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Lo que Miuccia se puso: el Instagram que analiza el estilo de la comunista que fundó el imperio de moda más importante del mundo

A sus setenta años, Miuccia Prada tiene un armario más atrevido que cuando tenía cuarenta. Sus estilismos, casi siempre una mezcla de años, estéticas y hasta géneros, la convierten en la mejor embajadora de su marca.

PRADA

Hay dos tipos de diseñadores, los que siempre visten camisas básicas y vaqueros (quizá aburridos de lidiar siempre con el armario ajeno) y los que, conscientes o no, son los mejores embajadores de la marca para que la trabajan. Después de perder a Galliano vestido de torero, Napoléon o cantaor flamenco a la salida de los desfiles, pocos quedan de los segundos. Quizá Donatella Versace, que si en su momento fue musa de su hermano Gianni, hoy estrena sus provocativas colecciones antes que sus clientas. O Marc Jacobs, aunque lo suyo es más bien ser influencer de las firmas ajenas que embajador de la propia.

Pero si hay alguien que predica con el ejemplo es Miuccia Prada que, a sus 70 años, se pasea por su Fundación y sale a saludar en las pasarelas anticipando las tendencias que ella misma se encarga de poner de moda seis meses después. ¿El chándal en las fiestas? Miuccia se lo puso nada menos que para la gala del MET de 2016 (y con tacones). ¿La sandalia con calcetines? Más de una década lleva la señora Prada luciéndola en cualquier ocasión. Este verano hemos visto cómo las diademas con aplicaciones se convertían en el accesorio estrella. La culpa es suya, que las sacó en su desfile de primavera, y que empezó a ponérselas años antes, cuando nadie las llevaba.

Por eso era cuestión de tiempo que naciera una cuenta de Instagram documentando su evolución estética. Ella, que ha sido la autoridad en materia de tendencias, que tiene a los fans de la moda intentando dilucidar qué referencias intelectuales esconde cada nueva colección que diseña (y viste) y que por supuesto no tiene un perfil personal en la red, merecía un recorrido exhaustivo por su estilo. Al fin y al cabo, es su legado. ‘What Miuccia wore’ (lo que se puso Miuccia) es el particular homenaje que rinde el joven canadiense Guillaume Lavoie a su diseñadora favorita (que sigue su círculo más cercano, de Katie Grand, su etilista de cabecera, a Fabio Zambernardi, su mano derecha en temas de diseño). Es, a su vez, una especie de archivo histórico que recuerda, sin ningún orden concreto, de dónde viene la fascinación que despierta la diseñadora milanesa.

Cuando Prada era una joven y adinerada milanesa recién licenciada en Ciencias Políticas, acudía a las manifestaciones del partido comunista vestida de su diseñador favorito, Yves Saint Laurent. “Aunque seas rico, sigues teniendo derecho a defender tus ideas. Cuando estaba metida en política, nunca llevaba vaqueros, vestía de Yves Saint Laurent. Siempre he vivido con ese tipo de contradicción”, contaba hace años en una entrevista en The Telegraph. De aquellos tiempos queda su amor por las boinas, que ella misma ha diseñado de forma recurrente en su marca, y quizá un par de trajes de Chanel antiguos que, como documenta Lavoie, ella ya llevaba con mocasines y calcetines.

Después aparecería en su vida la fotógrafa Manuela Pavesi, que ya en los ochenta (en 1984 Prada se hizo mundialmente famosa por convertir una mochila de nylon en un objeto de lujo) comenzó a influir en el modo que tenía Miuccia de aproximarse a la moda. Las dos se pararon a hablar porque llevaban el mismo abrigo de Yves Saint Laurent; pocos años después, Pavesi era la directora de moda de la marca. Junto a ella, Prada comenzó a mezclar estilos, épocas y texturas diversas en un misma prenda. Todo valía, siempre que el resultado tuviera una pátina de sobriedad y rigor más fáciles de entender visualmente que de definir con palabras. “Una vez intenté que el encaje pareciera algo completamente opuesto al sexy. Y lo logré”, contaba Miuccia en una entrevista. Esa es quizá la mejor definición para sus diseños: esperar lo contrario del estereotipo.

Y esa es, también, una etiqueta que encaja con su estilo personal. Como documenta ‘What Miuccia Wore’, en los años previos a la creación del emporio Prada, Miuccia era la viva imagen del minimalismo: camisas y camisetas blancas y vestidos rectos que ejemplificaban también la filosofía ‘menos es más’ que aplicaba a sus primeros diseños. Treinta años después, Miuccia tiene setenta años y viste de color pistacho, de fucsia, con flecos, con plástico y con plataformas de colores. Pero lo realmente fascinante es comprobar cómo sus diseños resisten el paso del tiempo: Prada es capaz de vestir unas sandalias de su nueva colección con un vestido que diseñó en 2005 y lucir una imagen actual. Llevar un abrigo de su línea de hombre de 2010 y aparentar que lo acaba de lanzar al mercado. Pasar de un atuendo inspirado en las monjas a una chaqueta glam en cuestión de horas y que, en su cabeza, tenga sentido. “Una vez, en su estudio, apareció con un vestido clásico blanco y se le transparentaba la ropa. Es esa mezcla, entre el conservadurismo y el shock, lo que la hace única”, contaba la estilista habitual de la marca, Katie Grand, en una entrevista recogida en Instagram.

Es curioso, Miuccia Prada lleva treinta años practicando la irreverencia de una manera tan implícita que todo el mundo, de las mujeres políticas que quieren demostrar sobriedad a las jóvenes artistas de vanguardia o las señoras que practican el lujo en su sentido más tradicional, se cuentan entre su cartera de clientas. Quizá solo Miuccia entienda realmente qué significa vestir de Prada. Y solo nos quede copiarle el estilo, como a las influencers.

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