Golazo femenino: las mujeres que viven del fútbol
El fútbol es, todavía, un mundo de hombres. Pero cada día con mayor número de mujeres que compiten, ganan, lo narran y viven de él.
Las mujeres fingen la mitad que los hombres. Sí, nos referimos a lo que están pensando. A eso que «algunas personas creen que es una cuestión de vida o muerte, pero que en realidad es algo mucho más importante», como decía Bill Shankly, un escocés de verbo afilado que convirtió al Liverpool de los años 60 en un mito. Hablamos de fútbol. Porque los futbolistas (hombres), según revelaba el año pasado la publicación Research in Sports Medicine, simulan lesiones y caídas el doble de lo que lo hacen las futbolistas. Y eso, a pesar de que han jugado y competido desde pequeñas contra ellos.
Alexia Putellas es de Barcelona. Tiene 20 años, ojos color avellana y una larga cabellera castaña. Juega como centrocampista en la selección española de fútbol femenino y en el Barça, y se enganchó a este deporte en el colegio. Entonces, recuerda, llegaba a casa con las piernas llenas de moratones, así que su padre decidió apuntarla a un club para que dejara de practicarlo en el recreo. «Aunque yo seguí haciéndolo, claro», confiesa.
El caso de Putellas es similar al de sus compañeras de la selección. Un equipo con tres décadas de historia que hoy vive su mejor momento a punto de clasificarse para su primer Mundial, que se disputará en Canadá el próximo año. Mujeres entre los 20 y los 27 años acostumbradas al sacrificio en una liga femenina de 16 equipos sin apenas presupuesto, en la que estas deportistas, «en el mejor de los casos, son mileuristas», como revelan a S Moda desde los clubes.
«Me da mucha rabia. Lo que tienes aquí no te parece tan malo hasta que no ves lo que hay fuera. En España necesitamos profesionalidad, porque la liga es amateur», se lamenta la gallega Verónica Boquete, capitana de la selección. Ella ha jugado en España, en Rusia y en EE UU. Ahora forma parte del Tyresö sueco, pero la próxima temporada regresará al torneo estadounidense. «Allí el fútbol es un deporte femenino. Y las niñas crecen con referentes femeninos. Aquí lo hacen queriendo ser como Messi o Ronaldo», asegura.
Su liga se disputa los domingos por la mañana, y supone jornadas interminables de viajes en autobús, incluso de punta a punta del país. «Ellas hacen el sacrificio porque les gusta. Y tienen que renunciar a muchas cosas aunque saben que no van a ser profesionales», explica Xavi Llorens, entrenador del Barcelona, que se ha proclamado este año campeón de liga. El catalán, que lleva ocho años entrenando al equipo tras haber pasado 16 con los chicos, se muestra optimista en algunos aspectos: «Cada vez hay más mujeres que lo practican. Y las que vienen ahora tienen más nivel y forman una generación más esperanzadora».
De izda. a dcha., Carmen Arias, Olga de la Fuente, Marisa Villa, Rocío Sáez, Arancha Carvajal y Ana de la Torre.
Sofía Moro
El fútbol femenino español , así como la relación de las mujeres con este deporte, vive un cambio lento y silencioso sin marcha atrás. La de hoy es la mejor selección de la historia. Gol TV se convirtió esta temporada en la primera cadena en emitir un partido de la liga a la semana; y cada vez hay más chicas que quieren entrar en los equipos. El número de licencias en España es de 855.987, en todas las categorías y divisiones, según el Consejo Superior de Deportes. Y aunque solo 40.606 son de mujeres, estas han experimentado un crecimiento en la última década del 73%, frente al 19% del sexo opuesto. «El cambio tiene que venir desde la base, que es la educación», destaca Boquete. «Pero educando a los padres, porque en el caso de España es una cuestión social».
Los comentarios despectivos son frecuentes. Lo cuenta un trabajador del Atlético de Madrid, acostumbrado a escuchar a muchos aficionados decir que eso «ni es fútbol ni es nada». Confiesa que también está habituado a preguntarles: «¿Pero lo habéis visto? ¿Sabéis de lo que estáis hablando?». Son, afirma, los «estigmas» de una sociedad que ha crecido con esa frase tan recurrente en los colegios: «Tú no juegas porque eres chica».
