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Guillem Cabrera, el triunfo del ‘Billy Elliot’ español

No le gusta que lo llamen así ni que lo comparen con él, pero con 11 años ha conseguido entrar en The Royal Ballet gracias a su talento.

Guillem Cabrera
Raúl Ruz
Toni Torrecillas y Francesca Rinciari (Realización)

«Desde hace cuatro meses tenemos una vida que no es la nuestra», dice Germà Cabrera. Es el padre de Guillem, un bailarín de 11 años que ha logrado entrar en la prestigiosa escuela británica de danza The Royal Ballet. Mientras nos explica su aventura en el parque del Laberinto de Horta, Barcelona, donde realizamos la sesión de fotos, su hijo da vueltas con unas Converse blancas que acaba de estrenar. Germà nos relata cómo comenzó todo. «En vacaciones hacía cursos con profesores como Víctor Ullate. La semana santa de 2014 vino Lourdes de Rojas, quien tiene a su marido y a su hijo en la escuela de Covent Garden, y nos dijo: “¿Por qué no intentáis hacer las pruebas?”». Desde esa propuesta hasta el pasado 5 de septiembre, cuando ingresó en The White Lodge (la residencia de The Royal Ballet donde se forman los niños hasta los 15 años, luego acuden a Covent Garden), la familia ha tenido que hacer numerosas piruetas. La más difícil fue saltar la muralla económica de 45.000 euros que cuesta el curso.

En el formulario para la audición ya aparecía la pregunta de si estaban capacitados para pagar esta cuota. «Respondimos que no». Una solicitud que enviaron en septiembre. Pese a esa puntualización, en diciembre recibieron la invitación a participar en el examen.

Hacer, deshacer y volver a hacer maletas. La familia vivió el viaje para la audición como un regalo de Reyes. Era una experiencia sencilla: una mañana de turismo, dos horas de prueba en Covent Garden por la tarde y vuelta a casa en Sant salvador de Guardiola, en la comarca del Bages, Barcelona. «Ahí empezaba y terminaba esta experiencia para nosotros», recuerda Germà.

Germà y Silvia con sus hijos, Guillem (con camiseta de KAOTIKO) y Gerard.

Raúl Ruz

En su pueblo, sus compañeros de colegio lo están arropando. «Han pasado de gastar bromas a interesarse», dice Guillem. Una vida que él no quiere que comparen con la del protagonista de la película Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000). «La vi hace poco y no me identifiqué. Sobre todo porque el actor tiene que esconderse de su familia, y a mí la mía me ha apoyado siempre», explica con seriedad. «Me cuentan que con dos años ya pedí que me apuntaran a ballet, y ellos solo me preguntaban si estaba seguro. Creían que sería algo temporal, pero continué. No me pidieron que lo dejara por el fútbol o el baloncesto. Y nunca me he cansado de bailar», dice con una gran sonrisa. Coloca una pierna en paralelo a su cabeza apoyándose en una columna y su padre le riñe por hacerlo sin calentar. «¿No querrás lesionarte justo ahora?».

Guillem recupera la postura y relata todo lo que vivió en su primer viaje. «Hicimos los pasos más básicos, hasta me sorprendí de lo sencillo que fue. Al ser una de las mejores escuelas del mundo, creía que todo sería muy difícil. En cambio realicé los que aprendes cuando comienzas, lo que todo el mundo conoce: un plié, un relevé..». Guarda unos segundos de silencio y continúa. «Comprendí el porqué. De esos pasos sencillos se pasa a un salto complejo. Aquí lo que quieren es que la base sea firme para hacer bien lo difícil».

La sorpresa vino 15 días más tarde, cuando su nombre aparecía como uno más de los 23 seleccionados de entre los más de 500 talentosos menores que se presentaron. De ellos, solo 12 podrían cursar el año lectivo. Tocaba un nuevo viaje. En esta ocasión sí atravesó las puertas de The White Lodge. «Fueron ocho horas en las que me preguntaron por el colegio y las notas, si tenía muchas ganas de entrar; me hicieron pruebas físicas». Tres días después, una nueva carta con la admisión y un requerimiento: que la familia se pusiera en contacto para realizar el pago de las 33.000 libras. Germà contestó explicando lo felices y orgullosos que estaban, pero también lo desconcertados. «Desde el principio avisamos de que no disponíamos de esa cantidad». Pero la institución respondió: «¿Cuánto podrían aportar?». «Ahí supimos que existía la posibilidad de negociar».

