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Fauna chic

Viven en la ciudad más fashionista del mundo. Son rara avis, estilosos e influyentes. Nadie puede considerarse un connaisseur de la moda de París si no sabe sus nombres y sus trayectorias.

Fauna chic

Durante la Semana de la Moda de París sale a la calle una ecléctica armada de profesionales y aficionados que desfila con sus uniformes cuidadamente escogidos por las pasarelas, showrooms y vernissages varias, sin descanso y hasta el límite de sus fuerzas. Durante los 10 días en los que París es más París que nunca, en la que los tópicos sobre el chic, la elegancia, el dinero y la búsqueda de la belleza se acumulan, salen también de sus cuarteles de invierno los profesionales más originales e independientes; mercenarios del estilo que trabajan de forma permanente en la capital francesa, que se convierten en los anfitriones de una batalla sin cuartel cuyo objetivo consiste en sitiar algo tan inasible como la tendencia de la temporada.

Uno de sus hábitats naturales son las fiestas celebradas en este eterno salón de baile que es París. Pero hay que saber que, en su gran mayoría, estos rendez-vous de champán y caviar son extremadamente exclusivos. Solo algunos tienen las llaves que abren todas sus puertas. Y Catherine Baba, estilista y diseñadora australiana afincada en París, que acaba de presentar una colección de joyas de gran sofisticación con la firma Gripoix, es una de ellas. «Para mí la moda implica constantes cócteles y curiosidad creativa», explica con su habitual y excéntrica frescura. Su look tiene un aire déco revisitado en los 70 y es habitual verla enfundada en un abrigo de piel incluso en primavera –«siempre piezas vintage»–, tocada con turbante, gafas de sol y subida sobre altos tacones pedaleando por París en su bicicleta. «Mi estilo podría definirse como blitz de entre guerras, aunque tengo debilidad por Lanvin». ¿Y su estrategia para triunfar en París? «Pasión, concentración y repetir mucho j’adoooore! Esta es una ciudad que te abraza y para hacer buenos contactos no hay nada como recurrir a la ley de la atracción. Para mí no ha sido complicado conquistarla porque es un imán que atrae a todos los entes creativos desde el principio de su existencia. Y personalmente no echo de menos originalidad o creatividad en la ciudad porque uno solamente añora lo que no tiene », concluye con irónica suficiencia.

Baba es, sin duda, uno de los personajes mejor relacionados. En otro ámbito, el empresarial, el más influyente y respetado, tanto por profesionales independientes como por la industria y los ejecutivos del sistema, es Armand Hadida. Con su aire de clochard-chic, siempre sin calcetines, el fundador junto con su esposa Martine de las boutiques L’Eclaireur (que se podría traducir como «el que ilumina»), del Salon Tranoï y más recientemente de una galería de arte especializada en fotografía documental y de la revista de moda Tranoï, monsieur Hadida es uno de los profesionales más vanguardistas e influyentes de la moda parisiense e internacional. Cualquiera se dejaría hacer preso del exquisito gusto que reina en las seis boutiques que existen en París (sobre todo en la de la rue Herold): una mezcla de diseñadores reconocidos pero exclusivamente seleccionados, así como de nuevos talentos de calidad se confunden con antigüedades y joyas del mobiliario contemporáneo en un bazar cuya naturaleza él mismo explica parafraseando a Picasso: «En L’Eclaireur no buscamos, sino que encontramos. Sabemos lo que nos interesa y al mismo tiempo los diseñadores acuden a nosotros porque saben que ofrecemos una buena plataforma: nuestro estándar es muy alto, nuestro nivel viene de nuestra coherencia y de la cohabitación de las diferentes expresiones creativas. Nuestra filosofía vital y estética es todo uno».

La verdadera fuerza de Armand Hadida es mantenerse fiel a su espíritu. No retroceder ni un milímetro ante los ataques de las tendencias o de los estudios de mercado. Algo que también podríamos decir de Michele Lamy. La actual esposa de Rick Owens, y verdadera promotora de su éxito, es también el gran apoyo del londinense Gareth Pugh –entre otros diseñadores emergentes– y de la excelente revista de tatuajes Sang Bleu. En el París de los años 80 fue cantante de cabaret, estudiante con Deleuze y abogada. Después, fue a Los Ángeles, donde creó uno de los restaurantes más exclusivos de Hollywood (Les Deux Cafe) y donde conoció a Owens, al que contrató para su propia marca, Lamy. De regreso en París para relanzar Revillon, esta mujer de estilo neotribal, místico y étnico, continúa diseñando sus famosas piezas de piel, manejando la carrera de su esposo y, entre otras cosas, coleccionando arte contemporáneo, mobiliario y escribiendo una ópera con canciones de Langston Hughes que presentó hace algo más de un año en la Ciudad de la Luz. «Es una de las mujeres más mágicas que jamás he conocido. Tiene un ojo increíble. Es una inspiración para mí y también para otros muchos. Es auténtica, una de las personas y profesionales más íntegras y apasionadas del mundo de la moda y una gran trabajadora. Y tiene una imagen única con sus tatuajes y sus joyas… ¡Es salvaje!», explica de Lamy otra mujer de armas tomar, Diane Pernet. Exitosa diseñadora de moda en el Nueva York de los años 80 y actual periodista de reconocido prestigio internacional, reside en París desde hace 21 años. «En el mundo de la moda en general hay gente un poco cínica y cizañera.

