Gisèle d’Estoc: la asombrosa historia de la mujer que nunca existió
Artista, feminista y bisexual, que se travestía para aparentar ser un señorito, que se batió en duelo con otra mujer haciendo topless y que puso una bomba en un café y fue acusada de anarquismo, ¿quién fue Gisèle d’Estoc?
«Señora, si es verdad que usted en una mujer curiosa y no una simple broma de mis amigos que se divierten a mis expensas, me declaro dispuesto a presentarme ante usted cuando lo desee, donde quiera, como quiera y en las condiciones que establezca«. Así daba comienzo una de las primeras cartas que el escritor francés Guy de Maupassant, discípulo de Gustave Flaubert, le escribió a Gisèle d’Estoc, una mujer cargada de misterio con quien el escritor mantuvo una relación durante cinco años y de quien, a partir del siglo XX, algunos críticos pensaron que en realidad nunca existió.
Publicadas por primera vez por Pierre Borel en Maupassant y l’androgyne (Maupassant y la andrógina) en 1944, las cartas dirigidas a esta curiosa mujer siempre han generado controversia: la mayoría de estas cartas no están fechadas, por lo que la clasificación cronológica presenta ciertas dificultades y además, existe la posibilidad de que algunas de estas misivas estuvieran dirigidas a otras mujeres –otras amantes del escritor– y que se haya asumido erróneamente que eran para d’Estoc. En conjunto, las cartas pertenecen a un periodo entre 1880 y 1886, donde se interrumpen abruptamente. Desde 1882 la correspondencia es cada vez más espaciada. La autenticidad de las cartas, sin embargo, no es cuestionable. Sí lo es la figura de d’Estoc: artista, pensadora y feminista, mujer sexualmente libre con una lista interminable de amantes (hombres y mujeres), que se travestía para aparentar ser un señorito, que se batió en duelo con otra mujer haciendo topless y que puso una bomba en un café y fue acusada de anarquismo. Que haya pasado a la historia de manera velada como amante temporal de Maupassant es una reducción absoluta de una persona con múltiples facetas cuya existencia fue tan interesante que hasta se ha puesto en entredicho, ¿quién fue en realidad Gisèle d’Estoc? ¿Cuánto hay de verdad en su historia y cuánto de leyenda?
Buscando a la mujer que nunca existió
En el año 2013, la profesora estadounidense Melanie C. Hawthorne, especializada en Francés, publicó una investigación sobre Gisèle d’Estoc. El resultado fue publicado en forma de libro bajo el título Finding the Woman Who Didn’t Exist (Buscando a la mujer que nunca existió) donde no solo demostró que d’Estoc había sido real, sino que toda su vida fue fascinante.
«Las mujeres tuvieron muchísimas limitaciones en la Francia del siglo diecinueve, pero no todas las mujeres jugaron bajo sus reglas y Gisèle d’Estoc parece que las rompió todas, una detrás de otra, a lo largo de su colorida vida», explica Hawthrone. Tal y como admite la autora, es cierto que d’Estoc no existió, sino que fue el seudónimo de Marie Paule Alice Courbe Parent Desbarres, nacida en Nancy (Francia) en 1845, y que se marchó a Paris para ser la persona que quería ser.
Una vez en la capital, el rompecabezas de d’Estoc empieza a tomar forma para la autora gracias a algunas pinceladas y documentos y cartas de la época. Aparentemente, cuando conoce a Maupassant no tenía más de 17 años. Por aquel entonces se consagró a la literatura y a las bellas artes, y Maupassant en alguna carta la invitaba a fiestas con personas de la alta sociedad literaria parisina diciéndole «te presentaré a esos colegas diciéndoles que escribes». Se sabe que fue alumna del escultor Chapu, y que también sirvió como modelo a Henner. Esta no será la última vez que d’Estoc aparezca representada en el arte pictórico.
