El vestido lencero y la tiara de Courtney Love en los Oscar, ¿el mejor look de la historia de las ‘after party’?
Era el año 1995 y la vocalista de Hole decidió construir su look histórico con un vestido de segunda mano y una tiara de plástico.
La gala de los premios Oscar de 1995 ha pasado a la historia porque Forrest Gump se hizo con el premio a la mejor película, su realizador –Robert Zemeckis– ganó el de mejor director y Tom Hanks (protagonista de la cinta) le robó la estatuilla de bronce y oro de mejor actor a John Travolta. Casi nada. No todos los hechos inolvidables de aquel 27 de marzo ocurrieron dentro del Dolby Theatre de los Ángeles ni los protagonistas fueron señores. A Courtney Love gracias.
Después de la entrega de los galardones de cine más famosos del mundo todos los años, éste no cuenta, se celebra un importante número de guateques en los que los vencedores quitan importancia a su triunfo y los perdedores ahogan su derrota en falsas sonrisas mientras mascullan algo parecido a “lo importante es estar nominado; el premio sólo es la guinda del pastel”. A estos saraos además de los premiados y los nominados asisten otras celebridades para ver y ser vistas. Por lo que pueda pasar. Las menos estrategas van a pasárselo de película. Todo lo bien que los que acuden para engordar su agenda de contactos se lo permiten. Tenemos que hablar de Courtney Love en los Oscar del 95.
La cantautora, guitarrista y actriz de San Francisco hizo acto de presencia en el hotel Morton’s, donde la revista Vanity Fair celebra su fiesta post gala desde el año anterior, con un vestido de seda color champán de estilo años 30. Iba acompañada de la presentadora británica y aspirante actriz Amanda de Cadenet. Se habían vestido premeditadamente a juego. La entonces mujer del bajista de Duran Duran, John Taylor, había recargado la versión del traje de noche de su amiga con encaje en el pecho y gasa en el bajo. Las dos coronaron sus melenas rubias con las tiaras de una tienda de diez centavos y se pintaron los labios de rojo ensombrecido. Como Elizabeth Taylor en la gala de los premios de 1957. Courtney además llevaba unas larguísimas pestañas postizas y polvos de maquillaje blanco repartidos de forma desigual por toda la cara. ¿A qué o quién querían parecerse? ¿A dos muñecas de porcelana olvidadas en algún desván?, ¿a Marilyn Monroe despertando de su descanso eterno?
Cuando el periodista Kevin Sessums, que entonces escribía para la revista que organizaba el festejo, las recogió en el hotel Chateau Marmont por expreso deseo de Courtney, les preguntó si pensaban salir en ropa interior, la vocalista de Hole le espetó: “Estos son los vestidos de novia más baratos que hemos podido encontrar. Somos hermosas lesbianas con vestidos de 20 dólares”. A los reporteros agolpados en la puerta del evento les contó el mismo cuento. Ambas posaron encantadas en mil y una posturas, mientras fumaban o se daban picos, ante los flases de las cámaras que hacían brillar el satén de sus vestidos y el plástico de sus diademas. Se estaban divirtiendo. En el interior, Jessica Lange –que había ganado unas horas antes el Oscar de mejor actriz por su papel de Carly en Blue Sky– comentaba a quien le prestaba sus oídos que acababa de emprender un camino de no retorno hacia el misticismo entre cita y cita del filósofo danés Søren Kierkegaard. Cada intérprete con su guión.
Courtney Love no vivía su mejor momento. Hacía menos de un año que su marido, Kurt Cobain, se había suicidado en su casa de Seattle. La hija de ambos, Frances Bean, tenía menos de dos años. En el estudio sobre el garaje en el que el líder de Nirvana se quitó la vida de un disparo en la cabeza, Love instaló una especie de santuario-invernadero lleno de orquídeas. Amén de otros homenajes como conservar el vello púbico del difunto en una cajita; según relata, el antes citado, Kevin Sessums en sus memorias I Left It on the Mountain. Un par de meses antes de su aparición en este elegante after de los Oscar la intérprete de Doll Parts le había concedido una entrevista al cronista para la portada del número de mayo de la revista organizadora. Ella estuvo toda la conversación desnuda dentro de la bañera y él, vestido, sentado en el retrete. Courtney tenía carrete suficiente para seguir provocando.
Sobre el escenario la estadounidense llevaba tiempo presentándose ante su público con conjuntos propios de muñeca que adquiría en las más variopintas tiendas de segunda mano y se desfiguraba el maquillaje con el dorso de la mano. Kurt Loder, presentador de MTV News, la describió como “una viciosa muñeca de trapo”. ¿Por qué no se iba a disfrazar para acudir a la gala tras los Oscar?
Filmaffinity, la página web para recomendar y puntuar series y películas, resume el argumento de Forrest Gump como “la aventura de la vida adulta de un niño grande”. La noche de Love se podría sintetizar de la misma manera. El vestido de Courtney no sólo era barato, también era bonito. Independientemente de esta apreciación arbitraria sobre su conjunto, la moda no tiene por qué ser hermosa, lo dijo Miuccia Prada, es suficiente con que sea provocadora. Como el Arte. El feísmo, define la RAE con tino certero, es la tendencia artística o literaria que concede valor estético a lo feo.
¿Iban realmente disfrazadas Courtney Love y Amanda de Cadenet? Existen distintas teorías ¿Y el resto? Es evidente que sí. Cada invitado estaba interpretando un papel. Su papel. Eran gente del espectáculo. Courtney Love eligió el de invitada que incordia para criticar el cinismo y el divismo del resto de estrellas exagerando su personaje. Censuraba la doble moral de un Hollywood en el que podías dar vida en la gran pantalla a un homosexual pero no serlo (al menos no confesarlo) o a un juguete roto pero no parecerlo con el único fin de que los que manejan los hilos de la industria no te expulsasen del Star System. El feísmo, generalmente busca ridiculizar el contenido a través del continente, como la estética expresionista. Dos años después Love acudió a la alfombra roja oficial de los Oscar con un vestido de Versace muy similar al camisón de bajo coste que llevó en 1995. Salma Hayek, vestida no muy distinta, llevaba una tiara de diamantes de Cartier. Dios salve a Courtney y a las que son como Courtney.
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