Li Edelkoort: «La mayor mentira de la moda es que en ella trabajan cabezas huecas»
Es mucho más que una analista de tendencias. Es la voz más influyente del sector. Los informes de esta gurú y teórica del diseño sientan cátedra. Lo que ella predice, se cumple.
Bucear en el futuro es un ejercicio creativo y antropológico. Algo mucho más abstracto que perseguir tendencias con un cazamariposas. La holandesa Lidewij Edelkoort lleva años prediciendo movimientos sociales e informando de ellos a su cartera de clientes. De Prada a Inditex. Todos leen con atención sus informes. Saben, por experiencia, que el tiempo (y la industria) siempre le dan la razón.
En su manifiesto anti-fashion dice que el sistema está obsoleto. ¿Cómo puede el sector revertir la situación?
Ya estamos viendo los primeros cambios. Algunos diseñadores han abandonado sus puestos en casas de lujo para denunciar la explotación de la creatividad. Cada vez somos más conscientes de que la codicia no puede seguir alimentando el sistema; que la producción frenética de novedades tiene un límite. Algunas firmas ya han anunciado que van a presentar sus desfiles al tiempo que las colecciones llegan a las tiendas. Todo empezó con Burberry, Tom Ford y Vetements. Pero estoy convencida de que otras insignias seguirán sus pasos. El calendario cambiará por completo, lo que significa que el desfile se convertirá en el gran espectáculo, algo así como el teatro de la moda. Lo que me recuerda a Thierry Mugler, que una vez alquiló un espacio gigantesco en lugar de la pasarela convencional y montó un show increíble con ángeles, trapecistas… ¡Fue magnífico! Siempre supo adelantarse al futuro. Esto es solo el principio, pero la maquinaria ya está en marcha.
Son noticias alentadoras…
Es emocionante. Aunque también crea cierta inestabilidad, y no todo el mundo está contento. Porque algunos van a tener que dejar atrás las antiguas reglas de juego. Y no siempre es fácil. Sobre todo en esta industria, que es muy tradicional y que no ha cambiado desde Egipto. Estamos pasando de una economía de mercado a una economía compartida… Tendremos que ver quién invierte en qué. Pero el derecho a trabajar será clave. También en España, donde la tasa de desempleo es alta. Esta será la gran lucha. Mi último libro de tendencias se titula A labour of love (Un trabajo de amor). Analizo la influencia de la ropa de trabajo en la moda. Es una celebración del empleo que lleva implícito el resurgir de una nueva era industrial con un nuevo ritmo de producción. La nueva generación prefiere crear productos bellos y locales. Es el inicio de una nueva revolución, más positiva, que anuncia una sociedad mejor.
¿Ha muerto la moda como herramienta social?
Ha muerto el sistema. La moda es indestructible.
¿La gente todavía necesita seguir tendencias?
En realidad, la función de las tendencias no es imponer un modelo a seguir. Existen porque compartimos la misma información. Es imposible escapar. Por alguna extraña razón, una temporada todos quieren amarillo. Yo intento buscar argumentos que expliquen estos comportamientos para comunicarlo a mis clientes. Pero es algo que sucede de manera casi orgánica.
Instagram, Pinterest, Snapchat… ¿Las redes reafirman la idea de que hoy la moda es más personal?
La moda se mueve entre la voz colectiva y la individualidad. Los jóvenes quieren trabajar en equipo y se unen para donar su creatividad al grupo. Es una forma de desarrollo social única. Porque podemos ser nosotros mismos y a la vez ser parte del grupo. Y eso se refleja también en la moda, que combina propuestas personales con principios de estilo más generales.
Sus ensayos de tendencias llegan a Prada… y a Zara. ¿Comparten las firmas de lujo y las empresas de bajo coste el mismo plan de desarrollo?
Se parecen porque contratan a talentos que salen de las mismas escuelas. Las grandes cadenas tienen un gran ejército de diseñadores y están preparadas para jugar con sus propias reglas. Antes solo copiaban. Pero eso se acabó. Necesitan generar deseo y crear sus propias novedades. Ser más o menos creativo o experimental dependerá de cada caso. Aunque está claro que todos compartimos la misma información. Y muchas veces parece que se ponen de acuerdo. Este verano todo son lazos, por ejemplo. Cuando sucede, es casi mágico.
¿Cómo ha cambiado el lujo en los últimos 20 años?
Mucho. Cuando empecé en esta profesión, era algo casi arcaico y hablaba un lenguaje que solo entendían las viejas generaciones. Fue en los 90 cuando comenzaron a cambiar sus estrategias y pensar más en moda. Hoy el problema es que muchos se centran demasiado en los complementos. La ropa pasa a un segundo plano en términos financieros. Es más fácil vender un bolso que un vestido. Y esa es la enfermedad de la industria. Y la razón por la que cada vez se escapan más talentos de las casas de lujo. Creo que ha llegado el momento de replantear el proceso creativo y aplaudir el auténtico talento. La moda oculta a sus artesanos. En los créditos de cualquier película verás que aparece hasta el chófer o el peluquero. En moda sucede todo lo contrario. De ahí el descontento. Absorben sus ideas, exprimen su creatividad y, sin embargo, no reconocen su trabajo. Es una forma de esclavismo. Y no puede seguir así.
