_
_
_
_

Betty Ford, la primera dama alcohólica que abrió clínicas de rehabilitación para mujeres

Entró a la Casa Blanca tomando analgésicos opioides recetados para los fuertes dolores de espalda que sufría, pero su adicción a las drogas y al alcohol se agravó en los siguientes años, según contó ella misma en su autobiografía

Betty Ford
Betty Ford sonríe durante una conferencia a las afueras de la Casa Blanca, en una imagen sin datar.Bettmann (Bettmann Archive)
Lucía Franco

Betty Ford murió en el 2011, pero su legado continúa ayudando a cientos de mujeres alrededor del mundo que, como ella, sufren al menos una adicción. “Como primera dama, fue una de las grandes defensoras de la salud y de los derechos de las mujeres. Tras abandonar la Casa Blanca, ayudó a reducir el estigma social que pesaba sobre las adicciones e inspiró a miles de personas para buscar tratamiento”, aseguró el expresidente de Estados Unidos Barack Obama el día de su muerte.

Ford fue la primera dama de Estados Unidos entre 1974 y 1977, cuando su esposo, Gerald Ford, fue el presidente número 38 del país. Entró a la Casa Blanca tomando analgésicos opioides recetados para los fuertes dolores de espalda que sufría, pero su adicción a las drogas y al alcohol se agravó en los siguientes años, según contó ella misma en su autobiografía.

A sus 60 años, su hija Susan Ford, al ver la gravedad de la adicción de su madre, organizó una intervención con miembros cercanos de la familia y médicos a los que Ford reconoció sus problemas con las drogas. Fue internada durante meses en el Hospital Naval de Long Beach. Ford siempre fue muy abierta con su condición. Su sinceridad al hablar de sus problemas resultó en esa época revolucionaria: una primera dama reconocía haber abusado de la bebida y las drogas. “Hola, me llamo Betty y soy alcohólica”, aseguraba Ford cuando participaba en los grupos de apoyo. Después de su recuperación, fundó en 1982 el Betty Ford Center en Rancho Mirage, California, uno de los primeros centros de tratamiento de adicciones diseñado para mujeres. Hoy sigue siendo un referente a nivel mundial.

El centro Betty Ford se creó bajo unos pilares fundamentales que después han sido adoptados por otras clínicas alrededor del mundo que han seguido su legado y tratan a sus pacientes con perspectiva de género. Este es el caso de la clínica Oceánica en Mazatlán, Sinaloa, México. Se trata de una clínica privada especializada en la rehabilitación de adicciones, codependencia y otros trastornos. Oceánica fue fundada en 1991 por Jesús Cevallos Coppel en la búsqueda del modelo más exitoso de tratamiento para alcohol y drogas en el mundo. En su búsqueda contactó con el Betty Ford Center, con el que estableció una alianza que duró más de una década. “Cevallos también era alcohólico, como Ford, y eso les hizo unirse mucho para querer ayudar a más gente a combatir sus adicciones, como lo habían hecho ellos”, asegura el director Clínico de Oceánica, Mario Gerardo.

Tanto fue así que la propia Ford asistió en 1993 a la inauguración del centro de rehabilitación en compañía de su esposo. Esta empezó a funcionar sobre todo con la tecnología del centro Betty Ford. “Viajábamos mucho a la clínica en California para recibir capacitaciones sobre los nuevos avances en los tratamientos con los pacientes para implementarlos en Oceánica”, recuerda Gerardo.

Betty Ford en su centro de tratamiento de adicciones en el Rancho Mirage de California en 1987.
Betty Ford en su centro de tratamiento de adicciones en el Rancho Mirage de California en 1987.Bob Riha Jr (Getty Images)

El modelo instaurado por Ford está basado a su vez en el modelo Minnesota, que consiste en hacer una terapia basada en los doce pasos de Alcohólicos Anónimos y se utiliza para tratar diversas adicciones, incluyendo el abuso de sustancias y el trastorno por consumo de alcohol. Este enfoque multidisciplinar ha sido después emulado en todo el mundo. “En este modelo la adicción se ve como una enfermedad. Una enfermedad tratable, pero no curable”, explica Gerardo. Sin duda, lo que hace especiales a estas clínicas de rehabilitación es que sus tratamientos están diseñados con perspectiva de género: “Los programas están divididos por géneros y edades”, aseguran desde Oceánica.

