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La misión secreta de Balenciaga en Hollywood

El museo Cristóbal Balenciaga inaugura hoy una exposición fotográfica que descubre la relación del modisto con las divas y los directores más elegantes del séptimo arte.

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Que reinas, princesas y mujeres de la alta burguesía rendían pleitesía al maestro Cristóbal Balenciaga no es ninguna novedad. La simpleza y pureza de las formas que guiaron sus creaciones fueron las bases que le permitieron disfrutar del reconocimiento en vida de coetáneos como Christian Dior, Gabrielle Coco Chanel o Louise Boulanger. Lo que desconocíamos hasta ahora eran las entretelas del trabajo del creador vasco en una veintena de producciones audiovisuales internacionales y patrias.

Gracias a los archivos de la Filmoteca Española, la agencia Telecine Documentación y la colección privada Luis Gasca, exdirector del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, el museo Cristóbal Balenciaga de Getaria expone este verano un centenar de fotografías de gran formato que recorrerán la faceta más desconocida del modisto. La muestra Un sueño de Balenciaga, el cine repasa la relación del diseñador con un mundo que a priori rompe todas las reglas que caracterizaron su carrera: sobriedad, discreción y silencio. "La elegancia es eliminación", dijo en una ocasión.

Comisariada por el fotógrafo Pedro Usabiaga, la exhibición presenta instantáneas de Ava Gardner, Elizabeth Taylor, María Félix o Grace Kelly. Durante cuarenta años, Balenciaga compaginó su labor como modisto con su trabajo como responsable de vestuario en un par de proyectos cinematográficos por año. Se estrenó en 1939 con Piéges (Francia) de Robert Siodmak, Trois de Saint-Cyr (Francia) de Jean-Paul Paulin y Atorrante (Argentina) de Enrique de Rosas.

Conchita Montenegro en ‘Ídolos’, con vestido negro con bordado de motivos florales y bajo ribeteado con madroños.

D.R.

Más tarde llegarían decenas de películas en nuestro país: Rojo y Negro de Carlos Arévalo, La casa de la lluvia de Antonio Román o Ídolos de Florián Rey, protagonizada por la donostiarra Conchita Montenegro, la primera actriz española que triunfó en Hollywood –Sara Montiel llegaría quince años después–. En 1959 el director Alfred Hitchcock contó con el modisto para el filme Con la muerte en los talones y ese año Jean Cocteau hizo lo mismo en su película El testamento de Orfeo. Grace Kelly, Marlene Dietrich, Brigitte Bardot e Ingrid Bergman fueron algunas de las afortunadas que vistieron las ideas del couturier más importante de la historia de la moda. Modelos de alta costura que, sin embargo, nunca fueron tales.

A partir de los años 50 el gobierno galo decidió proteger la haute couture como bien cultural. A cambio de suculentas subvenciones, exigía que el 90% de los tejidos empleados procediera de Francia, norma que Balenciaga incumplió sistemáticamente hasta el día de su retirada. Por eso nunca creó alta costura stricto sensu. La Chambre Syndicale, responsable de su reglamentación legal, pedía además que se presentaran dos colecciones al año con 75 trajes de día y noche por temporada, y reclamaba un mínimo de 20 trabajadores a tiempo completo en el taller.

Lyla Rocco en ‘Alta costura’, con vestido de estilo sirena en terciopelo negro y bajo voluminoso en tul blanco.

D.R.

Es evidente que Balenciaga, que llegó a emplear hasta 400 personas y organizaba desfiles con más de 200 vestidos, siempre estuvo por encima de cualquier directriz. Aquellos años ninguna otra maison facturaba por encima del millón y medio de dólares. Y aunque eran muchos los que colaboraban en el vestuario de obras de teatro, pocos consiguieron vestir a lo más granado de Hollywood: Givenchy (Desayuno con diamantes), Dior (Arabesco), Saint Laurent (El ansia) o Rabanne (Barbarella), por ejemplo.

Frente a las chaquetas cortadas con láser y los tejidos ultratratados que Nicolas Ghesquière incorporó en su etapa como director creativo de la casa, el maestro optaba por el corte al bies, las siluetas abullonadas y los tules. "Un buen modisto debe ser arquitecto para la forma, pintor para el color, músico para la armonía y filósofo para la medida", explicaba. Eso es precisamente lo que valoraron realizadores tan importantes como Marcel Carné, Stanley Kramer o Anatole Litvak.

Dicen que hay que marcharse de las fiestas cuando todavía están llenas de gente, y así lo hizo Balenciaga al retirarse en 1968, justo cuando el prêt-à-porter amenazaba con tumbar su dominio. El maestro del baby-doll y el vestido saco cumplió su misión sin conceder entrevistas y huyendo del ruido. Lo que ignorábamos hasta ahora era que su fiesta no solo parecía de película, sino que realmente fue cine en mayúsculas.

Ingrid Bergman en ‘Anastasia’, con vestido de noche en raso de seda de color marfil y cinta rosa bordada.

D.R.

The Kobal Collection

Marlene Dietrich en ‘Encuentro en París’, con traje sastre en color marfil y zapatos ‘kitten’ bicolores.

D.R.

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