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Los estilismos que contribuyeron al mito de Grace Kelly

La actriz que se convirtió en princesa es el símbolo de la elegancia de una época, vestida por figurinistas legendarias.

Grace Kelly

En el Hollywood de los chulos y las fulanas –escribió un redactor de la revista Confidential–, una dama es una rareza. Eso hace de Grace Kelly la mujer más peligrosa del cine contemporáneo». Corrían los primeros 50, y la señorita Grace Patrice Kelly, rica heredera de una conservadora familia de Filadelfia, había encontrado su sitio en la industria del cine. Al empezar su carrera en Nueva York, a finales de los años 40, muchos habían augurado para ella un tibio futuro: era bella, decían, pero insulsa. Sin embargo, Grace era mucho más que una niña bien y se dio cuenta de que podía hacer de la necesidad virtud convirtiendo su aspecto recatado en una marca propia. Tras un tiempo trabajando como modelo y en los escenarios, llegó su primera gran oportunidad de la mano de Fred Zinnemann para dar la réplica a Gary Cooper en Solo ante el peligro. Se presentó a la audición con los guantes blancos que se convertirían en su seña de identidad. Zinnemann dijo que había encontrado a la chica del filme, una recién casada cuáquera cuyo aire inocente encajaba a la perfección con Kelly. Y se convirtió en una estrella.

Nicole Kidman interpreta a la princesa en Grace de Mónaco, que se estrena el 23 de mayo en Cannes.

Image.net

En su siguiente proyecto, Mogambo, volvería a interpretar a una esposa ñoña, pero esta vez, de un rudo cazador. Era necesario retratar a una mujer contenida que se rindiese al calor de la llanura africana y al encanto de una aventura. Y se recurrió a la figurinista Helen Rose. Ella fue la encargada de confeccionar un vestuario marcado por el chic selvático: camisas blancas y rosas, faldas midi, salacot, saharianas y un vestido malva, poco adecuado para la sabana, pero que revelaba una cintura de avispa. De esa película Grace se llevó una nominación al Oscar como actriz secundaria y la amistad de Rose.

Tras ver a la actriz en Mogambo, Alfred Hitchcock la llamó para protagonizar Crimen perfecto. El director quería un vestuario suntuoso: Grace interpretaría a una rica heredera que vive un affairea espaldas de su marido. Se contrató a Edward Carrere, quien interpretó magistralmente las dos personalidades de Margot: vestidos empolvados en las escenas con su marido. Con su amante, un provocador modelo de encaje rojo. Tras ser acusada de un crimen que no comete, el estilismo de la protagonista se hace sobrio y triste. De ese filme pasará a la historia el camisón con el que Margot contesta a la llamada que provocará su ruina. Hitchcock quería que se cubriese con una bata roja, pero Kelly insistió en que una mujer que está sola en casa nunca se pondría una bata para responder al teléfono.

En el rodaje de Alta sociedad (1956), cuyo vestuario ideó Helen Rose.

Cordon Press

Crimen perfecto supuso la consagración de la actriz en taquilla. Tenía lo mejor de la elegancia de lo años 50, el aura del New Look, la clase costa este que enloquecía a Hitchcok, quien quiso que protagonizara su siguiente trabajo: La ventana indiscreta. En ella, interpreta a una editora de moda y novia del protagonista, confinado en casa tras romperse una pierna. Esta vez, el director buscaba que la actriz pareciese tan inalcanzable «como una porcelana de Dresden», y contrató a Edith Head como figurinista. Head es la diseñadora más premiada de la historia del cine: fue nominada al Oscar 30 veces y ganó ocho estatuillas. La personalidad de Grace la conquistó y preparó para ella un vestuario de contrastes: pitillos y mocasines, un sublime modelo de cóctel con falda de vuelo y cuerpo negro con escote en pico… y la negligé que se pone para quedarse a dormir con su novio cascarrabias. Uno de los modelos que preparó Head, un traje de chaqueta con blusa anudada al cuello, hizo decir a los periodistas que Kelly era «una Marilyn para beatos».

Grace sabía jugar con la ropa. Cuando entró en liza para hacerse con el papel de la pareja de un militar en Los Puentes de Toko-Ri, llegó a la prueba vestida como la esposa de un piloto: con un sencillo traje de algodón, zapatos planos y gafas de sol. Las otras aspirantes habían acudido a la audición como quien va a una fiesta en Beverly Hills. El papel fue para ella.

Comenzó su carrera como publicista y terminó convirtiéndose en figura de referencia, impulsando Nueva York como capital de la moda. Eleanor Lambert fue quien equipó a Grace para su paso al mundo de la realeza.

