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Desirée de Fez: «El cine de terror desmonta el mito de la embarazada feliz y radiante, eso sí que es ciencia ficción»

La periodista y crítica de cine publica ‘Reina del Grito’, un ensayo donde se enfrenta a sus múltiples miedos, que son los de todas, reflejados en el cine de terror.

Desirée de Fez (Barcelona, 1977) guarda un ambientador Heno de Pravia en su casa sin estrenar. Siempre. Lo tiene porque de niña escuchó en la frutería de su barrio (en San Ildefonso, Cornellà) a una vecina de cardado prominente, anillos por doquier y labios rojos recomendárselo a la dependienta para protegerse de los malos espíritus. Dice que no sabe por qué, pero ahí está, listo para recurrir a él en caso de emergencia. Desirée siempre ha tenido miedo. Muchos. De todo tipo y «todo el tiempo». Tiene miedo a no encajar. A no ser aceptada. En el instituto tenía miedo de caminar sola por la calle de noche. En la universidad, a quitarse la ropa y no resultarle tan atractiva al otro como vestida. Miedo a que pensaran que estaba gorda. Miedo a que la dejaran tirada y desaparecieran.

De Fez no solo tiene miedos propios. Como su madre y su hermana, tiene miedo a viajar sola. Como ellas, deja la ropa al lado de la cama por si se declara un incendio y tiene que salir corriendo. Desirée pasó tanto miedo de pequeña cuando la cinta de La Profecía del videoclub se quedó atascada en el vídeo de su casa que se pasó tres días comiendo de pie en la cocina y cenando en su habitación, evitando el comedor, porque no podía soportar estar en la misma habitación que esa película que no había visto pero que sabía que daba muchísimo miedo. Pensaba que si estaba cerca del aparato o la miraba por error «caería sobre mí una maldición y me atropellaría un coche».

En el fondo tiene su lógica que una chica que creció atada a sus miedos acabase teorizando sobre ellos como crítica de cine, miembro del equipo del Festival Internaciona de Cinema Fantàstic de Sitges, columnista en El Periódico, en Catalunya Ràdio, en los programas Página Dos y Punts de Vista o como directora del podcast Marea Nocturna en Radio Primavera Sound. Todo esto se entiende mucho mejor al leer Reina del Grito (Blackie Books), el ensayo que escribió en el confinamiento y donde se apoya en el género para ahondar en esos terrores particulares y heredados.

Su libro también es un diario personal de todos esos episodios de machismo y condescendencia que ha vivido en un sector tan masculinizado como el suyo. «Tengo anécdotas para dar y regalar», escribe. Como cuando fue a dar una charla y la confundieron con la camarera al llegar a la sala y le dieron una bandeja de croissants para colocar por las mesas. O cuando un editor la llamó para decir que su texto, en un monográfico de cine de terror, el único entre 19 firmas masculinas, tenía que rehacerse. «Me costó mucho convencer a algunas personas de que estabas a la altura de otros colaboradores y no quiero acabar dándoles la razón», le dijo, y se quedó tan ancho. O como cuando conoció a Quentin Tarantino y él se creyó, o hizo entender que podría darse la posibilidad de que ella fuese «una de las primeras críticas de cine de terror del mundo» cuando les presentaron.

Hay muchas más historias en su libro. También muchas referencias a lo mejor del terror visto a través de su particular mirada. Como entender que en El exorcista, en realidad, el auténtico drama es el de una madre que tiene pánico a no estar a a la altura, a vivir «perpleja, aterrada y preocupada» al comprobar que todo lo que tiene que ver con tus hijos se te escapa. Por cierto, desde que ha sido madre, ha sumado otro miedo a su lista. Ahora tiene aversión a ver cualquier película en la que se secuestre a niños o se ejerza violencia sobre ellos. En el libro están los miedos de Desirée, pero también, de alguna forma, están los miedos de todas.

¿Cómo una chica tan miedosa acaba convirtiéndose en una periodista especializada en cine de terror?

