Atelier Aletheia, la marca española que solo usa tintes naturales y que viste la reina Letizia
Detrás de la marca hay años de prueba y error hasta dar con la tecla acertada para lograr un color específico, un tono único imposible de replicar que impide que haya dos prendas idénticas. Para lograrlo usan cebolla, aguacate o gardenia y así teñir sus prendas de lujo


Hace 30 años, cuando los daños al medio ambiente solo se cuantificaban con conceptos como el agujero de la capa de ozono o la denominada lluvia ácida y los defensores de la naturaleza eran tachados despectivamente como abraza-árboles, la diseñadora francesa Gavina Ligas ya empezaba a ser consciente del impacto de la industria de la moda en el planeta. Corrían los años noventa, las marcas de moda crecían a un ritmo vertiginoso y cada vez se compraba más y más ropa. Por aquel entonces, Ligas trabajaba en Sybilla —motivo que hizo que se mudara desde Francia a España—, firma donde estuvo durante 20 años, y viajaba con mucha frecuencia a Japón, país donde la marca española fue todo un fenómeno. En el país del sol naciente quedó fascinada por los tintes naturales y desde entonces, la idea de crear un proyecto de moda lenta y sostenible siempre estuvo ahí. Entonces, en el año 2000 fue diagnosticada con esclerosis múltiple: “Empecé a querer cuidarme, primero cambiando la alimentación, tomando conciencia de cosas más sanas y aquello fue el inicio de Aletheia”, cuenta a S Moda.
La marca tomó forma de manera oficial, en torno a 2012 y más de una década después la firma se ha colado en el armario de la reina Letizia, que apostó por una de sus faldas teñidas de manera natural para acudir en enero a la recepción al Cuerpo Diplomático acreditado en España. “No sabíamos que la iba a llevar en este evento”, explican desde Aletheia. “Nos pidió hace dos años y medio una falda muy larga, con mucho vuelo y azul. Se la hicimos en índigo y para que tuviera ese vuelo usamos siete metros de tela”, cuenta en conversación telefónica Gavina Ligas. La falda, el modelo Venus, fue teñida en el taller de Aletheia “con palo campeche de fondo e índigo encima” y se emplearon dos capas, una inferior con menos vuelo y otra superior de georgette, de cinco metros”. Pero comencemos por el principio: ¿cómo ha conseguido Aletheia encontrar su lugar en un mercado dominado por la moda ultrarrápida?

