Carrie Fisher: las mejores frases de la ‘antiprincesa’ de Hollywood
Rebelde, locuaz y con espíritu de superación innato, la inolvidable princesa Leia criticó duramente al ‘star system’ y resurgió de sus adicciones.
Sobre su rebeldía. «Cuando eres una superviviente, te tienes que meter en líos a menudo para demostrar tu talento». Este era uno de los mantras de Carrie Fisher (1956-2016), la actriz que interpretó a la inolvidable Princesa Leia en cuatro películas de la saga Star Wars. Fisher ha fallecido a los 60 años de edad, tras sufrir un infarto en un avión en plena promoción de su último libro, The Princess Diarist. Rebelde, locuaz y con la capacidad innata de reírse de sí misma y de autosuperarse (pasó por varios procesos de desintoxicación y confirmó que era bipolar), la intérprete supuso una revolución contra el idealizado star system hollywoodiense. Tanto en sus novelas como guiones cinematográficos o desternillantes monólogos, atacó sin piedad a una industria que cosificaba a las mujeres.
Cómo Hollywood borró la personalidad de su madre y su admiración a su padre. «Los estudios practicamente diseñaron a mi madre: le pegaron las orejas con cirugía, le depilaron las cejas (que nunca crecieron) y le cambiaron el nombre. La convirtieron en esta especie de celebrity, nueva y mejorada. ¡Una estrella!», explicó en sus memorias Shockaholic.
«Debbie es la vecinita de al lado… y yo vivo en la parte más baja de esa calle». Así hablaba de su madre Carrie Fisher, que nació fruto de toda una power couple en el Hollywood de mediados de los 50. Su madre es la actriz Debbie Reynolds y su padre, el crooner Eddie Fisher. Aunque este abandonaría a su madre para casarse con Elisabeth Taylor en 1959, ella siempre defendió un amor incondicional por él.»No había nota a la que no pudiese llegar, chica a la que no se pudiese ligar o audiencia a la que no animar».
Consejos a Daisy Ridley (la nueva estrella de Star Wars): «Te va a resultar difícil salir con alguien una vez seas una estrella de Star Wars, porque no quieres dar la oportunidad a la gente de que diga ‘Me acosté con la princesa Leia'».
Debido a su familia, Carrie Fisher ya era una estrella antes de protagonizar la saga galáctica, pero tras un papel en Shampoo (1975), ponerse en la piel de la princesa Leia marcaría su carrera. Su participación en la trilogía ideada por George Lucas la encasilló tanto que después no protagonizó ninguna película más, pero si apareció en clásicos como Hannah y sus hermanas, Blues Brothers o Cuando Harry encontró a Sally.
Sobre su propia muerte: Ella misma, en sus memorias Shockaholic, dejó claro cómo se trataría su muerte: «Lo que quedará de mí tras el viaje hacia la estrella de la muerte es una hija devota, unos pocos libros y una foto de una chica con un bikini brillante descansando sobre un calamar gigante. Aparecerá detrás de un presentador de noticias informando del fallecimiento de la princesa Leia, después de una larga batalla con su cabeza».
Sobre el bikini de la discordia, fruto de multitud de fantasías eróticas masculinas, también ha opinado. Fue cuando Disney y Hasbro se negaron a seguir comercializando figuras de Leia con ese atuendo en 2015.
“El padre que puso en marcha todo el follón se preguntaba algo así como ‘¿Cómo le voy a explicar a mi hija por qué [Leia] lleva esa ropa?’ Pues dile que una babosa gigante me hizo prisionera y me obligó a llevar ese vestido estúpido y que yo lo maté porque aquello no me gustaba. Y, después, me lo quité. Fin”, dijo al Washington Post. A Los Angeles Times replicó al respecto: “¿Y si le dijera a su hija que el personaje no ha elegido llevar ese bikini? La han obligado a ponérselo. Es la prisionera de un testículo gigante y babeante y no quiere llevar esa cosa encima. Y, finalmente, esa cadena (que para ti es una especie de accesorio BDSM) es el arma que usa para matar al testículo baboso”.
Sobre sus adicciones: «¿Conocéis ese dicho que sostiene que la religión es el opio de las masas? Bueno, pues yo tomé masas de opio religiosamente”.
Fisher mantuvo una relación con las drogas más que intensa, especialmente a finales de los 70. En una entrevista mientras promocionaba su monólogo en Australia, reveló que ya era adicta a la cocaína mientras rodaba El imperio contraataca, y que también sobrevivió a una sobredosis. «Lentamente, me fui dando cuenta de que tomaba más drogas que el resto de gente y que estaba perdiendo el juicio». Su nivel de consumo era tan alto que «hasta John Belushi me dijo que tenía un problema» (Belushi murió por sobredosis en 82). Nunca quiso culpar ni a su familia, ni a la presión de los grandes estudios. «Siempre ha sido mi responsabilidad», dijo. «Si tuviese que culpar a Hollywood, entonces todos seríamos adictos».
Sobre su matrimonio con Paul Simon: “Me casé con un hombre que era músico, bajito y judío. ¿Les suena? Sí, una copia exacta de mi padre”.
Sobre la bipolaridad: «Me siento muy sana sobre lo loca que estoy».
En Wishful drinking habló con muchísimo humor y sin avergonzarse de su bipolaridad. También aprovechó su popularidad para tratar de borrar el estigma que se asocia a este trastorno con seriedad. Pero en su monólogo incluyó joyas como: «¿Sabes cómo en la mayoría de enfermedades puedes reconocer los síntomas? Sí, como fiebre, dolor de estómago, escalofríos, lo que sea. Bien, cuando eres maníaco depresiva es la promiscuidad sexual, gastar demasiado y abusar de las drogas… ¡Y esto me suena a un fantástico fin de semana en Las Vegas!».
Sobre el edaísmo: «Por favor, dejad de discutir sobre si he envejecido bien».
«No es que los hombres envejezcan mejor que las mujeres, solo es que se les permite hacerlo», tuiteó la actriz en su cuenta Navidades pasadas, cansada de que se especulase sobre su aspecto en el Episodio VII de la saga. A pesar de la dictadura de los cánones de la belleza, siempre supo reírse de ellos. En Shockaholic contó un episodio similar al respecto: «Me googleé recientemente y me encontré con este post que decía: ‘¿Qué le ha pasado a Carrie Fisher? Estaba buenísima y ahora parece Elton John. Bien, esto hiere mis sentimientos, en parte porque sé lo que esa persona quería decir. Sí, es todo verdad. Me he dejado. ¿Y a dónde he ido? A dónde van todas las mujeres gordas y con papada: a la nevera y a los restaurantes».
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