Porque cuando ves los miedos proyectados en una pantalla, de alguna forma, te sientes menos sola. Creo que ver el sufrimiento reflejado me ha ayudado a entender el mío. Es una especie de refugio. A mucha gente que es fóbica, o que tiene fobias muy concretas, le encanta el cine de terror. Supongo que alguien ha sido capaz de contar sus miedos te ayuda a ti a asumir los tuyos. En realidad es muy normal. A esa gente que le gusta el terror también tiene miedo a la oscuridad, o a la sangre o ha desarrollado fobias muy, muy específicas. Es la necesidad de sacarlo fuera, verlo proyectado y sentirte más acompañado. En realidad, no es tan malo. De hecho, hay mucha gente que tiene miedo al cine de terror porque asocia el terror con el impacto, con el susto, pero luego es gente que no tiene miedo en el día a día. A mí el cine me da ciertas claves, sobre todo el cine de terror, para entender mis propios miedos. El libro no es un libro sobre cine. Leyéndolo es muy obvio que el cine me acompaña todo el tiempo, pero al final, para mí, el cine es solo el lienzo en el que proyectar yo todos esos miedos. A través de mis miedos llego al cine, no al revés.

Te pones en el centro del relato de una forma muy personal, exponiendo tu vida, reflejándola en el terror y no de forma contraria. ¿Cómo nació ese enfoque tan íntimo?

Al principio, por cobardía, porque estaba como en una posición muy cómoda, pensaba que el libro que tenía que hacer era una especie de guía de las nuevas directoras del cine de terror o una especie de análisis sobre por qué el cine que hacían estas mujeres era interesante. Lo hablé con Miqui (se refiere a Miqui Otero, escritor), que es muy amigo mío, y me preguntó: ¿Pero tú quieres hacer este libro ahora? ¿Qué es lo que quieres hacer realmente? Y vi que interiormente no quería ese proyecto. Ese es un tipo de libro que creo que es importante que exista, pero ni siquiera yo, que me gusta el cine de terror y me gusta el cine, me acercaría rápidamente a comprármelo. No tendría la urgencia de leerlo. «No pienses», me dijo. De forma totalmente instintiva me salió: quería escribir un libro sobre el miedo. Y eso me lleva al cine de terror, porque es un poco la herramienta que a mí me sirve para explicar estos miedos, porque convivo con ellos en el día a día. Los últimos años de mi vida han sido durísimos. Experimento miedos que tienen que ver con la maternidad, pero también con hacerme mayor. Con una serie de cosas que me cuesta muchísimo asumir y que potencian más esos terrores. Es la doble maternidad, la muerte de mi padre, el hecho de envejecer y qué supone eso de cara a tu identidad, de no reconocerte, no reconocer a la persona que eras hace tres años. Tener miedo a no saber cómo vas a ser dentro de cinco y vivir con esa especie de angustia.

Te aterroriza que el miedo sea contagioso en tu familia y se lo pases a tu hija mayor. Tienes los mismos miedos y manías que tu madre o hermana.

Sí, necesitaba saber por qué somos tan miedosas todas las mujeres de mi familia. Porque estos son miedos que vienen de mi madre, que tiene mi hermana, que tengo yo. Veo que Nico (su hija de cuatro años), si no me ando con cuidado, le va a pasar igual. Yo no soy ni psicóloga, ni socióloga, el libro no va por ahí. Quería explicarlo porque son mis miedos, sí, pero también creo que son los de muchas mujeres: caminar sola por la calle, la maternidad, que no te abroche el pantalón, no reconocerte físicamente. En las presentaciones o firmas que ya he hecho del libro se me acercan muchas chicas, y muchas amigas, y me dicen: ‘Pues a mí también me da miedo esto’. Y para mí eso es muy bonito, porque yo tengo esa necesidad de contarlo y creo que muchas otras chicas tienen esa necesidad también y de momento, o no lo han hecho o no lo han hecho de una forma creativa o lo hacen solo en petit comité.

El capítulo sobre la película ‘Una chica vuelve a casa de noche’ es muy generacional. Explicas cómo las que nacimos antes de los 90 vivimos aquel miedo a ser agredidas en nuetra adolescencia sin cuestionarlo. 

Ese capítulo es el momento en el que te dices: ¿Por qué llevo toda la vida conviviendo con este miedo y no me he preguntado nunca de dónde viene? Una chica vuelve sola a casa de noche es una película donde una vampira se venga de hombres violentos y agresores, va por otro lado, pero sí que es verdad que la esencia está ahí. Me pregunto: ¿Por qué siempre he partido de esta advertencia de mi madre de que no vaya sola de noche por la calle, del ‘no te metas en el callejón’ o que ‘tus amigas te acompañan a la puerta’? ¿Y por qué no pregunté nunca: ‘Mamá, ¿y por qué eso?’.

