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‘Londiñoles’, emigrantes por la moda

Si hay una ciudad en la que todavía un español puede soñar con vender su propia marca o trabajar para una firma de renombre, esa es Londres.

Españoles en Londres

Miles de extranjeros llegan cada año a trabajar a la capital británica, atraídos por su dinamismo y ambiente cosmopolita. Solo durante 2011 unos 25.000 españoles se incorporaron al mercado laboral británico, convirtiéndonos en el país desde el que se produjo un mayor crecimiento del número de emigrantes a Reino Unido. En los próximos meses, con la ciudad preparada para los faustos de las Olimpiadas, se esperan cifras similares e incluso mayores.

En la industria de la moda, Londres gusta por su falta de rigidez. Eso le permite ser foco de nuevas tendencias y un lugar donde los estudiantes pueden formarse y emerger. Muchos españoles ya han probado suerte y no les ha ido mal. Estos son algunos de los más destacados.

Natalia Colom y Diego Téllez. Diseñadores de la firma Des Moines y propietarios de la tienda The Lazy Ones. «Kate Moss, Beyoncé, Alexa Chung y Keira Knightley están entre nuestras clientas»

Natalia y Diego se conocieron en el instituto en Girona. Se perdieron la pista cuando ella se marchó a Barcelona a estudiar Diseño de moda y él se quedó en la ciudad para terminar la licenciatura de Publicidad. Cuando volvieron a encontrarse, se animaron mutuamente a mudarse a Londres. «Aquí nos hicimos emprendedores», comentan. «Debíamos estar mal de la cabeza», sentencia Natalia Colom al recordar el momento en el que ella y Diego Téllez se lanzaron a abrir una tienda en Londres. Ambos tenían 23 años –de esto hace nueve–, llevaban apenas dos en la ciudad y alquilaron un local en la zona de Brick Lane para vender la primera colección de su firma Des Moines. La llamaron The Lazy Ones (los vagos), reproduciendo el nombre de su dúo musical, bautizado así porque no tocaban instrumentos sobre el escenario.

«Vendíamos pocas prendas y los clientes creían que era una galería de arte», comenta Diego. Varias colecciones después, permanecen en el mismo lugar, que acaba de ampliarse con una segunda planta. Kate Moss, Beyoncé, Alexa Chung y Keira Knightley están entre sus clientas.

Durante cuatro años vendieron sus prendas en Topshop, pero ahora han decidido centrarse en su negocio: «Aprendimos mucho, pero terminamos siendo esclavos de los objetivos semanales y los datos de venta», comenta Natalia. En una gran cadena el éxito es imprevisible: «Rebajábamos algún artículo, alguien lo compraba, se ponía de moda de repente, y teníamos que ampliar existencias», continúa Diego. «A veces era difícil. A menudo, en la confección de nuestras colecciones utilizamos tejidos vintage… ¡y no había manera de encontrar algo idéntico!». En la actualidad, con 32 años, están buscando local para abrir su segunda tienda.

Mariano, maestro zapatero, en Mayfair, donde se sitúa la tienda-taller de John Lobb.

Pablo Zamora

Mariano Palencia. Maestro zapatero en John Lobb. «En esta tienda de Mayfair no se encuentra un zapato por menos de 3.000 euros»

Descubrió la tienda-taller del maestro del calzado exclusivo John Lobb durante unas vacaciones. «Me acerqué para conocerla y, de paso, les llevé un par de zapatos que había hecho. Los vieron y me dijeron que si alguna vez quería trabajar allí, era bienvenido». Ya lleva dos años en esta institución británica, confeccionando pares a medida, a mano. En este establecimiento de Mayfair no se encuentra un zapato por menos de unos 3.000 euros y se guardan las hormas de todos sus clientes. Entre ellos, Frank Sinatra, Jackie Kennedy y el príncipe Carlos. «Sigue siendo una empresa familiar. El jefe llega a las tres de la tarde, saluda, inspecciona el trabajo, y a las cuatro todos hacemos un descanso para tomar el té».

Nacido en Valdepeñas hace 43 años, Mariano aprendió el oficio zapatero por vía paterna. Tras una década trabajando en hostelería mientras recorría el mundo con una mochila, quiso perfeccionar su técnica cosiendo botas camperas en Valverde del Camino. Su mudanza a Londres supuso un cambio radical de vida y de profesión. «Tuve que aprender técnicas que en nuestro país ya han desaparecido», comenta. No descarta volver a alguna ciudad española a abrir un taller y una escuela de formación.

