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Parejas ‘yoyó’: el peligro de reconciliarte con tu ex

Las reconciliaciones pueden ser muy excitantes y hasta crear adicción, como bien sabían Liz Taylor y Richard Burton, pero antes de rebobinar y empezar el segundo capítulo es imprescindible hacerse algunas preguntas y reflexiones.

Richard Burton y  Elizabeth Taylor en 1975.
Richard Burton y Elizabeth Taylor en 1975.Getty (Gamma-Rapho via Getty Images)

Entre las parejas yoyó, es decir, las que tienen por lema ‘ni contigo ni sin ti’ y lo dejan y lo retoman como si fueran los únicos supervivientes a un apocalipsis nuclear en la faz de la Tierra, el ejemplo de Liz Taylor y Richard Burton es el que mejor ilustra todos los aspectos, todo el abanico posible de sensaciones, todos los monstruos y ángeles que acompañan a este tipo de adicción.

A pesar de que la pareja solo se casó dos veces, la tumultuosa relación dio para mucho en la prensa y hasta en la gran pantalla, con una película ¿Quién teme a Virginia Wolf?(1968), que narraba las batallas de un matrimonio en permanente pie de guerra, en la que los actores se sabían de memoria el guión, antes incluso de haberlo leído.

La pareja comenzó su romance en Roma, en 1962, durante el rodaje de Cleopatra, aunque ambos estaban casados, lo que hizo que hasta el mismísimo Vaticano criticara la relación. Hubo respectivos divorcios y boda en Montreal, tras la que llegó la convivencia, el desencanto, las broncas (a él le gustaba todo lo que se movía), las borracheras monumentales y el divorcio. Y otra boda, en Botswana. El primer matrimonio duró casi 10 años, entre 1964 y 1974. Dieciséis meses después del divorcio, Burton y Taylor se volvieron a casar en 1975, aunque en esa ocasión la pareja duró menos de un año.

No cabe duda de que un poco de tensión puede dar emoción a la relación pero, como señala Carme Sánchez, psicóloga clínica y sexóloga del Instituto de Urología Serrate & Ribal “algunas parejas se enganchan a las reconciliaciones y eso puede indicar que no son capaces de avanzar hacia el siguiente nivel de intimidad. El mecanismo es sencillo, para evitar pasar a la fase posterior de la relación, la desmontan y vuelven a la casilla cero. Y, de paso, perpetúan la emoción de los primeros tiempos”.

Una tensión emocional y sexual que puede enganchar, pero que va haciéndose cada vez más incontrolable. Y no solo para los que la viven sino para los que asisten al desagradable espectáculo. “A menudo, ambos miembros de la pareja hacen que los amigos se posicionen al contarles cosas y darle información cuando se está enfadado con el otro. Pero, al mismo tiempo, se les exige que no juzguen lo que hacen cuando vuelven juntos”, apunta Sánchez, “por eso, las amistades también se resienten con estas rencillas y es muy difícil que, una vez acabada la relación, ambos mantengan amigos comunes. Generalmente uno se queda con unos y el otro/a con otros”.

Argumentos en contra del reencuentro

Si para algunas parejas llegar a la ruptura es un proceso de metamorfosis, que lleva años y al que se llega ya muy deteriorado; otras echan el cierre a la primera de cambio y exhiben una tolerancia cero ante los problemas inherentes a toda convivencia. Por un lado, la crisis económica se ha revelado como el mejor pegamento une relaciones, a prueba de bomba, desencantos y ausencia de sexo, pero es que lo que la hipoteca ha unido no lo separa el hombre.

Por otro lado, como apunta Sánchez, “se aprecia una cierta infantilización en las parejas más jóvenes, sobre todo a la hora de solucionar conflictos. Faltan estrategias de negociación y las peleas se producen, muchas veces, por cosas insignificantes. En parte, también porque se ha llegado a la relación con las expectativas muy altas sobre lo que es la vida de pareja”.