Ahora asistimos a  los cánticos del 8-M donde miles de chavalas se enfrentan a ese miedo cantando ‘Sola, borracha, quiero volver a casa’.

Es muy emocionante, muy bonito y es un cambio que necesitamos. El libro también quería explicar cómo recibe ese cambio alguien que no viene de ahí. Porque ha habido un cambio brutal, que no se dio en mi adolescencia. Yo veo a las chicas jóvenes ahora cómo enfocan algo tan sencillo como la amistad entre mujeres y me fascina. Yo no viví eso. Mi historia no era esa con 20 años. De golpe es un estímulo para mí contar esto. No te voy a decir sin miedo, porque evidentemente siempre que trabajas algo que es muy personal, pues da mucho reparo. Pero me empujan las nuevas generaciones, me empuja Nico a hacerlo, a contarlo. Si una niña de cuatro años me empuja, cómo no me van a empujar chicas que ya se expresan con mucha claridad y que van a todas a una.

En el libro explicas la fascinación que ejerce sobre ti el arquetipo de la Scream Queen, la reina del grito,en el cine de terror. En cómo ese personaje tiene la capacidad de gritar y que todo se pare, que todo el mundo, cámaras, director, espectador, trama, se centre en su grito desesperado. Y tú dices que no sabes gritar así.

Me apetecía darle la vuelta a la reina del grito, a esa imagen. No que no fuera la mujer que grita porque está en peligro, sino la mujer que grita porque se tiene que manifestar y tiene que expresarse. En el cine de terror, la scream queen grita porque ya no puede más y de golpe está a punto de ser asesinada, o está a punto de morir. Y es como esa especie de grito que queda ahí ante el peligro. Los directores, toda la gente que está en el set, deja en ese momento a la actriz gritar y expresarse y contarse. Y a mí me gustaba la idea contraria. Yo tengo la sensación de que yo grito muy mal, que siempre grito a destiempo o grito para cosas absurdas. Y cuando grito de verdad, es de golpe y a la gente le parece raro porque he estado mucho tiempo aguantándome. Tener la capacidad de estar ante un momento muy complicado en mi vida, de gritar como expresión de lo que siento durante muchos años, me ha costado mucho y todavía me cuesta.  Y es ahí donde la imagen icónica de la heroína, o el personaje icónico del cine de terror que grita, me parece súper bonita. Y quizá por eso, porque yo no he sido capaz durante mucho tiempo, porque he callado mis miedos, de golpe me veo con fuerzas para contarlos. Para decir: ‘Oye, paráos un poco. Yo ahora quiero explicarlo y quiero que me veáis gritar’.

También te comparas con la final girl, el arquetipo femenino que sobrevive a todas las inclemencias, y dices: Bueno, igual puedo serlo, pero no se trata de sufrir tanto.

Me parece muy interesante explicar que en todo este proceso de mi relación con el miedo, yo me dediqué al cine de terror y lo vivo en un entorno tan masculino donde es muy difícil hacerse un hueco. Lo explica muy bien Mariana Enríquez en el texto de la faja del libro. No recuerdo cómo ha quedado al final porque envió un texto más largo, pero dijo una cosa que me gustaba mucho, algo así como que cuando formas como parte de un entorno tan masculino, formar parte de ese entorno te obliga o te lleva a mirar los miedos en la pantalla de otra manera. Y eso es así. Lo de la final girl  va un poco por ahí. La necesidad de llegar hasta el final pese a las dificultades.

Como aceptar tu mirada como igual de válida y a la altura.

Se habla mucho de un cambio tanto en el terror como en todos los ámbitos y que las mujeres contamos más, pero tú y yo sabemos que queda mucho trabajo, muchísimo. La idea de la final girl como una heroína que ya lo es, porque es la heroína de la película, pero llevada hasta el final, me parecía que representaba muy bien también mi posición dentro de este entorno muy masculino. Yo, durante mucho tiempo, no era porque me impusieran una mirada o me dijeran cómo tenía que mirar, sino porque de una forma, casi por inercia, sin cuestionarlo, hacía las cosas como creía que eran lo normal. Porque todo el mundo iba a una mirada específica. Y cuando notaba algún pequeño desajuste o sólo de golpe, había alguna película que le gustaba a todo el mundo, no me enfrentaba. Ahora ya no es así.