Cordon Press

Kelly sabía administrar sus cartas. Cuando la rechazaron para ser la protagonista de La angustia de vivir, por ser demasiado guapa y elegante, llamó a Edith Head y le pidió que la convirtiese en una mujer que lleva 10 años casada con un borracho y se ha abandonado por completo. La estilista le puso un jersey viejo, una falda sin gracia y unos zapatos gastados, y Grace se presentó así ante el director, que no podía creer que la actriz pudiese parecer una desdichada ama de casa. Le dieron el papel, que le valió un Oscar. Lo recogió con un vestido de Head de seda verde agua y los sempiternos guantes blancos.

Pero quizá en ningún filme lució tan espectacular como en Atrapa a un ladrón. De nuevo, Edith se ocupó de convertirla en una rica estadounidense que viaja a la Costa Azul y se encapricha del chico malo. Imposible olvidar el dos piezas rosa de falda plisada y cuerpo estampado o el fabuloso traje de noche blanco con escote palabra de honor, perfecto para lucir diamantes. Entusiasmado con las propuestas de Head, Hitchcock ideó una escena en un baile de disfraces para que Grace pudiese lucir un vestido dorado con un peinado a lo María Antonieta.

Con el vestido que lució en el baile de disfraces de Atrapa a un ladrón

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Semanas después de terminado el rodaje, la actriz fue invitada al festival de Cannes, y la revista Paris Match propuso organizarle una visita a Montecarlo para posar con el príncipe Alberto. Los publicistas aprobaron la idea, y el encuentro se fijó para la mañana del 6 de mayo. Cuando Grace empezó a arreglarse ocurrió un accidente: se fue la luz en el hotel Carlton. No se podía usar ni el secador de pelo. Gladys de Segonzac, quien asistía a Grace y llegaría a ser una gran diseñadora de vestuario, escogió el único vestido que no estaba arrugado –uno de rosas rojas y verdes sobre fondo negro– y ocultó la melena despeinada de la actriz improvisando una diadema con flores artificiales.

El encuentro sería el inicio de un cuento de hadas. El solitario príncipe enamorado de la reina del cine. Dicen que cuando Grace dejó el palacio, Rainiero murmuró: «Es ella», e inició un cortejo lento que se inició con un intercambio epistolar. Todas aquellas cartas que iban y venían coincidieron con el rodaje de El cisne, donde, de forma profética, Grace interpreta el papel de una princesa. Helen Rose creó el vestuario. El gasto en telas fue estratosférico. Uno de los vestidos de baile llevaba cosidas a mano centenares de camelias diminutas: «Nunca había visto a una estrella tan emocionada», dijo Helen Rose. Unos meses más tarde se anunciaba el compromiso de Su Alteza Serenísima con la señorita Grace Kelly.

Mogambo (1953) lanzó a Kelly (y a su estilo) al estrellato.

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La actriz tenía aún un compromiso profesional que no iba a eludir: el rodaje de la película Alta sociedad. Rose se encargó del estilismo para construir a una mimada heredera a punto de casarse por segunda vez: preciosos atuendos de día, un sugerente bañador blanco que dejaba la espalda desnuda… y el traje de novia, en blanco roto con pequeñas flores bordadas en blanco y gris. Lo que Helen no esperaba era que Grace le pidiese que confeccionase el vestido de su boda con Rainiero: «Estaba bellísima y enamorada», recordó la figurinista mucho tiempo después. Costó 7.266 dólares, de hace 60 años, llevaba 25 metros de tafetán y tisú de seda, y un encaje de más de un siglo de antigüedad que se compró a un museo. El velo iba bordado con 1.000 perlas diminutas.

Para preparar su equipo de boda, Grace contrató a la asesora Eleanor Lambertt. Con ella compró un abrigo de armiño, otro de leopardo y otro de visón, seis vestidos de cóctel, cuatro sencillos, dos de baile, dos túnicas de noche, dos chaquetas y 20 sombreros, además de incontables suéteres y pantalones. En total, 56 maletas y 4 baúles. El último día de rodaje, la MGM la sorprendió con un regalo: todo el vestuario de la película.

Cuando estaban ultimándose los detalles del traslado de Grace a Europa, surgió un problema: ¿cómo llevar el vestido de novia? Se sabía que centenares de periodistas estaban dispuestos a tener la primicia antes de tiempo. A alguien se le ocurrió una idea tétrica: se embarcaría en una caja que podría confundirse con un ataúd. Y así viajó el vestido de esta boda histórica.

El 12 de abril de 1956, acompañada de una legión de amigos y parientes, Grace Kelly llegaba a Mónaco a bordo de un trasatlántico, el Constellation, mientras desde una avioneta Aristóteles Onassis lanzaba al mar miles de claveles blancos y rojos para darle la bienvenida. Bajó de aquel barco con un traje de chaqueta azul marino, un enorme sombrero y, por supuesto, los guantes blancos. El cuento de hadas había empezado. Aunque, como Grace reconocería después, había otro cuento que había terminado para siempre.

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