El jovencísimo bailarín viste camiseta de tirantes de H&M STUDIO y pantalón de GOCCO.

Raúl Ruz

Campaña de ‘marketing’ casero. La esperanza de una beca por parte del Gobierno británico se desvaneció en cuanto investigaron en la web de la escuela. En ella se puntualiza que no hay ayudas para niños extranjeros menores de 14 años. «Entiendo esa posición, pero nos lo podrían haber dicho antes, para poder reaccionar. Sus razones son el temor a invertir en pequeños que no soporten la distancia con su familia o la exigencia», dice la madre, Silvia Espinach.

Una amiga de la familia, Mar Canet, quien se ha convertido en improvisada representante y motor para buscar fondos, tuvo una conversación con ellos:

–¿Qué tenéis?
–Un ordenador y un niño.
–¿Nada más?
–No.
–Pues comencemos a trabajar.

Contactaron con empresas, periódicos locales que publicaron la noticia y su búsqueda de fondos. Abrieron un perfil en Facebook, Guillem Cabrera i Espinach, que ronda los 3.000 seguidores. Iniciaron una campaña de financiación en el portal moneyfordreams.es con la que han recaudado más de 13.000 euros. A ellos se unió la productora Zoopa, en la que participa el actor Santi Millán, quien les dijo: «si hay talento, encontraremos cómo hacerlo para que él esté tranquilo y no vea a sus padres angustiados por el dinero».

Para llamar la atención sobre nuevos inversores, el pequeño bailó por primera vez en su vida junto a un caballo en un acto benéfico en el Centro Hípico de Cerdanya, en la actuación previa al inicio de la fiesta mayor de Sant Llorenç Savall. Incluso lo espera el rodaje de un videoclip con el grupo Celtas Cortos. Los músicos lo han apoyado con 1.000 euros para este curso y con la misma cantidad para el siguiente.

Guillem Cabrera en equilibrio, con camiseta de rayas de GOCCO, mallas de H&M y zapatos de TEX.

Raúl Ruz

Guillem siempre está dispuesto. «Lo de los patrocinios no lo entiendo bien, prefiero que me digan qué debo hacer y yo lo hago. Lo que me sorprende es cómo la gente me está ayudando. Incluso familias que no tienen dinero han aportado 10 o 20 euros, y eso para mí es muy importante», explica con madurez. «No me gusta que me señalen, pero sí que me conozcan, porque eso significa que estamos haciendo las cosas bien».

Buscaron ayudas, sin resultado, en el Departamento de Enseñanza de la Generalitat y en el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. «Solo nos recomendaron que enviásemos a nuestro hijo a Inglaterra, donde había mejores escuelas. Todo lo obtenido ha sido a través de los medios», dice Germà. Tamara Rojo, quien fue primera bailarina del Royal y es la actual directora del English National Ballet, nos cuenta su opinión sobre este caso: «Me parece bien, siempre que sus padres estén convencidos de que la mejor formación para su hijo la obtendrá en The White Lodge del Royal Ballet».

Maleta con sus punteras, diario y medallas que se llevó a The White Lodge.

Raúl Ruz

En España hay buenos maestros de danza y algunas escuelas y conservatorios que han demostrado que pueden formar buenos bailarines. La diferencia es que los de nivel profesional no integran la educación básica y secundaria en la misma escuela, por lo que los chicos tienen que estudiar en dos centros. Ésa fue mi experiencia». Ante tales esfuerzos, The White Lodge hizo una excepción con Guillem. «Al mostrarles los vídeos, las noticias, cómo nos estamos moviendo, decidieron hacernos una tarifa plana y pagaremos 25.000 euros al año», dice Germà.

Ahora, el pequeño baila cinco horas al día (las mismas que bailaba semanalmente en Manresa) y comparte habitación con 12 niños. Mientras, los padres planean hablar con Tamara Rojo. «Queremos que nos explique cómo apoyarlo, cómo lo pasan los niños allí. Y cómo sobrellevar el estar separados»

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