_
_
_
_

“El mundo no necesita otro coche gris”: cómo el color se esfumó de nuestras vidas

De la ropa al cine, pasando por las cocinas o los coches, nuestra sociedad pierde diversidad cromática para restringirse a una paleta de neutros. ¿Qué nos está sucediendo?

Color gris
La estilista Sonia Lyson y la 'influencer' Sophia Geiss vestidas en tonos neutros sin ningún toque de color.Jeremy Moeller (Getty Images)

El coche, el sofá, los abrigos, las paredes de casa, los portátiles, las sudaderas, hasta la rebequita de Kim Kardashian en la gala del Met, será posible. El Brat Summer fue un espejismo y todo se ha vuelto a teñir del color del cielo en diciembre. La moda ha decidido priorizar el tono que define la ambigüedad, y presentarlo como el colmo de lo deseable. Esta temporada lo vemos en la ya indispensable sudaderas de algodón, los abrigos de Miu Miu, las faldas de uniforme escolar de Thom Browne o en las piezas retrofuturistas de Louis Vuitton. Incluso una marca como Ganni que solía tener una oferta arco iris también ha apostado fuerte por las proverbiales cincuenta sombras de gris.

Su escueto nombre se le queda corto. Lo llamamos piedra, grafito, topo, humo, plomo, ceniza, pizarra, greige… o términos más rebuscados, como los de la marca de pinturas aspiracional Farrow & Ball que ofrece Elephant’s Breath (Aliento de elefante), o Ammonite (Amonita, un tipo de fósil). A nadie se le ocurriría llamar a esta gama nombres como Paloma de asfalto, Hormigón, Pavimento, Nubarrón o Lomo de ratón, aunque estos sean algunos de sus grandes éxitos. Estamos tan programados para percibir esta paleta como sofisticada, y relacionarla con el lujo silencioso y la fotogénica arquitectura brutalista, que no vemos que lo comedido puede derivar en meh.

Más que una tendencia del momento se trata de un progresivo giro hacia lo neutro. En una era tecnológica la mayoría de nuestros dispositivos electrónicos son de un gris metalizado, lo que hace que sea más que nunca formen parte de nuestra cotidianeidad. Según la plataforma de análisis de datos Statista, el gris fue uno de los colores más populares entre la Generación Z en 2022 junto al blanco y el negro (EEUU y Reino Unido fueron los principales mercados analizados). En ese mismo año HueData, que recopila datos sobre colores, estableció que el grey es el color más común en la industria automovilística y en los logos de marcas y el segundo más popular en moda después del negro. Las cifras continúan estables, y Woven Insights considera que el gris es el tercer color con mayor número de productos de moda, tras el negro y el blanco, que técnicamente no son considerados colores.

La grisificación de la estética contemporánea también ha conquistado la industria del celuloide. Los espectadores se han quejado de que en Wicked, el filme que cuenta la historia de las brujas de El Mago de Oz tiene un etalonaje apagado, totalmente alejado del technicolor del título clásico. Salvo el refugio que son las películas de Almodóvar, el mundo se está volviendo progresivamente menos vibrante visualmente. Las cocinas, las películas de superhéroes o los restaurantes de comida rápida se apagan en una epidemia de desidia cromática, como se ha ido documentando online.

Pero hay quienes se están rebelando contra esta tiranía de lo grisáceo. El CEO de Fiat, saturado por la popularidad de la tonalidad entre los conductores, decidió en 2023 que la fábrica de automóviles italiana cesaría la fabricación de modelos pintados de este color. “El mundo no necesita otro coche gris”, dice en el vídeo de Fiat Operation No Grey.

“La disminución del uso del color en la ropa puede entenderse como una respuesta cultural y psicológica a los cambios sociales y tecnológicos que han marcado las últimas décadas”, opina Ulixēs Fernández Garcia, periodista y antropólogo especializado en moda y lifestyle. “Históricamente, los colores en la vestimenta no solo cumplían funciones estéticas, sino que estaban profundamente entrelazados con sistemas de valores y símbolos. En muchas culturas, los colores representaban jerarquías sociales, roles religiosos y hasta estados emocionales. Sin embargo, con la globalización, la industrialización y, más recientemente, la digitalización, las sociedades de nuestro mundo han experimentado un proceso de homogeneización que ha llevado a la preferencia por lo neutral y lo funcional, representado por el color gris”.

