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Guía al tribalismo callejero de Givenchy

Charlamos con Riccardo Tisci sobre la importancia de modelos con personalidad, musas y lo que él defiende como «realismo urbano».

Givenchy

El casting de la colección otoño-invierno 2015/2016 es una metáfora de la belleza y el canon clásico. Sin embargo, ése no es el único mensaje que quería transmitir con la elección de las modelos. Una joven puede tener una personalidad poco (o nada) convencional o una belleza extraña y atípica. Para mí, eso es algo que ves y percibes únicamente cuando conoces a esa chica en persona, y sientes que ella podría ser la cara de la temporada. Al fin y al cabo, un desfile no se construye solo con prendas; sobre la pasarela se crea un universo de emociones», explica Riccardo Tisci en exclusiva a S Moda. En su última colección de prêt-à-porter, presentada en marzo en París, su fascinación por la estética gótica cinceló sobre los rostros de las maniquís una forma de feminidad más dramática y teatral, con piercings y joyas faciales que anunciaban un nuevo tribalismo callejero. Un ejercicio tan extravagante como mágico –obra de la maquilladora Pat McGrath– que es ya la tendencia de belleza más repetida en las portadas de las revistas de moda. «En la mente de Tisci, el joyero victoriano se transforma con la fuerza agresiva de la estética pandillera», explicó McGrath tras la puesta en escena. Aquella imagen dibujaba un muro de inspiración en el que las fotografías de FKA Twigs –con sus trenzas y caracolillos de gueto– se mezclaban con retratos de mujeres indias acicaladas con piezas de orfebrería tradicional rayastaní y postales fetichistas de los años 30 de Ethel Granger (recordada por sus piercings, corsés y por ostentar el récord de la cintura más estrecha del mundo).

A Tisci no le gusta seguir un guión preestablecido ni repetir fórmulas. ¿Por qué debería apostar siempre por una maniquí desconocida o una reina de las redes sociales como Kendall Jenner? En apenas un año, la hermanastra de Kim Kardashian se ha subido tres veces a la pasarela para vestir las propuestas de la maison. «Nunca ha entrado en mis planes descubrir una nueva cara, convertirla en la modelo del momento y, seis meses después, si te he visto, no me acuerdo», argumenta. «Soy de los que prefieren construir relaciones estables a largo plazo. Tengo mi familia, mi gang, que sigue ahí temporada tras temporada». De hecho, #gang, #family y #love son las etiquetas que más veces usa en Instagram. «Para mí, una modelo es mucho más que un perchero de carne y hueso. Su trabajo no se limita a presentar mi colección. De algún modo, ellas dan auténtica vida a las prendas que yo diseño. Por eso soy yo quien hace el casting en persona y tengo siempre los ojos bien abiertos. Nunca se sabe quién puede ser la siguiente», continúa.

La modelo de origen polaco Magdalena Jasek lleva chaqueta de plumas, vestido de terciopelo, tul y punto, y joyas de metal dorado y strass, todo de Givenchy.

Danko Steiner para Givenchy

«Todos somos iguales. La belleza no tiene cultura, religión ni color», defiende firmemente el diseñador. «Abrí mi segundo desfile de alta costura con nueve chicas negras. Algunas eran nuevas en la industria; otras eran iconos, como Naomi Campbell o Liya Kebede. Aquella selección no pretendía ser una declaración de intenciones. Mis motivaciones eran más inocentes, e incluso ingenuas. Sin embargo, cuando miro atrás, recuerdo que todas las revistas empezaron a hablar de las modelos. Fue algo que me sorprendió, porque no lo esperaba», reconoce. «La gente le da demasiada importancia al hecho de subir mujeres de color a una pasarela, y eso tendría que ser algo normal. Un casting debe reflejar tu universo y tu estética; no es una cuestión de raza, ni siquiera de género o de sexualidad. Es una cuestión de belleza; y la belleza es eso: belleza sin distinciones», insiste.

