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‘Man crush’: amores muy machos

Michael Fassbender, Benedict Cumberbatch o Channing Tatum ya se han sumado a la última moda: declarar su admiración por otros hombres en términos pasionales.

Man crush

A Michael Fassbender le gusta Brad Pitt: «Intento involucrarme en cualquier película que haga para poder estar a su lado», ha dicho. Benedict Cumberbatch siente lo mismo por Matt Damon: «Es un tipo fenomenal, tan humilde e inteligente que todo el mundo lo quiere». Y a la estrella cómica Seth Rogen le fascinan los atributos físicos de su compañero de reparto en la comedia Neighbors, la estrella juvenil Zac Efron. «Es increíblemente apuesto. Tiene el mejor cuerpo que he visto en la vida. Quería tocarlo como si estuviera viendo un espejismo mágico», declaró al semanario People al rememorar el rodaje.

Son ejemplos recientes de la última fiebre detectada en Hollywood: el man crush, descrito por Urban Dictionary –la socorrida página que reúne más de cuatro millones de definiciones extraídas del último slang anglosajón– como «el cuelgue de un hombre heterosexual por otro hombre». Especifican que no tiene por qué ser «sexual», sino que se limitaría a «cierto tipo de idolatría». Pero la tendencia parece avanzar hacia horizontes más gráficos de lo que contempla la definición. Por ejemplo, el actor británico Daniel Radcliffe no se anda con remilgos al hablar de su fascinación por Ryan Gosling. «Es un tipo fantástico y creo que sería cariñoso después de hacerlo», ha afirmado. «No tengo problema en decir que alguien es guapo y que entiendo por qué la gente se lo quiere tirar».

Ryan Reynolds y Robert Pattinson. «Es de ensueño. No soy gay, pero me lo estoy pensando», desvela Ryan.

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Homoerotismo ‘mainstream’. En términos similares se expresó en 2012 el cómico Louis C. K., al reconocer que le gustaría montárselo con Ewan McGregor. «Es la única inclinación gay que tengo. Me lo follaría a tope», exclamó en uno de sus shows de stand-up. Una invitación a la que el actor escocés respondió favorablemente: «Menos palabras y más acción». También Channing Tatum ha expuesto sus sentimientos por George Clooney: «Es el hombre más interesante del planeta. Puede hacer de todo. Supongo que lo que estoy diciendo es que practicaría sexo con él», dijo al diario The Sun.

De tan frecuentes, estas declaraciones empiezan a despertar suspicacias. «¿Hasta qué punto son sinceras?», se pregunta el antropólogo David Gilmore, profesor de la State University de Nueva York y autor de Manhood in the Making [La fabricación de la hombría], donde exploró la masculinidad como un «constructo cultural» de alcance universal, definido por ideales inalterables como «la fortaleza, la agresividad, el estoicismo y la sexualidad». Dos décadas y media después, detecta una evolución en el modelo imperante. «Incluso si no son francas del todo e incluyen cierta afectación para parecer enrollado, esas declaraciones demuestran que la cultura ha cambiado», apunta Gilmore. «La homosexualidad ha emergido de las tinieblas y se ha convertido no solo enmainstream, sino en algo que defender y celebrar. Estas declaraciones públicas demuestran una evolución de los sentimientos masculinos, dejan atrás la homofobia y hacen referencia a un amor entre hombres que no tiene por qué ser gay».

Clooney está obsesionado con Clive Owen.

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Puede que estas estrellas hablen con cierta ironía, que intenten parecer más abiertos de lo que son y que aprovechen cualquier ocasión para formular titulares de impacto. Pero sus palabras también denotan un cambio generacional. Cuesta mucho imaginar a las generaciones anteriores pronunciando palabras similares. Humphrey Bogart no habló en estos términos de James Stewart, y Harrison Ford nunca dijo lo mucho que le ponía Jack Nicholson. «La emergencia de términos comoman crush y bromance –contracción de brother y romance, como se llama a estas relaciones de amistad limítrofes con el amor– refleja un cambio en la masculinidad. Existe una mayor apertura para hablar de afecto y lazos emocionales entre hombres», juzga el historiador E. Anthony Rotundo, profesor de la Phillips Academy y director del Brace Center para los estudios de género. «En lo que se refiere al afecto masculino, la cultura estadounidense ha oscilado entre extremos opuestos. De las grandes amistades románticas del siglo XIX se pasó a una gran represión de todo tipo de cariño entre hombres durante el siglo pasado –piensen en los refrenados cowboys como John Wayne y Gary Cooper–, y ahora a la nueva apertura provocada por todos estos bromances», apunta. No pasa por alto que la televisión estadounidense acaba de acoger a dos reconocidos man-crushers: el nuevo presentador del late night de la NBC, Jimmy Fallon, quien vive un bromance público con Justin Timberlake; y su sucesor Seth Meyers, conocido por darse besos en la boca con su cronista nocturno, Stefon, sin importarle el qué dirán. De nuevo, cuesta imaginar a David Letterman o a Jay Leno haciendo algo parecido.