“Los malos tratos o los intentos de agresión deberían ser motivos de fuerza mayor para no volver (no como hizo Rihanna y Cris Brown, que incluso grabaron una canción juntos para decirle al mundo que no se metiese en sus asuntos), seguidos de visiones diametralmente opuestas sobre temas cruciales de la existencia. “En este apartado estarían los valores, el estilo de vida que se desea llevar, si se quiere tener hijos o no (a veces esto puede ser negociable o no) y si existe un proyecto en común”, subraya Marisol Delgado, psicóloga y especialista en psicoterapia por la European Federation of Psychologists Associations (EFPA), con consulta en Avilés (www.marisoldelgadoartime.com). “Una persona honesta siempre acabará chocando con otra más propensa al engaño, a vivir del cuento o a tener una ética de quita y pon; y los conflictos serán muy frecuentes entre dos personas que aspiren a vivir vidas distintas (tal vez uno persigue el éxito mientras el otro está más interesado en la tranquilidad y felicidad)”.

Si uno está pensado en darse una segunda oportunidad con su ex debería primero descartar que la vuelta no cumpla el papel de parche, anestesia o papel pintado destinado a tapar las humedades de la existencia. “Muchos prefieren las malas compañías a la soledad; aunque luego, en el fondo, estén solos igual pero tienen alguien que va con ellos al cine o que comparte la misma habitación en el hotel, cuando están de vacaciones. Debemos aprender a estar solos y preguntarnos ¿qué es mejor, soportar ciertos momentos de soledad o una convivencia vacía y sin perspectivas?”, señala Delgado.

Por raro que parezca, los celos son, no pocas veces, la auténtica razón por la que se busca una segunda oportunidad. No poder soportar la idea de que el ex esté con otro/a, o también está la excusa de los hijos. “Lo hago por ellos”. Algo con fecha de caducidad y nada recomendable, “especialmente si los niños ya han pasado por el trauma de la separación y se han habituado a su nueva situación”, dice Carme Sánchez, “porque el mejor modelo que se les puede dar es que vean a unos padres felices, o al menos tranquilos y no inmersos en constantes batallas”.

El sexo es también una poderosa razón para rebobinar. La memoria, que practica desde siempre el método Mari Kondo, mucho antes de que esta japonesa lo hiciera popular, gusta de hacer limpieza y quedarse con lo bueno. Por lo que no es extraño que tras meses sin sexo, en dique seco, la gente tienda a idealizar las tórridas noches con el ex e incluso a coronarlo /a con hazañas sexuales que no le corresponden. Así muchos acaban reciclando a la antigua pareja en ‘amigo con derecho a roce’. “Bueno, en principio no hay ninguna ley que lo prohíba, pero la regla básica aquí es tener claro que los dos tienen el mismo grado de implicación y que ninguno quiere utilizar esto como un puente para volver; ya que de lo contrario, lo pasaría mal”, aconseja Sánchez.

Argumentos a favor del vuelta a empezar

Además de en la razón, cualquiera que se plantee emular a parejas como Selena Gómez y Justin Bieber o Miley Cyrus y Liam Hemsworth (ambas han roto y vuelto varias veces), debería dejarse guiar por sus sentimientos. “Yo creo que la clave es quedar con él/ ella y analizar cómo nos sentimos luego. Porque para que la cosa funcione debe existir todavía algo de lo que había cuando empezó la relación. Me refiero a cosas como la ilusión, el sentirse bien junto al otro, el divertirse juntos, el compartir cosas y el tener ganas de volverlo a ver otra vez. Si todavía queda algo de eso, entonces puede que la segunda sea la vencida”, afirma Carme Sánchez.

Claro que, incluso si lo anterior existe, podemos apostar que la reconciliación no será nunca un camino de rosas. “Es muy probable que haya rencor, por todos los problemas vividos, por la forma en que se haya llevado a cabo la ruptura o por otros muchos motivos. Y en esos momentos, cuando los malos recuerdos se presentan, incluso sin ser invitados, lo mejor es verbalizarlos. Por supuesto, de una manera diplomática, pero hacerlo antes que guardárselos y que empiecen a pudrirse”, señala Marisol Delgado, quien añade que “sería bueno además, que la pareja cree unos ‘estatutos’ o medidas de convivencia para evitar que pase lo anterior, pero desde lo que en psicología llamamos ‘mensajes yo’. Estos son del tipo: ‘yo creo que podría cambiar o mejorar este aspecto (por ejemplo, no alzar la voz al dirigirse al otro)’. Empezar tendiendo puentes y comprometiéndose a modificar nuestros defectos, en vez de utilizar los ‘mensajes tú’; que son aquellos en los que resaltamos los puntos negros del prójimo (‘es que tu tendrías que sacar la basura más a menudo’)”. ¡Ah! ¡Si los políticos se aplicaran el cuento!

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