Palabra de gueto. Con Tisci, conceptos como subcultura y sofisticación van de la mano. En sus bocetos, las tendencias callejeras (e incluso periféricas) pasan de reflejar el estilo de una tribu minoritaria a convertirse en una fórmula comercial de masas. «Cuando entré en Givenchy [en 2005], la casa no pasaba por su mejor momento. Hoy las cifras hablan de éxito. Y está claro que la principal razón es que ahora los diseños son más fáciles de llevar», evalúa el italiano tras 10 años al frente de la dirección creativa. «Ahí radica el auténtico poder de la marca: ser capaz de vestir tanto a jóvenes como a mujeres maduras. Y pasa lo mismo con la clientela masculina», asegura. «Tengo mucha suerte de trabajar en esta maison, porque puedo presentar colecciones de alta costura –el lujo más sublime– y al mismo tiempo esbozar patrones de street-wear», dice orgulloso. «La calle forma parte de quien soy. Está en mi ADN. Y define la paradoja inherente a Givenchy: esa tensión entre costura y street style», explica. «Por eso cada temporada me aseguro de diseñar piezas lujosas, pero también prendas con un precio más asequible. Quiero que la gente pueda vestir nuestros diseños y sentirse parte del universo Givenchy».

La modelo argentina Mila Ganame lleva look total de Givenchy o-i 2015/2016. El estampado es un fauno mitológico.

Danko Steiner para Givenchy

«Es una chola victoriana», declaró Tisci en el backstage. «Es la jefa de la banda». Y es también la cara del nuevo ritual de una industria que quiere impregnarse del realismo de la calle (ya sea con propuestas normcore, prendas casual o rostros atípicos, con ojeras y cicatrices). Amante de la noche y las fiestas, el italiano aprovecha sus salidas para cazar nuevos modelos de belleza femenina y masculina. «Cuando empecé a trabajar en la selección de maniquís, un año antes de mi primer desfile, las agencias estaban repletas de chicos hiperdelgados», recuerda. «¿Guapos? Sin duda. Pero no eran mi tipo», admite. «Yo quería un casting de verdad, sin excluir a nadie. Así que empecé a buscar por las calles de Brasil, Cuba, Puerto Rico y Marruecos. Lugares a los que iba unas veces por trabajo y otras, de vacaciones. Y poco a poco fui encontrando chicos con una imagen y una personalidad más fuertes. Jóvenes que no representaban el canon de belleza imperante en la pasarela, pero que conseguían transmitir un mensaje de realismo urbano». De un bofetón, Tisci cambió las proporciones del guardarropa masculino con un casting que destilaba rollo, chicos ajenos a los focos que desfilaban sin máscara. «Cuando trabajas con una agencia de modelos, te sientes como si tuvieras que elegir entre los soldados de un batallón. ¿Un ejército de bellezas? Tal vez, pero erróneo. Como diseñador, tienes que buscar tu propia identidad. No me gustan los hombres ni las mujeres que parecen robots».

Musa eterna. «Mi Audrey es Mariacarla Boscono», confiesa sin tapujos. «La conocí cuando aún no era famosa. Era jovencísima y vivía en Londres. Fue la primera persona que creyó en mí. Éramos jóvenes e inocentes. Disfrutábamos de la vida de estudiante y los clubes de Londres. Yo veía su potencial y ella admiraba el mío», recuerda Tisci. «Por aquel entonces, todas las tops tenían cuerpos atléticos. Mariacarla era diferente. A medida que se ha hecho mayor, también se ha hecho más bella. Pero cuando era joven tenía un look muy peculiar que atrajo a Rei Kawakubo, de Comme des Garçons, y a Steven Meisel. Hemos trabajados juntos desde el primer día. Ella hizo la invitación de mi graduación y todos mis catálogos. Y aunque ha llovido mucho, nuestra relación jamás se ha roto».

«Quizá haya personas que consideren que la idea de tener una musa está desfasada, pero a mí me parece preciosa. Al ser un hombre que diseña para el mercado femenino, encuentro fascinante tener la opinión de una mujer real», justifica. «Con Mariacarla, se crea la magia del taller de un auténtico artista. Pero no soy solo yo. Si miras al pasado, ahí están Gianni Versace y Naomi Campbell, Alexander McQueen y Kate Moss, Audrey Hepburn y monsieur Hubert de Givenchy, Saint Laurent y Betty Catroux. Un diseñador necesita una mujer que le inspire, alguien que de verdad tenga estilo y opine sobre él», defiende.

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