ángeles, este diseño también se erigió como un icono internacional ajeno al paso del tiempo. Pasó de simbolizar la rebeldía de los jóvenes y desencantados a convertirse en el complemento estrella de las películas más taquilleras de los años ochenta. Hoy en día, gracias a su concepción de básico, tiene asegurada su supervivencia tanto como una camisa blanca o unos vaqueros.
Una montura inexistente hasta la fecha
Las Wayfarer, cuyo nombre se podría traducir como “caminante” o “viajero”, vieron la luz en 1952, hace hoy 70 años. Fue entonces cuando el diseñador óptico Raymond Stegeman creó un atípico modelo de gafas cuya montura presentaba una curiosa inclinación de veinte grados en la zona frontal. Stegeman registró la patente el 22 de julio de 1952 y en ella aparecía como inventor de “una nueva montura de gafas”. Raymond trabajaba en Bausch&Lomb, una compañía especializada en productos ópticos fundada en Nueva York en 1853 y propietaria de Ray-Ban. Esta marca había nacido en los años 30 cuando la empresa recibió el encargo de fabricar unas gafas de sol específicas para evitar que los pilotos del ejército americano se deslumbraran con los intensos haces de luz que atravesaban el cielo. Así surgieron las populares gafas de aviador o Aviator, con montura metálica y lentes verdosas que no se empañaban ni oscurecían la visión. Por supuesto, protegían de la radiación solar. De ahí, el descriptivo nombre de la marca, Ray-Ban (algo así como “barrera anti-rayos”). Con las Wayfarer la empresa volvió a pulsar la tecla del éxito. Desde el momento de su lanzamiento, triunfaron entre los jóvenes rebeldes que desafiaban la moral de la época y reivindicaban su individualidad también a través de la indumentaria.
Una de las características distintivas de las Wayfarer, lo que hizo que llamaran tanto la atención entre los jóvenes cansados de convencionalismos y ávidos de transgresión no fue solo su diseño, también los materiales empleados para dar forma a las gafas de sol. Lo habitual era emplear monturas metalizadas, pero esta vez se usó una nueva tecnología para moldear plástico. “Supusieron una revolución debido a que el nuevo material ofrecía a las gafas de sol una cantidad ilimitada de formas, colores y texturas. Se convirtieron en una alternativa mucho más moderna para las nuevas tribus sociales (especialmente americanas) que desde finales de los cincuenta las adoptaron como sello de identidad (las originales o cualquiera de las muchas versiones o transformaciones que hicieron otras marcas)”, explica Carlos Sánchez de Medina, historiador del arte experto en moda e indumentaria y profesor en la Universidad de Granada. El aspecto más ingenioso del diseño era la inclinación de veinte grados de la montura. Para Daniel Alberola, fundador de la marca española de gafas Mr. Boho, este es un elemento clave: “A lo largo de las décadas Ray-Ban ha ido jugando con diferentes ángulos pantoscópicos de las Wayfarer (inclinación del frontal de la montura), lo que ha permitido a una montura tan sencilla dotarse de mucha personalidad”. En la versión actualizada de las gafas, las llamadas New Wayfarer, este detalle ha desaparecido. El actual logo presente en la esquina superior de una de las lentes, así como el que aparece en las varillas, tardó varias décadas en dejarse ver.
El otro sueño americano
A finales de los años 50, la televisión y el cine de Estados Unidos se habían convertido en medios muy populares con gran influencia para moldear los gustos y necesidades de su audiencia. Estrellas como James Dean abanderaron el espíritu rebelde de la juventud inconformista, representado a la perfección en unas gafas de sol de estilo masculino, con montura afilada que endurecía los rasgos y unos cristales oscuros desde los que observar sin dejarse ver. Fueron concebidas como un producto para hombres, y así se mantuvieron durante un corto tiempo. Marilyn Monroe fue de las primeras en romper la barrera del género en torno a este diseño, uno de sus preferidos para ocultarse de los paparazi, y gracias a ella dejaron de estar limitadas al público masculino. A partir de entonces, la lista de celebridades fotografiadas con Wayfarer es casi inabarcable. En los sesenta, Bob Dylan rara vez era visto sin ellas y el accesorio se convirtió en parte de la imagen enigmática proyectada por el músico estadounidense.