Ha trabajado para grandes compañías. ¿Cómo pueden crear una identidad fuerte y mejorar las ventas?
Tienen que entender mejor que nunca quién es su público e interactuar con él. Pero, sobre todo, tienen que ofrecer autenticidad. Y no todos la tienen.
¿Es el branding el santo grial para las empresas?
En realidad, estamos evolucionando hacia un modelo más fluido y flexible. No creo que sea una buena idea que una marca perpetúe una misma identidad. Las firmas deberán ser multifacéticas, mutar cada año y desarrollar nuevos tentáculos.
Ha conocido a mentes muy creativas. ¿Cuáles le han impresionado más?
Tomas Maier, de Bottega Veneta, que ha entendido conceptos como la discreción y el anonimato. Susie Tompkins, la fundadora de Esprit. Fue una visionaria. Supo ver antes que nadie esa idea de comunidad, el furor por la comida sana y la importancia del componente social. Joyce Ma es otra inspiración. Pasó la mitad de su vida en un ashram en India antes de ir a París y trabajar en lujo con un enfoque muy espiritual. Otra mujer maravillosa es Rosita Missoni; mi modelo a seguir. Creo que tiene 83 años y sigue construyendo hoteles. Es alentador saber que puedes continuar trabajando a su edad y seguir siendo igual de creativa. He conocido a muchas mujeres en este negocio.
¿Qué quieren los consumidores hoy?
Quieren ser informados, estimulados, desafiados y sentirse incluidos.
La moda es un sector demonizado. ¿Cuál es la idea equivocada más generalizada?
Que somos unos cabezas huecas. Por suerte, hoy se entiende que es un sector importante de la sociedad y de la economía, que genera empleo e identidad. Cuando era joven, muchos pensaban que tenías que estar loco para trabajar en esto. Hoy recibo incluso a banqueros.
¿La moda debería ser políticamente correcta o debería ser irreverente?
Debería propiciar más cambios sociales.
¿Tiene una función política?
Desgraciadamente no tan potente como debiera.
¿El cambio más importante de la última década?
El drama es que no ha habido ninguno remarcable. El más reciente fue en los 80, con la llegada de los japoneses a París. Ellos cambiaron nuestra manera de entender la forma y la silueta; y crearon patrones asimétricos inéditos. Las calles se llenaron de esculturas interesantes durante un tiempo. Pero no duró mucho. Volvimos al estilo burgués de secretaria. Y hoy no hay nada interesante. Tal vez el auge de la tendencia deportiva, que aboga por un libro de diseño más activo.
¿Tiene sentido hablar de economías emergentes?
Falta por ver cómo ganarán protagonismo África y América del Sur. Creo que el hemisferio sur dejará de ir a remolque de Europa y pasará a jugar en primera línea. Y eso modificará nuestra noción de estética, nuestra paleta cromática… Porque ellos tienen un sentido del color y de la ornamentación más vistoso. Sin duda, será beneficioso para todos. Es algo que sucederá en los próximos 10 años. Pasará lo mismo en arquitectura, música, fotografía, arte, gastronomía…
¿Cómo encuentra a las personas que están en su equipo? ¿Y qué busca en ellas?
No busco; vienen a mí de manera orgánica. Hay personas que llevan conmigo 20 años. Somos una familia.
Existe un falso mito según el cual hace 10 años un analista de tendencias debía ir a Japón para detectar nuevos modelos de consumo. ¿Cuál es ese destino imaginario que hoy todos persiguen?
Este negocio tiene poco de mitos viajeros. No es así como funciona. Es algo más abstracto, relacionado con las ideas. En realidad, ya ni siquiera importa dónde está tu oficina. Aunque sigue habiendo una hoja de ruta: hoy la gente habla más de Dinamarca, Islandia, Brasil… La mejor conferencia de diseño se celebra en Ciudad del Cabo, el mundo de las startups está muy vinculado a Berlín. Digamos que todo está más esparcido. Aunque todavía me gusta ir a Tokio, son muy detallistas. Saben, por ejemplo, cómo convertir un sencillo polo en una pieza maravillosa. Japón es un gran destino si quieres aprender a envolver cualquier diseño en un paquete preciosista.
¿Qué le sigue inspirando?
Soy curiosa por naturaleza. Me gusta el arte, el diseño, los libros, las personas… Escuchar las discusiones en las calles. No tengo una preferencia concreta. Solo debes abrir bien tus ojos. Nunca sabes lo que puedes encontrarte.
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