Como apunta Fernández, hemos limitado el uso de la vestimenta como la extensión de nuestras emociones para centrarnos en una función que tiene que ver más con el escudo o el refugio. Los neutros bajan revoluciones en nuestra convivencia histriónica y pedigüeña de atención: “Puede interpretarse como una reacción al exceso de estímulos visuales y la búsqueda de orden en un mundo cada vez más caótico”, elabora el periodista. “Más que un simple cambio de tendencia, se convierte en un mecanismo de adaptación psicológica, ofreciendo un respiro frente a las presiones del entorno.”

También existe cierta percepción de que vestir de neutros podría resulta más sostenible, ya sea porque se pueden combinar fácilmente entre sí, o porque como señala Patricia Eguidazu, fundadora del Método Triziazu, los tintes naturales viran hacia lo neutral: “Las tintadas naturales son difíciles de conseguir en colores vivos, así que una prenda teñida de tonos fuertes suele tener más químicos. Por otra parte, los tejidos naturales sin tratar tienen esa paleta pálida“, explica. Con su método, Eguidazu enseña a las mujeres a construirse un armario más emocionalmente sostenible y comprar de manera más consciente. Desde su punto de vista, la generalización de lo apagado en la industria de la moda también tiene que ver con que la baja calidad de la ropa se hace más evidente si se confecciona en colores llamativos. “Las marcas de fast fashion no los usan tan a menudo, y por eso hemos dejado de consumirlos a nivel masivo”, argumenta. “Hablo con muchísimas mujeres y les da miedo vestirse con color. Está extendido el pensamiento de que vamos bien con neutros y no tenemos herramientas para vestir de otra manera”, remata.

¿Es posible que lo cromático haya quedado como excepción? Algo así propone la teoría del rojo inesperado que se hizo viral por sostener que una pincelada de carmesí logra looks estilosos o eleva la decoración de casa. Por su parte varias marcas de lujo han querido hacer suyos pigmentos específicos para convertirlos en branding. Fue el caso del verde Bottega, y ahora el del granate Gucci o el azul Burberry, aunque luego prefieran vender gabardinas camel o bolsos en cuero negro.

Otros diseñadores prefieren mojarse y hacer de lo colorido su seña de identidad, produciendo piezas desacomplejadamente vistosas. Es el caso de Abra Paris, la firma personal del alicantino Abraham Ortuño Perez, que ha trabajado diseñando calzado y accesorios para Loewe, J.W Anderson y Jacquemus. “El rosa es lo mío cien por cien. De niño le pedía a mi madre que me comprase cualquier prenda de chico que saliese en rosa”, recuerda el diseñador. “En la industria hay mucha presión por vender y se evita arriesgar, es común en tiempos de crisis. Pero mi business es ser el plan B de quienes quieren ir a contracorriente. Yo uso principalmente materiales dead stock, restos de producción, y es siempre hay mayor disponibilidad de ciertos colores porque se venden menos. Los fabricantes de telas no te ofrecen directamente tonos más especiales, tienes que desarrollarlo tú y muchos diseñadores no se arriesgan.” Para Abra, el color es tan importante como la silueta o la forma de los diseños. “Siempre hago accesorios en rosa. A mi me encantan los cumplidos, y cada vez que me pongo mis zapatillas Sneaker Ballerina en raso rosa recibo comentarios positivos, ya sea en el aeropuerto, en un restaurante o en una oficina” comenta entre risas.

Un gesto tan sencillo como incorporar color en nuestras vidas puede ser el primer paso para reclamar nuestra emociones y nuestra identidad, tal y como propone Ulixēs Fernández: “Incluir tonalidades más cálidas o saturadas puede actuar como un acto de resistencia frente a la uniformidad. El regreso al color no solo revitaliza nuestra relación con la moda, sino también con nuestra propia capacidad de expresar lo que somos.”

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_