La historia a través de los colores
En su etapa en Sybilla, Ligas conoció a la japonesa Ayako Yokota, que había comenzado a trabajar para la emblemática diseñadora española en Japón y luego se mudó a España para continuar en la firma. Tras su experiencia con Sybilla, ambas siguieron en contacto, y actualmente Yokota es la mano derecha en Aletheia de Ligas; juntas han dado forma a una marca única y esta vez el adjetivo no se emplea a la ligera. Cada diseño que sale del taller de la marca, ubicado en el madrileño Paseo de la Florida, es literalmente único, no hay otro igual, es lo que tiene la huella del proceso artesanal existente detrás del tintado natural. No se puede copiar un color de manera exacta, cada pieza revela otro aspecto, como si cada prenda tuviera su propio genoma imposible de replicar.
Las materias primas empleadas para conseguir los colores de Aletheia son de lo más variadas y muchas las obtienen de sus propias casas. Desde la granada al laurel, las gardenias, el aguacate o la cebolla, planta con la que Ligas comenzó a experimentar con los tintes naturales, la paleta de color más completa y auténtica está en la naturaleza. “La cebolla es de nuestras cocinas, la sófora de nuestra calle en el Paseo de la Florida, que tiene un montón de árboles de sófora que caen en julio y lo recolectamos. También guardamos el aguacate que da un color crema, rosado”, enumera Ligas. Y Yokoto amplia la recopilación: “La nuez viene de mi casa que tengo nogal y el laurel igual. La castaña, la cáscara con pinchos, las recogemos en el campo”. Aquellas materias primas que no están al alcance de la mano se compran a determinados proveedores. Yokoto explica que la gardenia, que proporciona un precioso color amarillo, la adquieren en Japón: “En Japón se utiliza la gardenia como el azafrán en España, pero es muchísimo más barato. Se utiliza el fruto de gardenia para uso alimentario, tienen en abundancia y es donde la conseguimos”. Este tono guarda un carácter lujoso porque explican que “era el color imperial en Asia, ese amarillo de gardenia en particular”. Tras muchos años investigando, probando y experimentando con distintos tintes naturales, Ligas y Yokota acumulan una gran sabiduría que comparten con afán didáctico: “Usamos palo campeche, un tinte que trajo Felipe II a la corte española y que él utilizó mucho para la iglesia. Proporciona ese color morado que se puede ver en Semana Santa”, comenta Ligas. “También utilizamos cochinilla, igualmente traído por Felipe II, que es el tinte español por excelencia”, añaden sobre esta materia prima que llegó a España desde México, antiguamente era conocida como “oro rojo” y que compran en las Islas Canarias. Esta materia cuenta desde 1998 con el reconocimiento por parte del Ministerio de Agricultura de Denominación de Origen Protegida (DOP) Cochinilla de Canarias. “Su cultivo se introduce en el primer tercio del siglo XIX en el que, tras producirse una de las crisis cíclicas de la agricultura, se plantea la sustitución de los cultivos del azúcar y la vid. Ello coincide con el auge de la industria textil en Europa, que demanda todo tipo de sustancias tintóreas y entre ellas, en un lugar destacado, el carmín”, destaca en su web el Gobierno de Canarias, que subraya que “su cultivo sigue jugando un papel dinamizador en la economía local”.
De media, se necesitan un mínimo de tres días y un máximo de varios meses para crear cada diseño realizado con tinte natural. Desde Aletheia comparan el proceso de tintado con realizar “una infusión”. Imagine una gran olla en la que se introduce la planta en cuestión y se extrae el pigmento a fuego lento, “como un buen caldo”, puntualizan. Pero ¿cuántas plantas hacen falta en cada ocasión? ¿Cuánto tiempo se tarda en conseguir el color deseado? Dado que no se trata de una ciencia exacta, no hay una única respuesta. “Por ejemplo, se puede necesitar el 100 o 200% del peso de la tela que vayas a usar en el caso de la cebolla. O un 15% en la cochinilla, pero depende del tinte, de la fibra, del nivel de intensidad que quieras conseguir... “, comentan. Tampoco existen manuales de teoría actualizados listos para consultar: “Hemos buscado mucho en códigos y escritos ancestrales, hay cosas, pero hay que explicar que en esos documentos antiguos de Japón, de aquí, de América... antiguamente utilizaban metales tóxicos para conseguir colores vivos y fijar los tintes, el mordiente”, relata Yokota. El uso de estos procesos ancestrales incide en la sostenibilidad, un ámbito por el que los procedimientos de teñido de prendas han sido criticados desde que los métodos industriales con componentes químicos comenzaron a dominarlo todo: según datos de la oenegé Heal the Planet, “el 20% de de toda la contaminación industrial del agua es causada por tintes y tratamientos para tejidos” y expertos como la periodista Virginia Postrel en su libro El tejido de la civilización (Siruela) han explorado el impacto que tintes como el índigo tuvieron en la sociedad y la economía.
Enfoque didáctico y moda con futuro
Si tenemos en cuenta el carácter divulgativo detrás de las creadoras de Aletheia no es de extrañar que una de las patas de la marca sean los talleres y cursos que imparten. El próximo, el domingo 23 de febrero. Las clases prácticas de iniciación al tinte natural o de técnicas artesanales tan ancestrales como el bordado japonés sashiko, que desde la marca describen como una versión textil del kintsugi (la famosa técnica japonesa de reparación de porcelana con pigmento dorado), reúnen periódicamente a personas de todo tipo. “De repente, vienen abogados o empresarios”, explican acerca de las clases, con las que también buscan conectar con un público más amplio ya que, como apunta Ligas, “no todo el mundo puede comprarse un vestido [de Aletehia]”. El rango de precios es amplio pero nunca baja de las tres cifras: por ejemplo, la falda Lucy de lana tiene un precio de 430 euros, pero el modelo Venus lucido por la reina asciende a 1.200 euros.
Aletheia se ha hecho un nombre como firma especializada en tintes naturales —en concreto, se describen como alta costura de tintes naturales— y casi todas sus prendas se realizan así, pero también cuentan con la línea Mottainai, que en japonés significa “pena al desperdicio”. Gavina Ligas explica cómo algunas clientas no querían ver esas imperfecciones propias del tintado natural en sus prendas, por ello lanzaron una línea de upcycling formada por piezas de seda: “No todas las telas tienen imperfecciones, nuestro teñido es muy homogéneo pero a veces ocurre”.
Por si fuera poco pasar el día entre fogones, “cocinando” cada prenda y participando en el proceso de creación desde el minuto cero, la marca suele apostar por colaboraciones con sellos afines, como Ábbatte y ahora además acaba de adentrarse en un ambicioso proyecto: el mundo nupcial. Para la fundadora de la firma el objetivo es “dar una segunda vida al vestido de novia”. “Nuestra idea es hacer un vestido (usamos materiales naturales como lana, seda y algodón porque si no, no se puede teñir) y que la novia después pueda traerlo a teñir y retocar. Es interesante porque si no los vestidos de novia se quedan obsoletos. Hemos empezado ahora con una novia y estamos arrancando poco a poco”, adelanta. Miembros de SACo (Sociedad de Artesanía Contemporánea), Aletheia abandera el lujo artesano en su máxima expresión, no solo a través de las técnicas manuales ejecutadas con precisión cirujana, sino gracias a una cuidada selección de tejidos de máxima calidad.

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