Pero la transformación no solo está sucediendo sobre el césped. «Antes parecía que estaba mal visto que lo practicaran (y disfrutaran) las mujeres. O quizá tenían otras ocupaciones». Lo comenta Marta de las Heras, quien forma parte de Marea Azul, la peña del Getafe que celebra su décimo aniversario y cuenta con 16 féminas entre sus 62 integrantes. Ella ha venido hoy hasta la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, en Madrid, junto a cuatro de sus compañeras, para participar en esta sesión de fotos. Son representantes de una afición creciente, sobre todo, desde que la selección masculina ganara dos Eurocopas y un Mundial. «Hace poco descubrí a mi madre mirando un partido en la tele. Nunca lo había hecho», recuerda su compañera Ana Sánchez. «Cuando le pregunté si le gustaba, me respondió: No hija, si no me gusta, pero como es España.
Para confirmar si el éxito de las espectadoras está en auge, S Moda le ha pedido a Televisión Española y a Telecinco que analicen sus audiencias en partidos de la selección. La primera ha hecho un estudio de los espectadores descartando, para evitar el efecto euforia, los años en los que España ganó torneos. Y los resultados dicen que el número de espectadoras ha crecido un 2,5%. En Telecinco han optado por ver los datos de las copas Confederaciones que emitieron en 2009 y 2013. ¿El balance? La segunda edición fue vista por 1.165.000 mujeres más. Aunque este crecimiento aún no se ha traducido en un cambio de los anunciantes ligados al fútbol, cuya «gran mayoría» se mantiene, como confirma Lázaro García, director de marketing de Publiespaña, «con productos orientados al público masculino». Y eso que las firmas deportivas sí han detectado esta modificación en la audiencia y se preparan para responder a ella. Desde Adidas, que ha aumentado su venta de camisetas de la selección y del Real Madrid entre las mujeres y que planea lanzar líneas de fútbol exclusivamente para ellas, hasta Nike, que también prepara productos especiales y el año pasado abrió en la tienda del Camp Nou en Barcelona una sección femenina.
De izda. a dcha., Laura Martínez, Eva Turégano, Susana Guasch, Mónica Marchante, Carmen Colino y Silvia Barba.
Sofía Moro
Quienes han notado esa pequeña revolución son, sobre todo, las profesionales que viven del fútbol. Susana Guasch, presentadora deportiva de La Sexta, tiene su propio baremo. Fácil y eficaz. «Ahora, cuando voy por la calle, hay más mujeres que me señalan y les dicen a sus parejas: Mira, la del fútbol de la tele. También lo confirma Carmen Colino, jefa de la sección del Real Madrid en el diario AS: «Hoy veo a muchas más chicas aficionadas en los estadios. Cada vez son menos las que, como sucedía antes, les prohíben a sus maridos ver los partidos». Colino, quien habla con la misma pasión con la que lo hace en las tertulias deportivas de la Cadena Ser, es un caso similar al de Guasch. Siempre quiso ser periodista deportiva. «Aunque en la carrera mis compañeras se reían de mí», recuerda.
Hoy, las periodistas de esta sección son numerosas. Ya ha pasado esa época en la que la respetada experta del AS veía a pioneras como María Escario u Olga Viza y sentía admiración por ellas. Aunque desde fuera las preguntas que les hacen aún empañen esa normalidad. «¿Cómo lleva una mujer ser jefa en un mundo de hombres?», cuenta Laura Martínez, directora de deportes de la Cadena Ser, que le inquieren frecuentemente. «Este trabajo no será completamente natural hasta el día que dejen de preguntármelo».
En la profesión coinciden en que el problema en el sector está en cómo se ejerce el periodismo. Silvia Barba, quien cubre la selección en TVE y se aficionó al fútbol porque su padre las llevaba a ella y a su hermana siempre a verlo, se muestra preocupada «porque derive en otra cosa». Ella destaca cómo, en televisión, lo importante es «ser capaz de comunicar, de traspasar la pantalla». Es más directa su compañera de Canal +, Mónica Marchante, quien descubrió que su vida estaría ligada a este deporte en la final del Mundial de España en 1982: «Ahora en las televisiones no se busca a la mejor profesional, sino al pibón».
