Cuando la moda se pasa al cine de autor: Valentino financia a Guadagnino
La nueva película de Luca Guadagnino está producida por Valentino, mientras que el nuevo proyecto de Gaspar Noé fue financiado por Saint Laurent. Ambos han presentado sus filmes en el Festival de Cannes.
Las marcas de moda llevan años aprovechando el Festival de Cannes como escaparate de lujo en sus estrategias de comunicación. La novedad es que estas todopoderosas firmas se infiltren en los programas de las distintas secciones del certamen. La nueva película de Luca Guadagnino está producida por Valentino. Y, en el nuevo proyecto de Gaspar Noé, es Saint Laurent quien puso el dinero. Ambas han sido presentadas esta semana en Cannes, reflejando esa línea borrosa que, en nuestro tiempo, separa la obra de arte y la herramienta de marketing.
Después del triunfo de Call me by your name (y del pinchazo de su remake de Suspiria), Guadagnino firma un nuevo mediometraje, The Staggering Girl, inspirado en la colección de alta costura para la pasada temporada de otoño-invierno que ideó Pierpaolo Piccioli para Valentino. Su propuesta triunfó en la pasarela de París con sus brocados suntuosos, volantes exuberantes y matices intensos de rosa, verde y añil. “Es la primera vez que la ropa me inspira para la historia y no al revés. Se trataba de usar la alta costura como si fuera un texto literario”, relataba Guadagnino, que antes produjo dos de sus películas –Amore y Suspiria– al lado de Silvia Venturini Fendi, la heredera de la firma romana. “No quería hacer una película sobre moda, sino un proyecto que demostrase que la moda también es capaz de contar historias”, le secundaba Piccioli, que presentó el resultado junto al director italiano en la Quincena de los Realizadores.
A su lado se encontraba la protagonista de la película, Julianne Moore, que interpreta a la hija de una pintora que se está quedando ciega y a la que intenta convencer para que abandone su mansión romana y regrese con ella a Nueva York. Narrada como un monólogo interior propio del modernismo literario, The Staggering Girl se inspira en cosas tan diversas como las historias de fantasmas de Henry James, la pintura de la artista italiana Marisa Merz y la vertiente más existencialista de la obra de Woody Allen, con Otra mujer como referencia principal. La banda sonora corre a cargo de Ryuichi Sakamoto, que pidió que le mandaran la colección entera para inspirar su partitura en “la música del tejido”, según Guadagnino. Además, a Moore la rodean actrices con pedigrí fashionista como Mia Goth, que fue imagen de Miu Miu hasta hace unos años, y Kiki Layne, que trabajó como modelo antes de saltar a la fama con un papel en El blues de Beale Street. Pese a todo, Guadagnino no ha convencido a la crítica con su fastuoso experimento. “Un precioso frufrú con delirios de profundidad”, sentenció The Hollywood Reporter.
Por su parte, Gaspar Noé ha presentado en la sección oficial, aunque al margen de la competición, otro mediometraje titulado Lux Æterna. La película reúne por primera vez a dos mitos del cine francés, Béatrice Dalle y Charlotte Gainsbourg, que se interpretan a sí mismas en una película sobre el rodaje de otra película: un proyecto ficticio sobre la brujería que conduce a sus protagonistas a un estado de enajenación total. La visión creativa de Noé prima sobre la dimensión publicitaria del invento, aunque en algunas secuencias sobresalgan en exceso los vestidos prestados por Saint Laurent, que produce la película en el marco del proyecto Self, iniciado en 2018 por el director artístico de la maison, Anthony Vaccarello. Su objetivo es invitar a artistas contemporáneos a interactuar con sus colecciones. Noé es el cuarto que se presta a este juego después del fotógrafo Daido Moriyama, la artista Vanessa Beecroft y el escritor Bret Easton Ellis.
En realidad, no es la primera vez que la moda se infiltra en la sección oficial de Cannes. En 2012, Roman Polanski acudió al festival para presentar una versión restaurada de su película Tess, pero aprovechó su visita para proyectar por sorpresa un corto publicitario para Prada: A Therapy, protagonizado por Helena Bonham-Carter y Ben Kingsley. Polanski lo definió como “antipublicidad” y dijo haber contado con “una libertad total”. Excepto, claro está, la de utilizar otro vestuario que el de la firma italiana.
Otro frente de batalla para las marcas de lujo en este festival es la sección Cannes Classics, donde cada año se proyectan las copias restauradas de los clásicos del séptimo arte. Hace años que las grandes casas de moda se dedican a financiar ese patrimonio cinematográfico, de igual manera que su mecenazgo sirve para conservar monumentos y edificios históricos (solo que bastante más barato: la restauración de una copia suele costar entre 80.000 y 100.000 euros). En general, las marcas prefieren escoger un título con el que tengan algún tipo de vinculación simbólica. Chanel financió la restauración de El año pasado en Marienbad, de Alain Resnais, puesto que Coco Chanel diseñó el vestuario de la actriz Delphine Seyrig en 1961. Y luego hizo lo mismo con Las damas del Bois de Boulogne, de Robert Bresson, porque fue una de las películas favoritas de Karl Lagerfeld.
En 2017, Belle de Jour fue restaurada con la participación de Saint Laurent, ya que el fundador de la marca se encargó del vestuario de Catherine Deneuve, convertida desde entonces en su principal musa. Y Gucci, precursora en este terreno, empezó a desarrollar en 2006 con la restauración de El gatopardo, de Luchino Visconti, guardián de las esencias de la italianidad. Por su parte, el perfumista francés Francis Kurkdjian pagó por la copia restaurada de Cyrano de Bergerac que se estrenó el año pasado en Cannes. Cuando le preguntaron por qué había ese título y no otro, apuntó que era solo «una cuestión de narices».
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