El último descubrimiento de la diseñadora Bea Deza es la tienda de taxidermia The Last Tuesday Society, en Mare Street.

Pablo Zamora

Bea Deza. Diseñadora y copropietariade la marca Sister Jane. «Cuenta con 30 puntos de venta internacionales»

Todavía recuerda bien su primera reunión con Topshop. «Era mi hora de la comida y tuve que quitarme el traje de chaqueta en el ascensor, y vestirme con algo menos convencional». Ese fue el primer empujón para su marca Sister Jane que, con un año y medio de vida, ya cuenta con 30 puntos de venta internacionales, una tienda insignia en Madrid y presencia tanto en Topshop como en Asos. Esta madrileña de 35 años trabajaba en banca de inversión hasta que «un gran vacío» le hizo replantearse su trayectoria profesional y canalizar sus ideas mediante aguja e hilo. El camino hacia la moda se hizo más fácil gracias a la compañía de Enrique Ziglio, su socio y amigo, otro exbanquero que cogió las riendas del negocio y permitió a Bea centrarse en el diseño del producto y las ventas. Sister Jane funciona sin descanso: produce en Asia ocho minicolecciones cada dos meses con estilos variopintos que van del clásico al punk. Una capacidad de trabajo que desarrolló en la banca. «Te enseña disciplina, eficacia y destreza para rematar problemas. Esos profesionales tan brillantes son lo único que echo de menos de mi vida anterior», comenta.

De Londres dice: «Siempre acabas descubriendo algo nuevo, un rincón que te sobrecoge, una tienda que atrapa, un personaje curioso. Pero también es fácil perder el norte y volverte egoísta y superficial». Ahora, abrirá tienda en Portobello Road y piensa centrarse en el mercado anglosajón.

El creador Roberto Piqueras en Hackney Wick, el último barrio de moda.

Pablo Zamora

Roberto Piqueras. Diseñador y fundador de la marca Roberto Piqueras. «Esta es una ciudad abierta a la periferia. Donde menos cosas pasan es en el centro».

Los antiguos almacenes y los alquileres baratos han atraído a muchos jóvenes artistas hasta Hackney Wick, donde todavía no han desembarcado las cadenas comerciales ni los Starbucks. En este barrio vive el diseñador de Sabadell, Roberto Piqueras, de 27 años. «Esta es una ciudad abierta a la periferia. Al final, donde menos cosas pasan es en el centro», explica. «Una vez al mes hay una fiesta que ocupa toda mi calle. Nicola Formichetti, el estilista de Lady Gaga, es uno de los vecinos y se inspira en lo que llevan las chicas de aquí».

Lanzó su primera colección en 2007, bajo el paraguas del Ego de Cibeles. Su marca despegó cuando mejoró la rentabilidad produciendo en México y asegurándose ventas en Tokio y Los Ángeles. Su mudanza a Londres le ha ayudado a promocionarse. «La comunicación ha sido más fácil y el producto se ha entendido mejor». Disfruta de la afición de los británicos por la moda. «Hay revistas especializadas en cualquier quiosco y veo cosas de moda ¡hasta en la sección de deporte!». Su última colección incluye estampados con la efigie de la reina de Inglaterra rodeada de patatas fritas.

La bloguera Gala González posa en un callejón del Soho.

Pablo Zamora

Gala González. Bloguera y licenciada del London College of Fashion. «Antes enseñaba a mis novios a sacarme las fotos; ahora me ayuda una profesional»

Todo empezó cuando abrió una cuenta en Fotolog para estar en contacto con sus amigas. El diario fotográfico que compaginaba con sus estudios de Diseño se convirtió en el blog de moda amlul.com. En la actualidad, unas 90.000 personas al día entran en su web para ver la ropa que elige. «Antes enseñaba a mis novios a sacarme las fotos», comenta entre risas. «Ahora me ayuda una fotógrafa».