Sobre la masculinización del género escribes como muchas veces, en el festival de Sitges, te sentías como «si me hubiese colado en El pueblo de los Malditos vestida de flamenca».

La experiencia al final te da herramientas para imponer tu voz y para saber que eres libre de enfocar el cine de otra manera. Me he quitado una cosa de encima que para mí es clave y es que durante mucho tiempo no me atrevía a acercarme al cine de una forma emocional o personal, porque se me había hecho ver siempre que eso era como superficial. O sea que el cine había que respetarlo de una forma que tenías que abordarlo desde otras perspectivas y nunca desde lo personal. Hasta que el día que dije: ‘¿Y  por qué no? Si es la forma que tengo yo de acercarme a eso». El día que hago ese clic me atrevo a plantearme las pelis de otra manera. Ahora el contexto ha cambiado, hay muchísimas más mujeres, pero ese clic para mí fue crucial.

¿Te sientes más acompañada?

Sí, pero todavía hay matices. Me interesa quitarle el romanticismo a esto de que ahora «Hay muchas mujeres en el terror». No hay muchas. O sea, hay muchas respecto a otros años. Y ojo, también podría ser que no nos interese el terror. También podría ser, porque tampoco vamos a pedir que ahora todas las tías hagan terror. Pero hay que desactivar un poco esto solo porque vemos que hay más películas hechas por mujeres. Está la trampa de Internet, la trampa de las redes socialess. Tienes una cuenta de Twitter con muchos seguidores y parece que de golpe haya mucha gente y que escriben muchas mujeres sobre el terror. Y no es así. Todavía está la asignatura pendiente de los puestos de responsabilidad. Queda mucho para que la integración. Claro que han cambiado mucho las cosas y yo veo primero en eso, a nivel de programación, en festivales, por ejemplo, que cada vez hay más películas hechas por mujeres, pero yo no creo que sea una cuestión tampoco de cifras, una cuestión de qué importancia tienen estas películas. En los últimos años sí que para mí hay una serie de directoras claves que son claves para el fantástico y el terror.

En el libro se hace evidente ese cambio de mirada cuando discutes The Babadook con tu amigo Jota (el director Juan Antonio Bayona). Tú defiendes una sensibilidad de la directora respecto a la noción de pérdida que él, por ejemplo, no ve. 

Sí, pero también hay otra cosa evidente que es que yo puedo estar equivocada. O sea, no es que lo que yo diga sea la lectura única de una película, pero al menos hay que tener la valentía de expresarla, aunque hablar de valentía es que me parece mal, porque tenemos el mismo derecho de todo el mundo a explicar. Me refiero a que tenemos que explicar las pelis como nos dé la gana y analizarlas como nos dé la gana y acercarnos a ellas como nos dé la gana. Yo he hice ese clic hace uno años, desde que empecé a identificarme con directoras que hacen cine de terror. También te digo que hace muchos años y durante mucho tiempo si a guionistas, mujeres, que escriben sobre el terror, si aparecían las etiquetas mirada femenina o sensibilidad femenina, las propias críticas nos enfadábamos y protestábamos porque decíamos que si hacemos distinción parecía que era peyorativo. Ahora hay que decir basta ya, no lo es.

¿Hay una mirada femenina?

Claro que hay una mirada femenina. Claro que hay una sensibilidad femenina porque tiene que ver con una serie de temas que conocemos muy bien y que podemos contar muy bien. Y yo creo que durante mucho tiempo, un poco por maniobra de defensa, hemos negado eso. ¿Y por qué hay que negarlo?

Dices que el cine de terror es el género que mejor describe la la maternidad. Que es quien mejor ha desmontado el tópico de que las embarazadas siempre están radiantes y felices. 

A mí esta idea, sobre todo de las series de televisión, de la comedia televisiva, como de la mujer que se mira en el espejo y que se redescubre su cuerpo y tal cuando está embarazada, como iluminada y feliz, para mí era la auténtica ciencia ficción. Hay como una especie de idealización absurda de la maternidad por parte del cine y creo que el cine de terror la ha desactivado de una forma muy interesante. Especialmente en muchas de estas películas dirigidas por mujeres, sobre todo en los últimos años.