Un dicho inglés asegura que, al contrario que en el rugby, «que es un deporte de villanos jugado por caballeros», el fútbol es «una disciplina de caballeros jugada por villanos». Quizá por esa máxima, que hoy se podría aplicar sobre todo fuera del césped a un sector que genera 9.000 millones de euros en España, según datos de la Liga de Fútbol (LFP), en las profesiones que lo rodean ya no importa tanto ser hombre o mujer. Lo saben bien las agentes Arantxa Carvajal y Rocío Sáez. La clave son «los contactos» y aprender a desenvolverse en un mundo en el que, como dice Carvajal, prima «la incertidumbre». O, como se lamenta Sáez, hay que lidiar con la parte más negativa, «el comercio y el mercadeo con los jugadores más jóvenes». Ese lado oscuro está, para Eva Turégano, directora de comunicación de la LFP, «sobre todo en el boom de los empresarios que compraron equipos y los arruinaron por mala gestión». Aunque, si no fuera por excepciones así, «normalmente todo son alegrías».
De izda. a dcha., Marta de las Heras, Sara Rodríguez, Rosa María García, Almudena Díaz, Ana Sánchez Hijosa y Eva Martín.
Sofía Moro
Ana de la Torre las conoce. Ella es, desde hace siete temporadas, la única médica en un club de Primera división. Cuando saltó al césped de su equipo, el Getafe, fue «una revolución» no exenta de comentarios hirientes. Ahora disfruta con su puesto, acostumbrada ya a los estadios y a unos jugadores que «son personas de carne y hueso, pero que muchas veces viven fuera del mundo real». La normalidad entre los deportistas la percibe cuando, por ejemplo, se convierte en la médico de familia de algún futbolista que le pide que atienda a uno de sus hijos o a su esposa.
«Me gusta el brutal poder de atracción del fútbol. Cómo mueve a las masas y sus sentimientos», asegura, sin cesar de sonreír, Carmen Arias. Ella vive la cara más amable de este deporte. Dirige las escuelas del Chelsea en Madrid, destinadas a que los niños aprendan inglés mientras juegan. Y además preside la asociación Extratime, que lucha desde hace dos años contra la exclusión social con el fútbol como red. «La labor que hacen algunos futbolistas en la sombra es impresionante», destaca. Su colega Olga de la Fuente, gerente de la Fundación del Fútbol Profesional, dependiente de la Liga, ensalza también que el fútbol español es uno de los más solidarios de Europa, con una treintena de fundaciones activas que han sido creadas en los 42 equipos que forman la LFP. Es el lado más brillante de este deporte.
Aunque aún hay un ámbito en el que nada de esto importa. No es cuestión de luminosidad. Ni siquiera se trata de un asunto de géneros. Es el que conoce Marisa Villa, directiva del Comité Técnico de Árbitros y la única fémina hasta la fecha que ha logrado alcanzar la Primera división del fútbol masculino como colegiada, aunque no pudo debutar porque no superó las pruebas físicas «por centésimas». Espontánea, Villa, quien hoy trata de fomentar que más niñas quieran ser árbitras para conseguir que en un futuro cercano por fin debute una mujer en la máxima liga, lo afronta con una filosofía envidiable. «A los árbitros nos vilipendian siempre. No importa que seas hombre o mujer. La agresión verbal es igual, así que no te insultan por ser mujer», cuenta divertida. Minutos antes, en el set de la producción, las componentes de Marea Azul confirmaban este hecho mientras las peinaban para la foto. «¿Nosotras? Te sorprenderías de algunas. Claro que insultamos a los jugadores. Y a los árbitros, sobre todo», contaban al maquillador.
Decía Oscar Wilde, también un anglosajón de lengua certera, que el fútbol, como juego, «está bien para chicas toscas, pero es poco aconsejable para chicos delicados». Miren las fotografías de este reportaje. Resulta evidente que el poeta irlandés se equivocó. Para ciertas artes es mejor recurrir a sus maestros. Como al genial Shankly, quien sabía bien que en esto del fútbol de lo único que se trata, al final, es de ganar. El afirmaba: «Si eres el primero, eres el primero. Pero si eres el segundo, no eres nada». Y ahí no hay género que importe.
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