Afortunadamente no todos son así, pero te puedo asegurar que hay demasiados besos lanzados al aire. Aún así opino que París sigue siendo la mejor plataforma para que los diseñadores de todo el mundo presenten su trabajo, aunque necesitas ser muy tenaz porque, si en Nueva York hacerte un hueco puede llevarte un año, aquí puede ocuparte varios», asegura.

Fotógrafo, editor, bloguero y noctámbulo, Olivier Zahm provoca con sus imágenes inspiradas en la sexualidad femenina y con sus declaraciones. «En un mundo como este no se puede pasar desapercibido», afirma.

Cordon Press

No fue el caso de Romain Kremer. Desde que se dio a conocer en el festival de moda y fotografía de Hyères –cada primavera en la Costa Azul francesa–, ha hecho carrera como diseñador manteniéndose al margen no solo de lo ponible sino también, en muchas ocasiones, de lo coherente. Y lo que parecía que acabaría siendo la historia recurrente del joven diseñador con ideas nuevas que terminaría en el cementerio de la emergencia, ha tenido un final feliz. Kremer es desde hace dos años el diseñador de la división masculina de Thierry Mugler. Reclutado por otro de los líderes indiscutibles de la moda actual, Nicola Formichetti –estilista de cabecera de Lady Gaga, además de director creativo de Uniqlo así como de Vogue Japón y ahora de Mugler–, Kremer ya colaboró con él vistiendo al cuerpo de baile de las estrellas. Y ahora triunfa creando los uniformes de un ejército de humanoides futurista que no mira al pasado, sino que lucha entre los rayos láser y supernovas.

Otro que no ha sufrido el problema de pasar inadvertido es Mr. Pearl, creador de corpiños y corsés exclusivos, que representa a una generación de artesanos en vías de extinción. «Fue la moda la que vino a mí. Los trabajos que hice en Nueva York llamaron la atención de Mugler, Lacroix y Galliano. Pero la moda no me obsesiona. Está cambiando de una manera inquietante: los artesanos desaparecen y con ellos unas técnicas que las nuevas generaciones no conocen ni quieren conocer. Todo se abarata, el prêt-à-porter de lujo no es la alta costura. Solo Chanel, Dior, Givenchy y Gaultier continúan con la tradición de aunar calidad y búsqueda de belleza a través de la costura. Y Azzedine Alaïa.

Es el último diseñador realmente independiente», comenta Mr. Pearl. «Quizá un día yo tampoco pueda seguir trabajando en el mundo de la moda, que está siendo asfixiado por la tecnología», concluye con cierto tono amargo. Algo más lúdico se muestra Olivier Zahm, cofundador y director de la revista de moda alternativa Purple, con su aire libertino de playboy desaseado. A él tampoco hay cerradura parisiense que se le resista. Es uno de los reyes indiscutibles de la ciudad… y de sus noches. Se sienta en la primera fila con maneras de resaca, compartiendo confidencias con Anna Wintour, Suzie Menkes, Terry Richardson o Anna Piaggi. Reconocido crítico de arte y comisario –suya fue la mítica exposición L’Hiver de l’amour en el Museo de Arte Moderno de París en 1994, que entre otros artistas expuso a los casi entonces desconocidos Viktor & Rolf, ya considerados como artistas–. Sin embargo, en lo vital, Zahm prima su labor de coleccionista de mujeres, a las que él considera «mucho más importantes que el arte, más bellas que un paisaje».

Un objetivo claro del editor de Purple podría ser sin duda Lou Doillon. De belleza extrañada y ascendencia «noble» –no solo Carolina y Estefanía de Mónaco pueden presumir de que un bolso Hermès lleve el nombre de su madre; también lo puede hacer Lou con el Birkin, dedicado a la suya–, se ha convertido en los dos últimos años en chica deseada por todos los fotógrafos y diseñadores. Y aunque por el momento no haya noticias de que Doillon y Zahm hayan compartido algo más que fiestas en el club Montana, no tendríamos más que echar un vistazo al blog de este, el Purple Diary, para saber si también ella ha caído en las redes del famoso editor, que refuerza en él su imagen de rebelde superficial, que considera necesaria. «En los años 90 jugaba a pasar desapercibido, como Margiela o Helmut Lang. Pero las circunstancias cambian y ahora hay que llamar la atención, jugando a ser un icono», afirma.

La semana de la moda parisina ya terminó. Es tiempo de analizar la estrategia para la próxima campaña, porque esta falsa paz no durará mucho tiempo. La propaganda ya está en marcha. Llegará en forma de proyectiles visuales. Y serán ellos, estos mercenarios de la moda curtidos en mil batallas, los que sabrán por dónde van los tiros.

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