En la última década, la cultura popular ha funcionado como reflejo de esta evolución pendular, por lo que no es extraño que las estrellas de cine se erijan en portavoces de esta (inconsciente) revolución. Por ejemplo, las películas de Judd Apatow popularizaron el bromance, que responde a profundos cambios en la estructura social. Si en un tiempo no muy lejano los hombres se casaban al terminar la universidad y acceder al mercado laboral, ahora cuentan con una década adicional antes de abrazar el compromiso. Durante la veintena y la primera treintena, tienen tiempo de experimentar otros tipos de convivencia y de relaciones de afecto. Apatow describió el fenómeno a través de esos apartamentos de soltero repletos de adultos con hábitos prepúberes, adictos a los videojuegos, las drogas blandas y los chistes metarreferenciales sobre su ambigua condición (véase la hilarante secuencia You know how I know you’re gay? en la comedia Virgen a los 40). De repente, la pantalla pequeña se llenó de series que ahondaban en la amistad masculina y, a ratos, la exponían a parámetros más próximos a la relación sentimental que al frío vínculo de antaño.

Muchos son los hombres que se han atrevido a hablar más que bien del presidente Obama, algo que antes no se había dado en política.

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En la estela de Joey y Chandler en Friends, se crearon parejas como las de Ted y Barney en Cómo conocí a vuestra madre, J. D. y Turk en Scrubs, Vince y Eric en Entourage o hasta Hiro y Ando enHéroes. El fenómeno también quedó ejemplificado por películas que se aprovecharon desacomplejadamente de esta nueva coyuntura, como Te quiero, tío (2009). Dos abanderados de la nueva masculinidad hollywoodiense –Paul Rudd y Jason Segel– se buscaban el uno al otro hasta convertirse en mejores amigos.

Antecedentes aguerridos. En esa delgada línea entre la amistad y el sentimiento amoroso, cuenta tanto el afecto como la necesidad. «Cuando se habla de bromances, puede que la cuestión erótica sea menos determinante que la soledad. En el pasado, los hombres conquistaban su estatus como esposos y padres. Hoy esto se ha diluido y el rango de las mujeres, que son capaces de vivir y tener hijos solas, se ha vuelto superior. Los hombres se juntan con otros hombres para sentirse mejor sobre sus circunstancias», describe el antropólogo canadiense Lionel Tiger, quien divulgó el términomale bonding (que se podría traducir como «vinculación afectiva entre hombres») en su estudio Men in groups (1969). No parece casualidad que la moda venga de Norteamérica. «Nuestra sociedad siempre se ha mostrado más fascinada por lo homoerótico que las culturas europeas, donde históricamente ha sido más habitual besar a un hombre o darle la mano», confirma Elwood Watson, autor del ensayo The 21st Century Man in Popular Culture, donde dedica capítulos a Seinfeld, Anatomía de Grey o Barack Obama, quien habría introducido esta curiosa pasión en la vida política reciente. Dice que, gracias al presidente, fueron muchos los que salieron del armario: «En 2008, los hombres estadounidenses se atrevieron a declarar por primera vez que experimentaban un man crush por el entonces candidato».

Michael Fassbender y Brad Pitt. «Quiero estar involucrado en todos los trabajos que haga», dice Fasbender de Brad Pitt.

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Rodrigo Andrés, profesor de Literatura Estadounidense en la Universidad de Barcelona y autor de una tesis sobre el homoerotismo en la obra de Herman Melville, recuerda que estas relaciones ambiguas siempre han estado presentes en la cultura autóctona. «Washington Irving publicó en 1819 su famoso cuento Rip Van Winkle, donde el protagonista abandona a su mujer y a sus hijos para encontrar la tranquilidad en compañía de un grupo de hombres que juegan a bolos y beben ginebra», relata. Andrés también destaca la «dimensión política del homoerotismo» en la obra de autores como Walt Whitman y Herman Melville, donde «los encuentros afectivos, eróticos y sexuales entre hombres de distintas razas y clases sociales eran vehículos de cambio social». A su lado, losman crushes que observamos hoy parecen variantes caricaturescas y socialmente toleradas de aquella pulsión transformadora. «Toda relación homoerótica cerrada a la revolución mental que supone abrirse al otro puede resultar mucho más conservadora de lo que parece a primera vista», concluye Andrés.

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