En la década posterior a su lanzamiento, los números empezaron a teñirse de rojo. Las Wayfarer ya no eran una novedad, no conseguían atraer a las nuevas generaciones y poco a poco perdieron terreno hasta los años 70, cuando quedaron relegadas a un segundo plano. De vez en cuando, alguna celebridad asidua a Studio 54 aparecía ocultando su falta de horas de sueño con unas Wayfarer negras, pero las ventas estaban estancadas. La extravagancia estética de los posteriores ochenta no parecía encajar en la estética minimalista de estas gafas de sol. Sin embargo, una inesperada estrategia de marketing logró resucitar la popularidad de las Wayfarer y superar incluso el éxito de los años cincuenta.
La década que lo cambió todo
“A partir de los ochenta”, apunta el experto Carlos Sánchez de Medina, “las gafas comenzaron a aparecer en multitud de películas y fueron principalmente las estrellas de Hollywood quienes empezaron a utilizarlas a diario. Desde entonces han estado siempre presentes, aunque con los años dejaron de asociarse con una actitud rebelde para ser simplemente un complemento clásico”. La presencia en la gran pantalla de las emblemáticas Wayfarer respondía a una estrategia empresarial algo desesperada. En 1980, las gafas se habían colado en la película de culto The Blues Brothers, de John Landis. En ella, John Belushi y Dan Aykroyd daban vida a los inolvidables hermanos Jake y Elwood Blues, cuyo característico vestuario de traje, corbata y sombrero de fedora se completaba con unas Wayfarer negras. “En el momento que se lanzó la película The Blues Brothers, este modelo de Ray-Ban estaba de capa caída. Tras el estreno, las ventas aumentaron de tal forma que la compañía decidió contratar a una empresa especializada en product placement”, explica Auxi Barea, directora de contenido y social media de la agencia de publicidad La Despensa.
De este modo, en 1982 se cerró un trato por valor de 50.000 dólares anuales con una empresa especializada en emplazamiento de productos con el objetivo de que las Wayfarer aparecieran en películas y series de televisión.
En 1983, un jovencísimo Tom Cruise las llevó en Risky Business y ese mismo año se vendieron más de 360.000 gafas de sol. “El éxito de las Wayfarer en Risky Business”, señala Barea, “es la asociación total al personaje. Las gafas forman parte de él, de su carisma y atractivo. El espectador hace la asociación rápida de que para tener carisma ese modelo de gafas puede ser un gran primer paso. En el cine hay muchos grandes ejemplos de product placement donde la marca o el producto tienen un papel relevante dentro de la historia y no son un simple logo en pantalla, como por ejemplo los caramelos Hershey’s en E.T. el extraterrestre, que son el primer punto de contacto entre el extraterrestre y el niño protagonista, o más recientemente el product placement de Estrella Galicia en La Casa de Papel, que más allá de ser la cerveza que beben sus protagonistas, se convierte en la solución para escapar con el dinero, oculto en uno de sus camiones”. En el caso de Risky Business, las gafas de sol aparecían en primer plano incluso en los pósteres promocionales de la cinta.
