Nos hacemos mayores: el ‘Wannabe’ cumple 18 años
El single que lanzó a las Spice Girls es la canción más pegadiza de la historia. ¿Esconde mensajes sobre sexo y drogas?
“Quiero, quiero, quiero, quiero, de verdad, de verdad, de verdad quiero zigazig ha”. ¿Quién podría olvidar algo así? Muy poca gente. Al menos eso es lo que se desprende de un estudio del Museo de Ciencia e Industria de Manchester (MOSI) que demuestra que Wannabe, el single que lanzó a las Spice Girls al estrellato, es la canción más pegadiza desde 1940. Los 12.000 participantes en el experimento tardaron una media de menos de 2,29 segundos en reconocer la canción desde su inicio, menos de lo que les costó identificar otros miles de canciones conocidas, de los Beatles a Bananarama.
El musicólogo computacional Ashley Burgoyne, de la Universidad de Amsterdam, desarrolló el experimento como parte de su investigación sobre qué hace que algunas músicas se graben más que otras en el cerebro, de cara a su utilización en la lucha contra la demencia senil. “Hay canciones que sólo has escuchado un par de veces pero 10 años más tarde las oyes y te das cuenta inmediatamente de que ya las conocías”, declaró el científico. Categóricamente, ese no es el caso de Wannabe, porque es imposible que cualquiera de los 12.000 participantes la hubiesen escuchado “sólo un par de veces”. Cuando se lanzó en julio de 1996 como single-avanzadilla del álbum Spice, que cumple justo ahora los 18 años, se pasó siete semanas sin bajarse de las listas de éxitos británicas. Para finales de año, ya había conquistado los ránkings de 22 países, entre ellos España, y estaba listo para trasladar su really really really pegajoso estribillo a Estados Unidos. Allí desembarcó en enero de 1997 e, inevitablemente, triunfó.
El tema, una oda a la amistad femenina por encima de las relaciones heterosexuales, funcionó como el episodio piloto perfecto de lo que serían las Spice Girls. Su mensaje “si quieres ser mi amante, tienes que llevarte bien con mis amigas”, “no me hagas perder mi tiempo valioso”, “si me molestas, te diré adiós” anticipaba la filosofía que patentaría la banda, el Girl Power. Esta ideología difusa hija del thatcherismo era como una versión inodora e incolora (ante todo, sin confrontación) del feminismo que acabaría dejando huella en el pop (y más allá) durante más de una década. Sólo hay que ver las letras de las Destiny’s Child (Bills bills bills, Independent Woman, Bootylicious) y las de la propia Beyoncé, hasta aproximadamente Single Ladies (“si te gusta lo que ves, pon un anillo aquí”) para descubrir trazas de Girl Power.
Así se vestían en los 90.
Corbis
En el plano de la mercadotecnia, Wannabe sirvió también para presentar los avatares de las cinco Spice. En la parte rapeada que canta Mel B se nos dice, por ejemplo, que “V” (Victoria) es “toda una lady”. La idea quedaba mucho más apuntalada al ver el vídeo, en el que cada una de ellas aparecía con sus clásicos atributos: Gery, la exhuberante, Victoria, la pija, Emma, la nena, Mel C, la deportista y Mel B, literalmente “la que da miedo”. Esta última, al parecer, quiso que el single tuviera una remezcla más cercana al R’n’B pero el resto de chicas y su manager, Simon Fuller, se opusieron y optaron por un sonido más clásicamente blanco y poppy. El vídeo debería haberse rodado en Barcelona (según la versión oficial “en un edificio de aspecto exótico”. Se admiten apuestas) pero el Ayuntamiento denegó el permiso y acabó filmándose en el Midland Grand Hotel de Londres. Durante la filmación hacía un frío polar en el set, lo que tuvo curiosas consecuencias. Basta decir que el vídeo sigue prohibido en muchos países islámicos porque creen que la visión de los pezones erectos de Mel B. es obscena.
La canción la escribieron en media hora todas las Spice menos Victoria, que no estaba y se comunicaba con el resto por teléfono. Pasó por una primera remezcla que no gustó a la discográfica y después se hizo un segundo intento con el productor Mark Stent, que trabajó en ella un total de seis horas y la encontró “rara”. Aun así, Virgin Records, la consideraba demasiado agresiva y pretendía lanzar a su nuevo grupo de chicas, reclutadas a través de un anuncio en el que se preguntaba “¿Eres extrovertida, ambiciosa, lista y sabes cantar y bailar?”, con otro single, el (mucho más soso) Say You’ll be There. Al parecer, Geri Halliwell se plantó y a ella se le debe este hito del pop comercial.
Si bien las Spice Girls se ganarían rápidamente una base de fans de menores de 10 años y serían una pieza fundamental en el desarrollo del mercado tween (preadolescente), al que durante el lustro siguiente le sacarían millones de dólares en concepto de minitops acabados en forma de triángulo, no es difícil encontrar significados ocultos en Wannabe. Según la musicóloga Sheila Whiteley el “zigazig-ha” es un eufemismo para el deseo sexual femenino y en la estrofa que empieza con “so here’s the story from A to Z” incluso se puede adivinar las preferencias sexuales de cada una. En la web Pop Genius, que se dedica a desencriptar letras de canciones, incluso van más allá y creen encontrar un mensaje de promoción de las drogas recreativas. El verso “we got MC [Melanie Chisholm] who likes it on an” (tenemos a MC a la que le gusta…) acaba en falso y la siguiente frase empieza por una bien diferenciada “E”, por lo que bien podría entenderse que a MC le gusta practicar sexo “on E”, es decir habiendo tomado éxtasis. La idea de que toda una generación de niños se criase cantando una oda secreta a la toxicomanía y la fornicación, aunque improbable, habría hecho sonreír al mismísimo Serge Gainsbourg.
El reecuentro de las Spice Girls en la clausura de los Juegos Olímpicos de Londres en 2012.
Corbis
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.