A sus 26 años es una de las más veteranas e imitadas egobloggers, término acuñado para describir a aquellas propietarias de bitácoras que principalmente publican fotos de sus looks. La mayoría de sus seguidoras son mujeres de entre 15 y 35 años. «Mezclo prendas caras y baratas y eso atrae a diferentes tipos de personas. Al final, lo que tiene más éxito es lo clásico, básico y comercial». Su gran influencia en la red ha despertado el interés de las firmas de moda que se la rifan para que se ponga sus prendas. También participa en campañas, asiste a desfiles y pincha en eventos (uno de los últimos fue la fiesta privada en la casa de Elie Saab, tras su desfile en París, a la que asistió, entre otros, Kanye West). Pero ella se mantiene firme. «Nunca me pondré algo que no me gusta. Los lectores se darían cuenta de que estoy comprometiendo mi estilo y dejarían de entrar». Su notoriedad digital la ha llevado a los desfiles de París, Río de Janeiro, Sidney y Nueva York. Pero desde que aterrizó en Londres para estudiar, la ciudad ha sido como una segunda casa. «A mis followers les gusta mucho que publique entradas de temática británica». ¿Su siguiente proyecto? «Centrarme en los vídeos, es el futuro de la red».

El diseñador Emilio de la Morena cerca de su estudio, en Kensington.

Pablo Zamora

Emilio de la Morena. Diseñador, fundador de la firma homónima. «Londres es una meca creativa, pero para vender hay que seguir yendo a París»

Su desfile es uno de los más esperados del calendario oficial de la Semana de la Moda de Londres. Este execonomista y tres veces ganador del premio al Nuevo Diseñador NewGen cree que lo más difícil para un diseñador es pasar de la tercera colección. «Hasta ahora el consejo de la moda británica se volcaba en ayudar a los que empiezan, pero en estos momentos busca afianzar el sector». Su firma ya va por el sexto año de vida y crece en prestigio con Gwyneth Paltrow, Olivia Palermo y Lana del Rey entre sus adeptas. «Conocí a Lana en el verano de 2011, conecté con su sensibilidad», explica sobre la cantante. «Ha llevado mis vestidos durante un tiempo, sobre todo le gustan los blancos. No sé por qué la critican tanto, es una buena chica».

Este creador alicantino muestra especial interés por las técnicas artesanales españolas en proceso de desaparición, que introduce en algunos de sus depurados diseños. «El mundo ha cambiado y la moda fácil se está haciendo con el mercado. Tenemos que empezar a hacer cosas más especiales porque las clientas no son tontas. Si encuentran una prenda parecida y más barata en una cadena, la comprarán».

Para él, Londres es una meca creativa, aunque «para las ventas tienes que seguir yendo a París». Acaba de llegar de viaje profesional a Los Ángeles y México y, más que nunca, le pesan los grises cielos británicos. Pero no se irá de la ciudad. Quiere trasladarse de su estudio de Kensington a otro más amplio y tiene otros muchos planes. Entre ellos, empezar a diseñar nuevas líneas de accesorios y moda masculina.

La estilista Raquel Franco en el restaurante Rochelle School Canteen, en Shoreditch.

Pablo Zamora

Raquel Franco. Estilista y directora de la firma Body Editions. «Los londinenses tienen una forma de trabajar que te centra: ante un problema, siempre plantean soluciones»

Tras un tiempo afincada en París, decidió asentarse en Londres, donde compagina el trabajo de estilista autónoma con su línea de bodies sin costuras, Body Editions, a la venta en Opening Ceremony. «Nació por necesidad propia. No los encontraba en ninguna parte. Había una laguna en el mercado y me puse a hacerlos yo misma», explica sobre su aventura en el campo del diseño. Son piezas que esculpen las formas y hacen hincapié en la comodidad. «Del body me gusta su versatilidad, funciona tanto de día como de noche, y siempre te ves arreglada. Al contrario que una blusa, no se arruga ni se descoloca», comenta.

Trabaja en su estudio de Dalston, un distrito que, a pesar de su apariencia, caótica es un imán para diseñadores británicos como Christopher Kane y Gareth Pugh. Para Raquel, que dejó Barcelona hace 15 años –ahora tiene 32–, la capital británica es un lugar idóneo para los que quieren empezar en la industria. «Esta sociedad es muy receptiva a la novedad. Y tienen una forma de trabajar que te centra: ante un problema, siempre plantean soluciones y tiran hacia delante», argumenta. Admite que, en ocasiones, Londres puede volverse complicada. «Por momentos es una ciudad con una energía pesada. Pero lo positivo es que aprendes a disfrutar de la soledad», asegura.

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