Sophie Turner, de ‘Juego de Tronos’ a musa de Isabel Coixet
No es lo que parece: detrás de la ingenua Sansa de la serie se esconde una rubia (y no pelirroja) con un objetivo: conquistar Hollywood y Europa.
Como su personaje en la serie Juego de tronos, Sophie Turner se encuentra, por edad y trayectoria, en la casilla de salida. Con 18 años, pasaporte británico y una formación clásica en Interpretación, la actriz parece decidida a construir una carrera jalonada de proyectos hollywoodienses y europeos. Basta con repasar sus próximos estrenos para darse cuenta de que la inglesa quiere tener un pie a cada lado del Atlántico. Mi otro yo, de la española Isabel Coixet (en los cines, el 27 de junio), y la comedia de aventuras Barely Lethal (sin fecha de estreno, con Jessica Alba y Samuel L. Jackson entre sus reclamos) son dos buenos ejemplos.
Parece saber lo que se trae entre manos. Al menos, tiene claro lo que le gusta (Rihanna, Beyoncé, Breaking Bad, la pasta…) y lo que no (hacer deporte, la estética punk…). Sobre la gran incógnita no puede revelar demasiado. Muchos lectores se estarán preguntando qué sucederá en el próximo y último capítulo de la cuarta temporada de Juego de tronos. Tienen parte de la respuesta, más adelante.
Su infancia es coto vedado de caza. Y cuando nos adentramos en ese terreno, su agente –presente durante la conversación– salta y encauza la charla para centrarla en lo profesional. Turner nació en Northampton y se mudó a Warwick a los dos años. Su madre tuvo un aborto natural y su gemela murió. La frontera entre la realidad y la ficción se diluye en este punto: a Fay –el personaje que interpreta en Mi otro yo, un filme sobre la soledad y la identidad– le sucede algo parecido. «Siempre he notado que me faltaba algo», admite la inglesa sobre el fallecimiento de su hermana.
Cordon Press
La enfermedad es un tema recurrente en la cinta de Coixet. El padre de Fay sufre esclerosis múltiple. ¿Ha tenido que enfrentarse a algo parecido en su vida?
No. Y me sorprende lo bien que reacciona el personaje de ficción: siente compasión por su familia y no por sí mismo.
La historia recuerda a Cisne negro y la atmósfera, a películas de terror japonesas como The Ring. ¿Le gusta ese género?
La película de Darren Aronofsky es una de mis favoritas. Su parecido con este guión fue decisivo, me convenció para aceptar el proyecto. Y, sí, me gusta asustarme en el cine.
Y llorar… Tengo entendido que siempre lo hace con Titanic. ¿Cierto?
¡Cierto! A los 10 minutos soy un mar de lágrimas.
¿Y con tanto fantasma en la historia no le daba miedo volver sola a casa tras el rodaje?
No. En el set éramos unas 40 personas. No se trataba de un ambiente aterrador. Actuar es una cosa, sentarse en una butaca a oscuras, otra.
Coixet quedó encantada con su actuación. Dicen que no le puso pegas a nada.
Me cuesta negarme. Además, con Isabel es fácil atreverse. Tiene talento, su visión es artística y su entusiasmo, contagioso. Es capaz de editar con los ojos cerrados. Sabe cómo quedará un plano en la pantalla. Y es muy rápida. Rodábamos siete escenas al día. En Juego de tronos, lo normal es acabar la jornada con una sola terminada.
La película demuestra que los niños pueden ser perversos.
Así es la vida. ¿Para qué ensalzar la infancia? ¿Quién no ha sido maltratado por sus compañeros de instituto? A mí me ha ocurrido.
¿Fue dura su niñez en Warwick?
[La agente de la actriz interrumpe la entrevista y pide que las preguntas se centren en la carrera].
En algunos países usted aún podría ser considerada una adolescente, una etapa difícil. ¿Qué consejo le daría a los adultos?
Que sean pacientes. Mis padres lo son y se agradece. Les toca esperar a que deje de tener altibajos.
El rodaje tuvo lugar en Barcelona, ¿qué le pareció la ciudad?
Me encantó. Me fascina Gaudí y soy fan del jamón serrano.
El estilo de la protagonista es una mezcla gótica y punk. ¿Le gusta esa estética?