En su experiencia, Gerardo ha podido ver cómo las mujeres tienen una forma muy diferente de adquirir las adicciones y lidiar con ellas. “La base de las adicciones en las mujeres es muy diferente a la de los hombres, así como los patrones de consumo y drogas específicas de abuso”. Además, la mayoría de las mujeres que llegan al centro tienen adicciones silenciosas porque no conciben exponerse al estigma. “Postergan el hecho de tener una adicción y lo intentan ocultar. A veces, la propia familia le pide que deje de consumir y que lo lleve en silencio. Además, lidian con mucha más culpa de dejar su hogar para recibir tratamiento que los hombres”, aseguran desde la clínica.

En España, diferentes centros de rehabilitación han visto que faltaba un lugar especializado en el tratamiento de las adicciones en las mujeres. “Tradicionalmente, se ha generado una brecha de desigualdad desde la que se han ignorado no solo las particularidades biopsicosociales de las mujeres adictas (y en un 84% de los casos también maltratadas), sino también del colectivo LGTBI+, el cual posee sus propios patrones de consumo”, asegura el director general del Grupo Guadalsalus, Luis Rebolo. Desde este centro de rehabilitación ubicado en Sevilla pudieron darse cuenta de que algunas clínicas no eran espacios seguros para las mujeres. “En muchas mujeres el origen de sus adicciones venía de hechos traumáticos o ansiedades relacionadas con abusos sexuales o violencia física que habían sufrido”, asegura Rebolo. Ahí nació la idea hace menos de dos años de crear un centro con perspectiva de género en donde poder crear un espacio seguro para las mujeres.

Por eso cuentan con dos centros: uno masculino y otro femenino en donde también acogen a personas trans. “A veces es más fácil quitarse de encima la adicción a la droga que al maltratador. Reconocemos las diferencias en los patrones de consumo entre géneros, así como las particularidades de sus consecuencias físicas, psicológicas y sociales. Nuestro modelo de intervención terapéutica con perspectiva de género se ajusta a estas diferencias, asegurando resultados más efectivos”, afirma Rebolo.

Otro centro que también se ha enfocado en la rehabilitación de adicciones para mujeres es la Fundación Temehi, en donde trabajan desde 2016 con mujeres con adicciones que han sufrido violencia de género en el pasado. “Es común sufrir un abuso y que eso tenga como consecuencia que se inicien en el consumo de sustancias por lo sucedido por el maltrato. No había un sitio en donde se relacionaran las dos cosas en España”, explica una de las psicólogas del centro, Ana García. García añade que “por los estigmas sociales está peor visto que una mujer tenga adicciones, y por esos prejuicios a veces les cuesta más trabajo aceptar que tienen un problema. Las mujeres sufren en silencio y solas más tiempo”.

Aunque no consideran que están siguiendo paso por paso el legado de la Clínica Betty Ford, trabajan desde hace años por recuperar a la mujer adicta con el mismo enfoque creado por Ford en los años ochenta. Ford se describió a sí misma en su autobiografía así: “Soy una mujer ordinaria que tuvo que subirse al escenario en un momento extraordinario. Cuando me convertí en primera dama seguí siendo la misma de antes. Pero por accidentes de la historia me convertí en una persona interesante”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lucía Franco
Es periodista de la edición de El PAÍS en Colombia. Anteriormente colaboró en EL PAÍS Madrid y El Confidencial en España. Es licenciada en Comunicación Social por la Universidad Javeriana de Bogotá y máster de periodismo UAM-EL PAÍS. Ha recibido el Premio APM al Periodista Joven del Año 2021.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_