Existe otro agresor en la vida de Amber Heard (y no es el que crees)
La cobertura mediática del divorcio de la actriz con Johnny Depp cae en la victimización secundaria y en suposiciones machistas como el ‘revanchismo’ o la búsqueda de beneficio económico.
Desde que hace unos días se conoció que el divorcio entre Amber Heard y Johnny Depp se complicaba con una demanda por malos tratos, la forma en que algunos medios han transmitido la noticia ha reproducido un patrón: la víctima de los abusos denunciados se ha convertido en la agresora en virtud de las suspicacias con las que el entorno del supuesto agresor cuestionan que su interés no sea denunciar un maltrato sino el revanchismo o, como en este caso, el beneficio económico.
Según Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres, estos comportamientos son tan frecuentes que ya tienen nombre: “procesos de victimización secundaria”. O, lo que es lo mismo, “procesos por los que las víctimas reciben una mala respuesta institucional bien sea, por ejemplo, por parte de la justicia o del juicio social que surge cuando los medios de comunicación no contribuyen a la sensibilización social”, advierte.
La secuencia se ejemplifica con ritmo de metrónomo en el caso de Heard y Depp. La actriz denunció. Amigos y familiares de Depp reaccionaron acusándola de mentir: el director Terry Gilliam publicó un tweet en el que ironizaba sobre las capacidades interpretativas de Heard y la hija y la ex mujer de Depp han salido en su defensa. Los tabloides han hecho el resto buscando supuestas contradicciones en las redes sociales de Heard o entrevistando a los íntimos del actor… La conclusión es que, en este momento, la víctima es señalada como agresora, al menos a la imagen del actor, que ha pasado en cuestión de días y a base de opiniones, de posible maltratador a chantajeado. De hecho, la mayoría de cobertura informativa busca elaborar un perfil psicológico de la presunta víctima y pocas publicaciones han elaborado un perfil tan exhaustivo del actor y presunto maltratador. En palabras del doctor en Sociología y profesor de género de la Universidad de Salamanca, Kerman Calvo “se trata de nuevos machismos en los que constantemente hay insinuaciones veladas sobre la corresponsabilidad de las víctimas de agresiones machistas o situaciones análogas”, explica.
El caso de Depp y Heard es especialmente llamativo porque los medios sensacionalistas no están escatimando ningún argumento, por peregrino que sea, para trasladar a la opinión pública una imagen de Heard que active la sospecha sobre ella. Se ha sugerido que chantajea a Depp para que su divorcio sea más ventajoso; que para haber sido agredida “sonríe” demasiado en las fotos y que, “además” es bisexual, añadiendo la conocida como “bifobia (condena a las personas bisexuales) a la larga lista de razones por las que según algunos Heard es culpable y no víctima.
Hasta que la justicia lo investigue, nadie sabe qué ha ocurrido entre Amber Heard y Johnny Depp. Pero lo que sí parece evidente es que se está trasladando a la opinión pública que quien ha denunciado es la sospechosa y no al revés. Por supuesto, proteger la presunción de inocencia es una obligación ética que cualquier periodista con el rigor deontológico elemental respeta. Pero el caso invita a reflexionar sobre si los medios cumplen con la obligación (ética y también legal, en virtud de la norma para la Igualdad Efectiva) de proteger a la mujer de los estereotipos con los que sistemáticamente se la prejuzga.
Como en otras partes del mundo, el debate no es nuevo en nuestro país. Hemos visto a más de una mujer famosa soportar no solo que su acusación de malos tratos no fuese a real sino que su intención al hacerla fuera sacar provecho -casi siempre se indica que económico- de su pareja o ex pareja en lugar de protegerse: Carmina Ordoñez. Raquel Bollo. Bárbara Rey. Antonia Dell’Atte. Los ejemplos son muchos y el tratamiento general, desolador. En 2016, y en lo que se refiere a este caso, el panorama no ha sido mucho mejor. Llevamos años conociendo cuáles son las buenas prácticas a la hora de informar sobre violencia machista, pero la disputa entre Heard y Depp está dejando titulares que las ignoran. Y los expertos insisten en la influencia que tienen los medios en la creación del clima social.
La visibilidad y sensibilidad públicas son importantes porque alientan a las víctimas a poner fin a un abuso que ha germinado en el ecosistema del ámbito privado. Por eso, conviene no descuidar qué dicen lo datos de la Delegación de Gobierno para la Violencia de Género sobre los motivos por los que las denuncias no se producen. Uno de sus últimos estudios arroja datos muy significativos sobre por qué muchas víctimas de violencia machista (se calcula que en torno al 71% de las maltratadas jamás ha denunciado) no se atreven a poner en conocimiento de la policía su caso: un 27% habla del miedo a la venganza del agresor, otro 8% al miedo a no ser creídas, en particular cuando las lesiones no son físicas y el último 8% al miedo a cómo será el proceso familiar y social si denuncia y qué consecuencias tendrá.
Soleto, argumenta que la falta de especialización al tratar la información dificulta la creación de conciencia social ante la violencia de género: “sabemos que cuando se habla de violencia machista hay que hacerlo de forma especializada porque se trata de un asunto que tiene características propias, se produce en la intimidad y todo lo que se afirma tiene incidencia sobre las víctimas. Cuando un periodista es capaz de establecer su criterio desde esa especialización se cometen menos errores y menos perniciosos. Pero, cuando se informa sobre estos temas sin especialización, por ejemplo, en casos como este, en los que las personas implicadas están en la agenda de sociedad o corazón, las malas prácticas son muchas: se duda del testimonio de la víctima, se recogen argumentos de su entorno o el del supuesto agresor, que son emocionales en ambos casos, etc. Al abandonar la especialización, las recomendaciones y los protocolos para informar sobre violencia de género existe un peligro mayor de que se vulnere la dignidad de la víctima».
Para Calvo hay que hacer un “esfuerzo doble de verificación de los datos” siempre que se informe y Soleto invita a que “periodistas y medios se comprometan con la visibilidad y concienciación social que garantizan las buenas prácticas” en lo que al tratamiento de la violencia machista se refiere. Si no queremos retroceder décadas ante una de las lacras de nuestra sociedad, medios y opinión pública solo debemos recordar que, a menudo, lo que no se cuenta no existe y lo que se cuenta mal configura la realidad.
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