Nunca saldría así a la calle. Pero admiro a las personas con personalidad, capaces de expresar su identidad a través de su imagen. Fay es muy Fay, con sus botas militares, sus faldas largas, su peinado masculino y su eyeliner negro. Es muy cool. Y eso me gusta.
¿Cuáles son sus diseñadores favoritos?
Dolce & Gabbana, Peter Pilotto, Roland Mouret, Mary Katrantzou… La lista es interminable. Soy una adicta a la moda. He estado a punto de asistir a la semana de Londres un par de veces, pero siempre me coincide con un rodaje.
En un arrebato algo infantil Fay se corta la melena. ¿Se le da bien la peluquería?
¡No! Soy un desastre. Mejor que ni me acerque a unas tijeras.
Es rubia, pero se tiñe de pelirroja para Juego de tronos. ¿Está contenta con el resultado?
Al principio lo odiaba. Con 13 años todos detestamos el pelo rojizo. Ahora me encanta.
¿Algún truco para cuidar el cabello decolorado?
Preferir las fórmulas naturales y libres de amoníaco. Y disfrutar, transformarse es divertido.
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Es fan de Rihanna y de Beyoncé.
Lo soy, las adoro. Aunque son cantantes muy diferentes. Beyoncé es como una madre para muchas niñas. Al menos, lo fue para mí. Rihanna es el epítome de lo cool. Me fijo mucho en ambas, saben cómo enfrentarse a la fama. Y su música es maravillosa. Todavía no he visto a Beyoncé en concierto, es mi cuenta pendiente.
¿Se lleva bien con sus compañeros de Juego de tronos?
De maravilla.
¿Algún recuerdo fuera de la pantalla?
Sí, un día que nos desmelenamos en Croacia. Salimos todos y se nos fue la mano.
No le preguntaré sobre el alcohol, pero sí por la comida. Creo que le encantan los espaguetis.
Es mi plato favorito. Todo lo que engorda me gusta: las salsas, los fritos, los dulces… Me encanta comer y no me gusta hacer deporte, pero voy al gimnasio.
La corona la persigue. En Mi otro yo, Fay representa a Lady Macbeth en la escuela. Y en Juego de tronos casi se convierte en reina.
No me obsesiona la realeza, pero actuar como un noble engancha. Además, siempre es agradable ponerse un vestido aristocrático.
¿Cuál es el traje más bonito que ha lucido en la producción de HBO?
Un diseño de plumas negras del episodio ocho de esta temporada.
¿Cuánto tardaron en elaborarlo?
Ni idea… pero mucho. En total, hicimos 10 pruebas de vestuario.
El rey de España acaba de abdicar en favor de su hijo. Y a la Monarquía británica le queda mucha vida por delante. ¿Qué opina sobre la existencia de reyes en el siglo XXI?
Su papel no es primordial, no ostentan el poder que tenían en la Edad Media o en la época Victoriana. Sin embargo, me convence su capacidad para aglutinar a la gente. La Monarquía es la epifanía de una nación, la representa. Esta institución es importante porque nos ayuda a tener fe.
¿En qué sentido?
En lo cultural.
En su país, también en lo económico. Los británicos saben sacar provecho a la Corona. Es un reclamo turístico.
Y una inspiración estética. Catalina Middleton es un icono.
Otro punto en común entre Fay y Sansa: su experiencia las vuelve cínicas. ¿Es necesaria la incredulidad en este mundo?
No, pero sí el realismo. Es útil observar nuestro alrededor y adaptarse. No creo en el cinismo, pero sí en no crearse falsas expectativas. Yo soy una persona muy pesimista y eso me ayuda.
¿A enfrentarse a la fama?
Todavía no. No soy una celebridad. Pero me sirve para tener los pies en la tierra. Cuando uno vuelve a casa, se da cuenta de quiénes son sus verdaderos amigos.
Cuando la paran por la calle, ¿qué le preguntan?
Antes, que cuándo moriría Joffrey [uno de los personajes más odiados de la serie]. Ahora les va a tocar innovar.
Pues ahí va una nueva: ¿Cómo termina la cuarta temporada?
Es un desenlace que abre un sinfín de posibilidades narrativas. Nos va a dejar de piedra: hay grandes dosis de venganza y de esperanza.
El problema es que quedarán ganas de más, y hasta 2015 no se estrena la quinta. ¿Estará en los próximos capítulos?
Ni idea, no tenemos el guión. Por lo que sé, podrían renovar a todo el reparto.
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