Más tarde, se convirtieron en un accesorio recurrente en hits televisivos como Miami Vice. Y así hasta más de sesenta títulos estrenados entre 1982 y 1987. Igual que sucedió en los años 50, las celebridades volvieron a fijarse en estas gafas de sol, convertidas ahora en un icono que traspasaba la pantalla. Madonna o Debbie Harry remataban sus inimitables estilismos ochenteros con las gafas más buscadas. Michael Jackson las lució en los conciertos del Bad Tour celebrados entre septiembre de 1987 y enero de 1989, donde actuó frente a millones de personas en una gira que batió récords de asistencia de público. El éxito era tal que encontrar unas Wayfarer se convirtió casi en misión imposible. En un artículo publicado en Los Angeles Times en 1988, Norman Salik, por aquel entonces vicepresidente de Bausch&Lomb, reconocía que este renovado interés les había cogido algo desprevenidos. Antes de la aparición en películas, las Wayfarer estaban a punto de ser descatalogadas. A finales de la década, tenían previsto vender más de 4 millones de gafas. “Estamos trabajando muy duro para llegar a todos los pedidos, han superado todas nuestras expectativas”, comentaba el directivo en el citado artículo.
Cambio de milenio
A finales del milenio, la compañía propietaria de Ray-Ban, la histórica casa Bausch&Lomb, fue comprada por el fabricante italiano de gafas Luxottica por 640 millones de dólares. En el nuevo siglo, las Wayfarer consolidaron su estatus de diseño clásico y se mantuvieron silenciosas hasta que el triunfo del estilo hipster a partir de 2008 volvió a dotarlas de significado. Este modelo de Ray-Ban definió la estética indie de quienes buscaban desmarcarse del resto reforzando su individualidad a través del vestuario, un paralelismo con los años 50, cuando las Wayfarer subrayaban la actitud rebelde de quienes desafiaban lo establecido.
A día de hoy, el estilo Wayfarer se ha configurado como una estética concreta, un tipo de gafas de sol que no se limita a la marca Ray-Ban. Es fácil identificar en marcas grandes y pequeñas propuestas inspiradas en esta creación superventas. No obstante, la barrera entre referencia y copia puede resultar a veces difusa y la propia compañía se ha visto envuelta en procesos judiciales para proteger su imagen comercial. Uno de ellos tuvo lugar en 2016, cuando Luxottica demandó al grupo BCBG acusándolos de violar su marca registrada al ofrecer diseños idénticos a sus gafas Wayfarer. Fuera de los circuitos de venta convencionales las copias se multiplican. Las gafas de sol, igual que los bolsos para amantes de la logomanía, abundan en el mundo de las falsificaciones y la cantidad de videotutoriales que inundan la red explicando cómo diferenciar unas gafas verdaderas de unas falsas reafirman esta realidad. En muchas ocasiones es imposible rastrear estas copias, pero la marca anima a sus clientes a denunciar los productos falsificados a través de su web en un apartado específico.
Mirada en el futuro
A pesar de los obstáculos, las gafas siguen cumpliendo años. Han pasado siete décadas desde que el diseñador óptico Raymond Stegeman revolucionara el sector con el fenómeno Wayfarer. El hecho de que se sigan vendiendo sin apenas cambios sustanciales ratifica la acertada visión de la compañía a la hora de crear un diseño con vocación de básico. ¿Y qué entendemos por básico? Algo capaz de mantener su relevancia sin limitarse a tendencias pasajeras, tan versátil que pueden llevarlo personas con estilos tan diferentes como Kate Middleton o Kate Moss sin que desentone en ninguna de ellas. Si bien su estética es prácticamente la misma del modelo original, las buscadoras de tesoros vintage se afanaron a comienzos del nuevo milenio por encontrar diseños originales, a la venta en plataformas de segunda mano. Este interés no pasó desapercibido para Ray-Ban, que relanzó el modelo original en 2006, con la característica inclinación frontal de veinte grados.
Originales o renovadas, en la actualidad continúan siendo uno de los best-sellers de Ray-Ban. Eso sí, la marca no duda en adaptarlas a los nuevos tiempos y en este sentido, hace apenas unas meses incluyó en su colección las Wayfarer Stories, un innovador diseño de gafas inteligentes creado en colaboración con Meta, matriz de Facebook, que permite contestar llamadas, hacer fotos, grabar vídeos o reproducir música. Sin perder de vista el futuro, pero reivindicando su pasado como garantía de éxito en el presente, queda claro que las Wayfarer no tienen rival.
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