Una anécdota de la época menciona su afición temprana por el travestismo. Durante una cena con Maussant, una carta de la época menciona que el escritor había acogido en casa a dos damas y a un pequeño colegial que en realidad era «una damisela». Según Hawthrone, d’Estoc era una mujer bisexual, que tenía aventuras tanto con hombres como con mujeres y a quien le gustaba jugar con el género. Para Maupassant, la joven d’Estoc se vestía como un estudiante y le procuraba amantes.
Algunas de las cartas de Maupassant dirigidas a d’Estoc revelan este juego de disfraces y de persecución de amantes: «Es absolutamente necesario que venga a cenar a mi casa el viernes. Encontrará allí a Catulle Mendès, una joven y bonita mujer, asolada por unos grandes deseos femeninos. Pero por Lesbos, no sea tan rápida como con la de la Ópera. En el momento que usted representa un papel de hombre, sea hombre, en nombre de Dios, y, ¡discreto en público!». O una en la que el escritor se aquejaba de una enfermedad que le obligó a guardar reposo unos días: «¿Quiere venir a cenar conmigo ese día? Tendré unos trajes de hombre pero si todavía estoy mal tendremos que posponer nuestra expedición algunos días».
En 1884, Émile Bayard presenta al mundo su cuadro Une affaire d’honneur, en el que aparecen dos mujeres batiéndose en duelo en topless rodeadas de un público exclusivamente femenino. El cuadro fue todo un éxito y llevó a Bayard a inspirarse para una secuela del mismo, titulado La reconciliación, donde se observa a las mismas dos mujeres, una yace en el suelo y la otra le da un beso en la cabeza. Supuestamente, el duelo tuvo una inspiración real: la rivalidad entre d’Estoc y su ex amante, la actriz de circo Emma Rouer.
Gisèle d’Estoc también estuvo relacionada con un asunto turbio: la bomba que estalló en el restaurante Foyot en Paris en 1894. La víctima principal de aquella explosión fue el periodista Laurent Tailhare, quien había desatado la ira de d’Estoc después de publicar en un periódico su relación sentimental con la escritora Rachilde –otra mujer fascinante e irreverente, editora de una de las revistas literarias más influyentes de Europa y en cuya tarjeta de presentación se leía Rachilde, Hombre de Letras–. El ataque bomba se relacionó más tarde con una célula anarquista, por lo que d’Estoc fue sospechosa de colaborar con ese grupo y utilizarles para planear una venganza personal.
Gisèle d’Estoc era una feminista reconocida que se unió a la Liga de emancipación de las mujeres creada por Marie-Rose Astié de Valsayre. Miembro también del Club de Esgrimistas, d’Estoc creía necesario que las mujeres supiesen manejar la espada para defender su propio honor.
Los trazos para componer la figura completa de Gisèle d’Estoc se emborronan hacia el final de su vida. Muere a los 49 años en Niza, pero su trabajo artístico se pierde por el camino. Se reconoce su firma en cuatro libros, pero su trabajo escultórico es imposible de rastrear. Se sabe que se casó y que volvió a cambiar de nombre..
La mujer que nunca existió sí lo hizo y su entidad no fue solo la de «amante de». Su figura rompedora y aparentemente inusual en la sociedad parisina de la época explica esa tendencia a pensar que las sociedades modernas son las más abiertas, y que son los habitantes del mundo actual quienes descubren todo por primera vez. Cuando lo cierto es que en el París de 1800 vivió una mujer inusual: artista, intelectual, que vivía su sexualidad como quería y que luchaba porque todas las mujeres vivieran como quisieran, que se enfrentó a los hombres de la época con la pluma y la espada. Un personaje singular, rompedora de tabúes, cuya existencia se mantuvo en un discreto segundo plano e incluso se intentó ocultar. Pero, como bien explicaba su biografista: «las cosas más interesantes suelen encontrarse siempre apartadas del centro, en los márgenes».
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