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La adicción a las compras en tiempos de crisis

Casi el 40% de la población española compra más de lo que necesitaría, y un 17% sufre la patología.

Compras

Son malos tiempos para los adictos a las compras. Nos encontramos en plena temporada de rebajas y los aficionados a la adquisición compulsiva sufren más que nunca. Los estadounidenses llaman a esta patología buying spree, la juerga o el frenesí de la compra, y lo relacionan con una sociedad de carácter consumista donde los afectados, mayoritariamente mujeres según los estudios, buscan la felicidad y rellenar rápidamente ciertos vacíos existenciales. El trastorno se conoce asímismo con el nombre griego de oniomanía que significa «locura por el consumo».

Difíciles tiempos son también porque la economía no está boyante. De hecho, la forma de la adicción ha experimentado ciertos cambios con la gran crisis. «Al bajar el poder adquisitivo, intervienen la ratería o la cleptomanía y, por supuesto, el tipo de establecimientos donde consumir. Si antes se visitaban superficies comerciales selectas, ahora se eligen tiendas de peor calidad», explica Francisco Alonso-Fernández, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid, presidente de la Sociedad Europea de Psiquiatría Social y autor del libro Las nuevas adicciones (Tea Ediciones). Aún así, uno de cada tres europeos sigue comprando más de lo que necesita, según el reciente Informe europeo sobre problemas relacionados con la adicción al consumo, hábitos personales de compra y sobreendeudamiento, coordinado por la Comisión Europea a través del Instituto Europeo Interregional de Consumo.

Más datos: se estima que el trastorno afecta al 1% de la población occidental. El problema va en aumento. Casi el 40% de los españoles compra más de lo que necesitaría, y un 17% ha transformado su forma de comprar en patología. En el año 2001 era solo el 10%, según un equipo de investigadores de la Universidad del País Vasco y de la Pública y la Politécnica de Valencia.

¿El otro gran problema? Los enfermos tardan una media de 10 años en pedir ayuda, aunque son conscientes de sus actos. «Saben que compran sin parar ropa, zapatos, complementos, cosméticos, bisutería e incluso joyas, y que no pueden reprimir el impulso… También reconocen que es imposible lucir todas esas piezas y que el dispendio repercute negativamente en su economía y en sus relaciones familiares. Dejar las tarjetas de crédito en casa y salir con poco dinero es un primer paso importante para salir del trance», asegura la doctora Rosa Sender, profesora titular de Psiquiatría de la Universidad de Barcelona. «La compra adictiva es una dolencia, silenciosa, no suficientemente reconocida a pesar de implicar un alto grado de sufrimiento y de incapacitación para resistirse al consumo», añade Alonso-Fernández. Así es: los enfermos sienten una gran satisfacción cuando adquieren algo. Pero esa grata sensación dura muy poco y luego se ven embargados por sentimientos de culpa que acaban traduciéndose en dificultad para respirar, mareos, sudores y ataques de ansiedad.

El trastorno afecta sobre todo a las mujeres. Ciertas causas explican la diferencia de género, según los expertos consultados. Para empezar, la compra está más arraigada entre las chicas; es una típica tradición femenina. La segunda: ellas son más vulnerables a ciertos trastornos de la personalidad (baja autoestima, soledad, depresión…). Por último, dice Alonso-Fernández, «hay un menor sentimiento del hombre hacia lo abstracto: él prefiere el dinero y la mujer lo que se puede conseguir con él».

En todos los enfermos se observa una baja autoestima y, curiosamente, también va muy ligado a la desfiguración de la imagen corporal. De hecho, las investigaciones relacionan esta adicción con determinados trastornos alimenticios como la bulimia o la anorexia. También con la depresión. «Se presenta generalmente en personas neuróticas, exageradamente tímidas e inseguras. El problema empieza a manifestarse hacia los 16-17 años y no se detecta hasta pasados los 30», apunta la doctora Rosa Sender.

Existen varios exponentes literarios que han retratado esta realidad desde hace décadas. Quizá el más conocido sea el de Madame Bovary (1856). Gustave Flaubert convirtió a Emma en un fascinante personaje atormentado no solo por la búsqueda del verdadero amor, sino también por el lujo: la protagonista no cesaba de adquirir vestuario y de pedir préstamos. Al final se endeudaba tanto que llevaba a su familia a la bancarrota. Años después, en 1883, el también escritor francés Émile Zola describe en El paraíso de las damas cómo las mujeres se extasiaban al contemplar las galerías de una gran tienda de París, inspirada en la primera gran superficie de ventas creada en Francia en 1810. Pero los tiempos han cambiado, así lo ve al menos el psicoanalista Erich Fromm: «Antaño una adicta a las compras buscaba el amor; quería seducir. Hoy se intenta paliar un malestar».

La compra compulsiva se empezó a estudiar como síndrome psiquiátrico en la década de los 80 en Estados Unidos. Expertos como Faber y O’Guinn sostenían en 1992 que este problema afectaba al 5,9% de los norteamericanos. En España se empezó a tratar mucho más tarde. El psiquiatra Jesús de la Gándara leyó en la revista The American Journal un artículo de los psiquiatras Frankenburg y Yurgelun-Todd. En el reportaje se hacía referencia a un caso clínico que coincidía con los síntomas que presentaba una paciente suya. Ocurrió hace casi 30 años. «Hasta ese momento no se había hablado en psiquiatría del tema, ni siquiera estaba tipificado ni se había publicado nada al respecto en toda la literatura médica de nuestra especialidad», afirma De la Gándara, jefe del servicio de Psiquiatría del hospital General Yagüe de Burgos. Quedaba (y queda) mucho por hacer.

El médico trató a dos mujeres burgalesas, de 33 y 21 años, respectivamente, que presentaban este trastorno. Entonces publicó un artículo sobre estos dos casos clínicos en The British Journal of Psychiatry. Recibió decenas de mensajes de otros colegas de países como Canadá, Irlanda e India, porque sus pacientes se identificaban con el mismo problema.

Como buena parte de las adicciones, la química tiene mucho que ver: en las compras están implicados dos neurotransmisores, la serotonina y la dopamina, también conocida como la molécula de la recompensa. Los enfermos tienen menos dopamina de lo normal. En el tratamiento, además de una psicoterapia integral, se debería incluir un aporte farmacológico de serotonina y dopamina. Ciertos médicos estadounidenses han introducido antidepresivos como la sertralina y el Prozac. Pero todavía faltan datos definitivos. Mientras tanto, la sociedad reacciona por su lado: ya existe el Día Mundial sin compras. Es el 28 de noviembre de cada año y coincide con el inicio de la campaña de Navidad en EE UU.

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