Todos los miedos asociados a la maternidad y al hacerte mayor para mí están muy bien contados en el cine de terror. Igual a veces de forma consciente y a veces de forma totalmente inconsciente. Igual soy yo interpretándolos al ver esas películas. Escribiendo el libro me he dado cuenta de que era en el cine de terror donde me sentía más identificada en todo lo que tenía que ver con la maternidad. Y no porque sea terrorífica, que lo puede ser en muchas formas, pero igual porque habla de la fragilidad en un momento tan complicado. En otros géneros parece que ser madre es fácil y no lo es, y eso el terror lo sabe.

Pides que acabemos con la narrativa y mito de que las madres tienen un superpoder.

Dios. Basta. De hecho, para mí, lo más doloroso de la maternidad, y lo cuento en el libro, es el día que asumo que el hecho de ser madre no iba a tener las instrucciones de todo lo que tenía que hacer en cada momento. Y eso es quizá la parte que más me costó explicar en el libro, porque es donde estoy ahora, cuando de golpe tienes hijos y no entiendes absolutamente nada de lo que pasa en torno a ellos. Y vas al médico y no entiendes lo que te dicen, o no lo compartes directamente. Hablas con otros padres del cole, y no te reconoces. Hablas con la familia y ves que viven la vida de una forma completamente distinta a la tuya. ¿Y qué haces cuando te ves ahí? Yo pensaba que por el hecho de ser madre ya sabría hacerlo todo. Que sabría amamantar, pues no pude. Así me pasó con todo y me di cuenta de que no sabía absolutamente nada, que tenía que empezar de cero algo que me habían contado. Me lo habían explicado de forma idílica, y no, no tengo ningún superpoder. De hecho, al contrario. Sí que es verdad que cuando eres madre, te vuelves más práctica. Las tonterías las tengo igual, pero a ratos. También me sigue preocupando si no me abrocha el pantalón o si alguien pone en Twitter algo que no me gusta.

Agradeces que directoras  del género como Jennifer Kent (Babadook) o Karyn Kusama (La invitación) no recurran a la clásica «trampa de la edad» y que haya actrices maduras interpretando a mujeres de su edad o cómo son capaces de mostrar la vulnerabilidad y lo frágiles que somos. 

Yo creo que hay mujeres haciendo el terror ahora que han optado por esta vía, sí, pero gracias a dios hay mujeres haciendo de todo. También la hay que hacen divertimentos de terror, que no tienen ningún tipo de coartada, pero sí que es verdad, por otro lado, que se da esta coincidencia en los últimos años de estas nuevas directoras más dispuestas a mostrar nuestras vulnerabilidades.

Nunca me gusta como marcarlo porque parece que marca mucho el discurso, pero el MeToo y los debates feministas han influido para generar un clima que nos anima a contar nuestras cosas. Y entonces aparece toda una generación de directoras que están contando desde la experiencia y están abordando temas que tradicionalmente se han explicado en el cine de terror, pero que a veces no se han explicado tan bien como ahora.  Yo, de golpe, he conectado con estas mujeres porque veo que tienen esa necesidad de contar sus miedos y de explicarlos a través de sus películas. Y lo hacen con una claridad y con una valentía que no era habitual en el cine de terror contemporáneo. Hay un doble filo y corremos un poco el riesgo de que los mensajes sean demasiado obvios o que las metáforas sean demasiado obvias, pero yo, sinceramente, incluso cuando pasa eso, me da igual, porque creo que es como un período de transición para ajustar el tono. Si nos sirve para contar lo que nos pasa, a mí me parece perfecto.

Es lo que te pasa con Kusama.

Sí, el click me lo da ella. Kusama te dice que no es tanto los temas que elegimos, sino cómo contamos nuestros procesos, cómo contamos lo extremadamente conscientes que somos en todo momento de lo que nos pasa. Y ese es el cambio. Y creo que hay mucho cine de terror buenísimo con personajes femeninos alucinantes que explican muy bien a las mujeres y que explican muy bien cosas que son exclusivamente nuestras. Pero de alguna forma tengo la sensación de que van un poco más como al desenlace final. Estas directoras lidian con algo que les ha pasado, no importa tanto el desenlace. Ese para mí es un poco el cambio. Hay gente que desvirtualiza estas pelis diciendo que en realidad no son de terror. En esas polémicas no quiero entrar. Básicamente, porque para mí las pelis son una mezcla entre lo que propone el director y la mirada del espectador. Hacer cuestionamientos de si es más terror o menos terror porque tiene un fondo dramático 0 menos dramático, es algo que, a día de hoy, no me interesa.

Si hubieses tenido que escribir un epílogo del libro sobre el confinamiento, ¿qué película hubieses reseñado?

Nada de ahora, nada como Contagio o pelis de este tipo. No hubiera sido nada que reflejara realmente lo que estaba pasando. Yo lo pasé muy mal. Al principio no podía ni ver pelis. Estaba con el ánimo muy bajo y entonces durante este proceso de escritura del libro, porque lo escribí confinada, comprendí que el confinamiento no me generó miedos nuevos, sino que potenció los que ya tenía. Y de golpe potenció el miedo a la pérdida, el miedo a enfermarme, el miedo a que se enfermara Carlos, los niños, el miedo a morirme, el miedo también a cosas prácticas de no tener dinero para para poder asumir todos los gastos que teníamos en un momento así. El miedo de golpe de ver como nuestro trabajo, que ya de por sí es muy inestable, se desestabilizase del todo. Yo perdí todos mis trabajos un día después de que nos encerraran. Pero todos esos miedos ya estaban instaurados en mí mucho antes. Creo que una peli como She Dies Tomorrow refleja esa sensación totalmente. Es una peli sobre la hipocondría, sobre el miedo a que caigas tú y caigan los que vienen detrás. En el confinamiento pensé muchísimo en qué roles establecemos con nuestros familiares. Por eso una idea que incidí mucho al escribir el libro es la herencia del miedo.

Ahí están los miedos familiares.

Yo creo que el libro intenta contar mi miedo a transmitir ese miedo a mi hija. Pero al mismo tiempo me sirve para entender mejor a mi madre. Me sirve para entender por qué ella tenía miedos y no supo descifrarlos. Mi madre me advertía, pero no tenía herramientas para explicarlos, no los cuestionaba. Tengo la sensación de que nuestras madres nos protegían advirtiendo de los miedos, ahora nos protegemos explicando. Para mí eso es un cambio brutal, porque a mí me ayuda a entender a mi madre, a entender por qué tiene sus miedos. Ayer, cuando hice la firma de libros en Blackie Books, había un par de libros de chicas que se lo dedicaban a su madre y la dedicatoria era «Para la madre más fuerte del mundo». Ahí vi que todo está conectado, que esto ha sido un proceso muy intuitivo. Casi no han leído el libro, pero ya entienden que las madres han tenido también muchísimo miedo. Este libro no era solo pensar en mi hija, sino pensar también de dónde vengo. Yo también he tenido la suerte de tener herramientas con las que trabajar mis miedos, la más romántica es el cine de terror, pero también he tenido a mis amigas, a mi familia, he ido a terapia que durante muchos años, pero no todas hemos tenido la suerte de tener tantas herramientas para trabajar contra eso.

¿Has matado miedos escribiendo el libro?

No me ha hecho tener menos miedo. Sí que me ha hecho ser consciente de que tengo más herramientas de las que pensaba para para manejarlos. Sigo siendo miedosa. Sigo conteniéndome. Lo liberador no ha sido contarlo para quitármelo de encima porque siguen estando ahí. Lo liberador ha sido darme cuenta de que por una serie de factores como ser más mayor y la maternidad me han cambiado. Que hacer una entrevista como la que estamos haciendo ahora, por ejemplo, no hubiera sido posible hace diez años. Esa comprensión de la otra, esa identificación, no la tenía. Me siento muchísimo más acompañada y eso hace que que respire más tranquila. Sigo teniendo miedos, pero pero sé que los puedo manejar, que tengo herramientas para eso. Y lo que sí que me ha servido mucho es para saber que no se los voy a transmitir a mi hija, porque sé que le transmitiré algunos y sé que ella adoptará otros, por libros o por películas o por la vida, sin necesidad de que se se los transmita. Y también, más que para entenderme a mí, ha servido para entender más a mi madre.

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